País Juan Robalino, director del IICE-UCR:

El teletrabajo “hizo que muchos puestos de trabajo se eliminen”

Tener acceso a servicios de cuido afectaría positivamente la participación laboral de las mujeres y reduciría la pobreza, afirma Robalino.

Cuando la pandemia de COVID-19 sea solo un odioso recuerdo, algunas cosas volverán a la “normalidad”. Pero una que no será la misma es el mercado laboral del país.

No se trata solo de que dos años de restricciones sanitarias llevaran a algunas personas a pensionarse o de que el teletrabajo y la cuarta revolución tecnológica hayan mostrado que algunas actividades pueden ser realizadas por máquinas, sino que, para ciertos hogares, el cálculo de costo-beneficio del trabajo remunerado, de uno de sus integrantes, versus la ausencia de redes de cuido para atender a la infancia y a las personas adultas mayores es un “lujo” que no pueden o no quieren darse.

Debido a los estereotipos culturales, sabemos que las personas que se convierten en cuidadoras a tiempo completo son abrumadoramente mujeres. Lo anterior se refleja en las encuestas del mercado laboral y se confirmó en el trimestre móvil que terminó en mayo: el desempleo sigue bajando (11,7%), incluso a un nivel inferior al existente antes de la pandemia (12,5%).

Pero la tasa de participación en el mercado laboral —personas en edad de trabajar que laboran o buscan empleo— registró 59,6% y no da señales de alcanzar el 62% previo. Y la mayoría de quienes no participan en el mercado laboral son mujeres: su tasa de no participación es de 50,9 versus 29,2 de los hombres.

El estudio Efecto de la atención infantil subsidiada sobre la participación de la mujer en el mercado laboral de Costa Rica, realizado por Aníbal Quirós y Juan Robalino, profesor de la Escuela de Economía y director del Instituto de Investigaciones Económicas (IICE), de la UCR, respectivamente, encontró que, en los hogares con acceso a servicios de cuido, las mujeres tienen entre 9 y 14 puntos porcentuales más de probabilidad de participar en la fuerza laboral.

De allí se deriva una cadena de consecuencias para ellas. Las que sí trabajan remuneradamente, lo hacen entre 8% y 19% más de horas que las que no tienen ese acceso. Y los efectos positivos se amplían para las mujeres con una escolaridad de secundaria incompleta y del quintil más pobre.

Por eso, los autores concluyen que “la expansión de centros de cuido podría contribuir a cerrar la brecha de género en la oferta laboral para las mujeres de menores ingresos. Esto puede tener efectos importantes en la reducción de las tasas de pobreza”.

A continuación, las respuestas de Robalino a nuestras consultas.

Economista Juan Robalino. (Foto: Cortesía del IICE).

El desempleo continúa disminuyendo. Sin embargo, la tasa de participación no levanta. ¿Qué hipótesis explicaría esto?

—Correcto. La tasa de desempleo ha seguido bajando. El número de desempleados bajó en casi 10 mil personas con respecto al dato del mes anterior. Pero, lamentablemente, eso no se tradujo en un mayor número de ocupados, sino, más bien, en un mayor número de personas fuera de la fuerza laboral. Que la tasa de participación no aumente a los niveles prepandemia se debe sobre todo a que los trabajadores que se salieron durante la pandemia no están regresando.

Varias cosas podrían explicar esto. Primero, puede ser que las condiciones de los puestos de trabajo hayan cambiado y bajo estas nuevas condiciones no quieren o no pueden volver a reinsertarse. Segundo, podría ser también que haya habido cambios en la organización dentro de los hogares y haya habido cambios en la demanda de tareas dentro del hogar. Tercero, todavía la tasa de ocupación no se ha recuperado totalmente, lo que significa que podría ser que regresar al mercado laboral signifique pasar largos periodos en desempleo.

La pandemia, pero también la revolución tecnológica, transformaron el mercado laboral. ¿Cuáles cambios tendrán un impacto de largo plazo?

—Sin duda, la adopción de tecnologías, debido a la pandemia, hizo que muchos puestos de trabajo se eliminen. Algunos puestos son afectados directamente por este proceso. Por ejemplo, una fuerte adopción de banca en línea de los clientes de las entidades financieras podría hacer que se reduzca la necesidad de tener personas atendiendo en las cajas. Ahí hay una sustitución directa de mano de obra por una máquina.

Pero, también, los efectos pueden ser indirectos. El teletrabajo hizo que la gente dejara de ir presencialmente al trabajo y esto produjo que se reduzca el número de clientes de los restaurantes alrededor de los lugares de trabajo, lo que tiene efectos sobre la demanda de mano de obra. Aunque ha habido un retorno importante a la presencialidad, muchas empresas y el sector público han mantenido un régimen dual.

En este momento es difícil saber qué actividad se verá más afectada, pero, sin duda, la utilización más generalizada de tecnologías, muchas de ellas ni siquiera nuevas, tiene el potencial de tener un impacto importante sobre la demanda de mano de obra y sobre todo de aquella que realiza tareas que sean más fáciles de sustituir.

A raíz de la pandemia, la tasa de participación de las mujeres, que venía en alza, particularmente, entre las jóvenes, retrocede, lo mismo que otros indicadores. ¿Cómo puede abordarse esta desigualdad creciente?

—Una política que tiene efectos importantes sobre la participación es resolver las tareas de cuido que normalmente están a cargo de las mujeres.

Tener acceso a servicios de cuido sin duda afectará en forma positiva la participación laboral de las mujeres, como demostró un estudio que realizamos. Sin embargo, no me queda del todo claro si la pandemia pudo haber generado un peso más fuerte en las tareas que tradicionalmente son realizadas por ellas dentro de los hogares. Es probable que eso haya ocurrido.

Habría que ver también cómo la pandemia afectó las actividades en las que las mujeres participan más. Pensemos, por ejemplo, en las de alojamiento y servicios de comida, que fue una de las más afectadas.

La solución no solamente hay que pensarla del lado de la oferta de mano de obra —situación de los hogares—, sino también del lado de la demanda —situación de las empresas—.

El alto nivel de informalidad afecta la seguridad social de las personas, el financiamiento de la CCSS y de las finanzas públicas. ¿Cómo resolverlo?

—La relación entre cargas sociales e impuestos y la situación del mercado laboral, empleo e informalidad, es bidireccional.

Cada vez que hay reducciones en los niveles de empleo y aumentos en la informalidad, hay efectos negativos importantes sobre los niveles de recaudación. Sin embargo, también, cuando se busca recaudar más y hay aumentos en las cargas y los impuestos, hay efectos negativos sobre el empleo y sobre los niveles de formalidad en el mercado laboral. Esto puede generar una espiral en este círculo vicioso.

En Costa Rica, el nivel de cargas sobre el mercado laboral es uno de los retos más importantes que tenemos como sociedad. Una forma para eliminar ese círculo vicioso es hacer que el financiamiento de la CCSS y del Gobierno no dependa tanto del mercado laboral.

Podrían recaudarse impuestos en otros mercados como el de capitales o a la riqueza, que permitan reducir las presiones que existen actualmente sobre el mercado laboral.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido