No tenía ninguna experiencia política y venía de vivir 30 años fuera del país, pero sobre todo se mostró dispuesto a decir cosas indecibles (vender activos del Estado, romper secreto bancario, un impuesto más durante la pandemia) y a romper las discreciones necesarias para la sobrevivencia en un gabinete.
Este es Rodrigo Chaves, el funcionario del Banco Mundial que a finales del año pasado llegaba repatriado para intentar sustituir a la ministra más influyente del primer año del gobierno y liderar a Hacienda en tiempos convulsos a los que faltaba agregarle el factor coronavirus. Ese fue Rodrigo Chaves como ministro.
Fue. Ya no es. La noticia llegó solo seis meses después de que comenzó funciones y tras numerosas divergencias que van más allá de la frase “estilos diferentes” que dio Chaves al salir o del “refrescamiento” del gabinete que intentó proyectar la Presidencia al anunciar el relevo, el jueves 28 de junio.
La salida de Chaves tiene su contexto propio, pero no llega sola. Ocurre solo un mes después de que asumió funciones el nuevo ministro de la Presidencia y en simultáneo con la salida de la ministra de Comunicación, Nancy Marín (amiga personal del mandatario), y del de Ciencia y Tecnología, Luis Adrián Salazar, quien después alegó tener diferencias ideológicas.
Llega también solo cuatro días antes del anuncio de la salida Carlos Manuel Rodríguez, ministro de Ambiente y, por tanto, una de las fichas fuertes en la prioridad de descarbonización que ha fijado el presidente Carlos Alvarado.
Y en esta misma semana se fue un viceministro de Hacienda que solo duró unos meses y acabó ocupando esa cartera como interino; también se despidió en plena emergencia pandémica un viceministro de Salud…
La inestabilidad del gabinete es tal que se ha cruzado con informaciones falsas y dos ministros relevantes en esta emergencia –el de Salud, Daniel Salas, y el de Seguridad, Michael Soto– han tenido que salir a desmentir su salida.
Porque, claro, es verosímil que se marche cualquier miembro del gabinete, como ya lo han hecho 16 ministros durante el gobierno de Alvarado, una cifra mayor a cualquiera de los gobiernos anteriores para esta altura de su mandato.
Ahora el Gobierno va con su tercer ministro de Comunicación, con su tercer ministro de Hacienda y el tercero en la Presidencia, tres de los cargos más expuestos a los calores de la política.
Así vive el mandatario Alvarado, y el país, la zona media del período que comenzó en mayo de 2018 haciendo un experimento de equipo de gobierno con ministros y ministras procedentes de distintas tiendas políticas o de grupos de presión ajenos al Partido Acción Ciudadana (PAC).
Aunque al principio hubo un peso especial de Unidad Social Cristiana (PUSC) por el pacto electoral que había firmado Alvarado con Rodolfo Piza, con el paso de los meses ha crecido la presencia de figuras vinculadas a Liberación Nacional (PLN), como el actual ministro de la Presidencia, Marcelo Prieto.
La mezcla, sin embargo, no ha llegado a amalgamarse. En parte por la diversidad de pensamientos, a menudos contradictorios, y en parte porque algunos apenas tuvieron tiempo de conocerse, sin que tampoco Alvarado haya disimulado las diferencias internas que provocan incertidumbre en sectores externos.
La volatilidad del gabinete no es nada que sorprenda si se sigue la tendencia de los hechos desde que Alvarado firmó el pacto con Piza antes de la segunda ronda, desde que un PAC con escasos cuadros propios ganó su segundo mandato presidencial, desde que Alvarado anunció su gabinete variopinto y desde que en el discurso inaugural instauró el concepto a que se aferra con todas sus fuerzas: “gobierno de unidad nacional”.
“Nació con el germen de una altísima volatilidad y ahora se consolida el escenario que se asomaba desde el principio: se iba a reflejar esa inestabilidad al acercarse las discusiones estructurales, como lo fiscal, y lo coyuntural, como es la pandemia”, explica Rotsay Rosales, coordinador del Observatorio de la Política Nacional (OPN) de la Universidad de Costa Rica.
En el caso de Rodrigo Chaves, estaban dadas las señales: además de sus mensajes discordantes con el Presidente y de propuestas que resultaron drásticas para sectores distintos, en semanas recientes había estado ausente en actos como la presentación de medidas económicas ante la emergencia de COVID-19 y más presente en sus cuentas de redes sociales. Su voz era solo suya, no del Gobierno.
El último episodio involucró a los diputados y a gobiernos locales, que apoyaron el proyecto de ley sobre finanzas municipales para desaplicar permanentemente el tope de crecimiento al gasto. El ministro de Hacienda pidió vetarlo y se atrevió a enviar una carta pública al mandatario, quien hizo caso omiso y firmó la ley.
Después vinieron unos días de hospitalización que, al parecer, Alvarado aprovechó para buscar sustituto. Y ahí sí vino lo sorpresivo: el rápido anuncio de su sustituto, Elián Villegas, hasta ahora presidente ejecutivo del Instituto Nacional de Seguros (INS) tomando funciones inmediatas en Hacienda. También en el Micit asumió la viceministra Paola Vega, y Comunicación (ahí al lado del mandatario), el hasta ahora viceministro de relaciones con sector privado Agustín Castro.
“Eso sí fue una sorpresa, pero no alcanza para romper la lógica que ha traído este Gobierno, que le afecta la credibilidad. No se ha entendido que un gobierno de unidad nacional no es solo partidario; debe tener realmente un diálogo social, pero hasta ahora ha sido solo una promesa”, agrega Rosales.
“El Presidente lo mencionó al menos seis veces en el discurso del 4 de mayo, pero está por verse si lo cumple. Ya nombró a su nuevo ministro de Hacienda, pero sus primeros anuncios no revelan un cambio de ruta en el fondo”, dijo Rosales el lunes, después de que el nuevo ministro firmó un decreto para congelar por cuatro años los salarios del sector público, por la emergencia de COVID-19.
Ahora Villegas llega a zona caliente, con la previsión de un déficit de 8,6% del PIB en este 2020. “Es un reto profesional y no necesariamente es para estar cómodos, sino para mejorar situaciones. Es una situación complicada”, anunció el martes el nuevo ministro, quien también deberá armar los cuadros de mando internos que fueron removidos por el antecesor.