País País registró el abstencionismo más alto desde 1958: 40,29%

El alejamiento de las urnas se repite en costas y fronteras, pero también es alto en la Meseta Central

Las cifras corresponden al último reporte del TSE y equivalen al 88,2% del total de las mesas de votación.

Con un 40,29%, el país registró, en las elecciones del pasado domingo, el abstencionismo más alto de su historia electoral desde el año 1958, cuando fue de 35.3%.

Así se desprende del último corte, número 24, emitido por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), a las 12:00 p.m. del lunes recién pasado. La institución, que se encuentra realizando el conteo manual de las papeletas, tiene 30 días para hacer la declaratoria oficial de los resultados y convocar a la segunda ronda.

Este resultado responde al escrutinio de 6.039 juntas de votación, equivalentes al 88,2% del total.

La participación electoral registró un 59,71%, lo que equivale a 1.853.719 votos emitidos, de los cuales 1.827.043 son válidos, 16.565 son nulos y 10.111 fueron dejados en blanco.

“Escuchar estas experiencias nos permite cuestionar qué es lo queda en estos territorios después de la campaña, al mismo tiempo que nos permite identificar que la vida sigue, que el vínculo vecinal ocupa el vacío de las promesas estatales incumplidas y que existen manifestaciones de la política por fuera de la relación entre abstención y participación electoral”. Vanessa Beltrán, del CIEP.

Según los registros del TSE, después de ese pico de abstencionismo de 1958, otros puntos álgidos del fenómeno fueron los de 1998, con 30,0%; 2002, con 31,2%; 2006, con 38,4%; 2010, con 30,9%; 2014, con 31,8%; 2018, con 30,8%; y ahora, los comicios del 2022, con 40,29%.

Esta última cifra representa un aumento de 9.49% puntos porcentuales con respecto a la elección anterior, del 2018.

Si bien el pasado domingo el fenómeno volvió a acentuarse geográficamente a medida que la población se concentra en las provincias fronterizas y costeras, la ausencia de votantes también fue muy alta en las provincias de la Meseta Central, donde mayoritariamente osciló entre un poco más del 30% y menos del 40% (ver los gráficos).

De hecho, una revisión de los datos del TSE por provincia indica que solo en algunos lugares de la provincia de Heredia el abstencionismo fue inferior al 30%, específicamente, en los cantones de Belén, donde alcanzó el 28.2%; Santo Domingo, con 29.6%; y Flores, con 28.7%.

En otros cantones de esa provincia, el abstencionismo rebasó un poco esa cifra, pero sin alcanzar el 35%. Este fue el caso de Barva y de San Pablo, pues cada uno alcanzó un 30.6%; San Isidro, con 31.8%; y Santa Bárbara, con 32.6%.

En la provincia de San José, los únicos cantones que registraron cifras de abstencionismo un poco superiores al 30%, pero inferiores al 35%, fueron Montes de Oca 31.1%, Moravia 31.8% y Dota 32.7%.

Y en la provincia de Cartago, únicamente los cantones de El Guarco, con 31.4% y Central, con el 33.7% estuvieron cerca del 30% de abstencionismo.

Los estudios sobre este fenómeno electoral realizados hasta el momento han encontrado que tiene muchas causas y que las personas abstencionistas no necesariamente son las mismas en cada proceso electoral ni lo son a lo largo de sus vidas.

Si bien es probable que en el mayor abstencionismo en los comicios del domingo hayan influido el temor al contagio por la pandemia de Covid-19 y una mayor pérdida de confianza en que el ejercicio del voto sirva para aliviar las condiciones constantes de pobreza y desigualdad de oportunidades que enfrentan muchas poblaciones, eso solo podrá determinarse científicamente con nuevas investigaciones.

Investigadora Vanessa Beltrán: “En medio de la apatía con la política nacional, las y los vecinos continúan gestionando sus necesidades cotidianas en diálogo con organizaciones sociales, sean religiosas o no”. (Foto: Cortesía de Vanessa Beltrán).

Lo que sí sabemos

Un estudio, realizado conjuntamente por la Universidad de Costa Rica y el TSE en 2005 sobre la década de los años 90 del siglo XX, llegó a cinco conclusiones con respecto al fenómeno del alto abstencionismo.

Primero, que está estrechamente asociado al nivel socioeconómico y educativo, pues los sectores más vulnerables se alejan en mayor medida de las urnas; segundo, que la juventud se abstiene de votar más que las personas mayores; tercero, que los hombres tienden a abstenerse más que las mujeres.

Investigadora Laura Álvarez: “En contextos de desigualdad creciente, desempleo, poca presencia de políticas públicas del Estado, es esperable que no haya mayor interés en participar en un proceso electoral”. (Foto: Cortesía de Laura Alvarez).

En cuarto lugar, encontró que, en esa década, el aumento del abstencionismo estuvo asociado de forma significativa al distanciamiento de las personas de los dos partidos mayoritarios y que, a pesar de que la abstención de 1998 y de 2002 mostró un porcentaje similar, las características de las personas que no votaron fueron muy diferentes.

Ya entonces se registró un incremento en la importancia de las razones políticas para no votar, especialmente, en la elección de 1998, cuando esta clase de razones desplazaron a la condición socioeconómica como principal factor explicativo.

Por otro lado, el Informe Estado de la Nación (EDNA), correspondiente al 2021, advirtió que el país se adentraba a la actual campaña electoral con la menor simpatía partidaria en tres décadas y afirmó que los partidos políticos enfrentaban dos grandes desafíos: convencer a amplios sectores de la población que no se sentían identificados con estos e impedir que también se fugaran “los pocos que dicen simpatizar”.

Además, tras realizar un análisis de las trayectorias del voto individual a lo largo de ocho elecciones consecutivas (1990-2018), se encontró que solo dos factores son los que estimulan y sostienen la participación electoral: el hábito de votar y la identidad cívica.

“Estos elementos contrarrestan la erosión de la identidad partidaria y amortiguan la reducción en la asistencia a las urnas”, dijo el Informe.

Entre las causas que esa entidad identificó como conducentes al abstencionismo se encuentra el hecho de que las actividades cotidianas de los partidos políticos son mínimas fuera de los tiempos de campaña electoral y que sus líderes no son los suficientemente constantes en sus esfuerzos para fortalecer los mecanismos de coordinación partidaria más allá de los tiempos de campaña.

Los partidos políticos tampoco informaron haber realizado cambios importantes en sus estructuras organizativas en relación con el último estudio, efectuado cinco años atrás, agrega el EDNA.

“Sigue predominando el personalismo en sus cúpulas y aunque se han dado avances en equidad de género a nivel interno en las formaciones políticas, 6 de los 11 partidos analizados no garantizan en la práctica una amplia participación femenina en sus cúpulas (mayor al 40% de los puestos)”, enfatiza.

Otro problema importante tiene que ver con el financiamiento de los partidos políticos, que los coloca en una posición vulnerable a ser influidos, sesgados o capturados por distintos grupos, incluido el narcotráfico.

Lo cierto es que “conforme incrementa la desigualdad en los distritos, disminuye la participación electoral y las donaciones a los partidos” afirma.

Por su parte, Vanessa Beltrán, feminista, docente de la escuela de Ciencias Políticas e investigadora del Centro de Estudios Políticos (CIEP) de la UCR, desarrolló, a finales del 2021, la iniciativa Diálogos políticos desde los territorios que, en conjunto con la Universidad Estatal a Distancia, buscó generar espacios de encuentro entre la ciudadanía organizada y candidaturas a diputación de las siete provincias del país.

Consultada por UNIVERSIDAD sobre los resultados de esa experiencia, ella coincidió con los estudios anteriores en que el alto abstencionismo en las tres provincias costeras del país “expresa el distanciamiento que gran parte del electorado de estas regiones ha generado respecto de las campañas políticas nacionales”.

“Nos hemos acercado desde el diálogo interdisciplinar y el contacto directo con vecinas y vecinos de distintos barrios de nuestras zonas costeras y en este proceso, nos hemos encontrado con que la apatía, el desencanto y el reclamo por una forma de intervención institucional lejana a las necesidades, ritmos y formas de organización local, atraviesan tanto a la gente que se abstiene como a la que termina votando por deber cívico, costumbre o valor moral”, dijo.

“Cada cuatro años se reproduce un escenario político que busca construir ilusión y atraer votantes en medio de historias locales mediadas por el discurso del abandono estatal y la exclusión social”, resaltó.

Para Beltrán “lo que nos están diciendo los altos niveles de abstencionismo es que, cada vez más, es menos la gente que cree que a través del voto pueden gestionarse soluciones a sus demandas, que cada vez es más amplia la brecha entre representantes y representados y que vale la pena poner a discutir las condiciones de posibilidad de la democracia más allá del evento electoral”.

La investigadora observó que, fuera de los momentos electorales de cada cuatro años, “en medio de la apatía con la política nacional, las y los vecinos continúan gestionando sus necesidades cotidianas en diálogo con organizaciones sociales, sean religiosas o no, con sus gobiernos locales y con líderes y lideresas comunitarias”.

“Escuchar estas experiencias nos permite cuestionar qué es lo queda en estos territorios después de la campaña, al mismo tiempo que nos permite identificar que la vida sigue, que el vínculo vecinal ocupa el vacío de las promesas estatales incumplidas y que existen manifestaciones de la política por fuera de la relación entre abstención y participación electoral”, enfatizó.

Por su parte, Laura Álvarez, también investigadora del (CIEP) y del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UCR, opinó que “el abstencionismo es un signo de que la política electoral no parece responder a las necesidades y demandas políticas, sociales y económicas de las comunidades de esas provincias”.

“No es casualidad que las provincias, donde se registra menor participación, sean aquellas que históricamente se han visto lejanas a una administración que se enfoca principalmente en la Gran Área Metropolitana, a la cual destinan la mayoría de propuestas y políticas públicas”, dijo.

“El reclamo constante de estas poblaciones contra un Estado al que perciben ajeno, desinteresado y poco vinculado con su cotidianidad, tiene por resultado que no se vea mayor propósito en participar. A esto se le suma que las personas reconocen el uso instrumental al que se ven sometidos cuando se está en campaña electoral. Promesas van y vienen, pero el resultado es el mismo, nada parece cambiar”, añadió.

La editora del libro Imaginarios, subjetividades y democracia: un análisis del proceso electoral 2018 en Costa Rica, en el cual también participa Beltrán, consideró que también

se deben problematizar los efectos que ha tenido lo que llamó “un modelo de desarrollo económico basado en un turismo extractivista y que poco efecto tiene a nivel comunitario”.

Álvarez opinó que “el énfasis desmedido en proyectos hoteleros, destinados principalmente a atraer turismo extranjero de alta gama, ha generado mayor desigualdad, contrario a lo que plantean sus defensores, que asocian este tipo de proyectos con mayor empleo y dinamismo económico”.

“Pocas personas de las comunidades colindantes terminan siendo empleadas, ya que se solicitan habilidades y herramientas, como el manejo de un idioma extranjero, a las cuales no necesariamente se tienen acceso”, dijo.

“En contextos de desigualdad creciente, desempleo, poca presencia de políticas públicas del Estado, candidatos y candidatas que no atraen a las poblaciones, ya sea por su historial previo o por la sospecha que les genera lo que identifican como clase política, es esperable que no haya mayor interés en participar en un proceso electoral”, agregó.

Por lo anterior, consideró que “no es casualidad que en estos mismos territorios haya una proliferación de movimientos religiosos libres, particularmente de corte neopentecostal; así como una mayor presencia del narcotráfico, con su concomitante inseguridad ciudadana”.

“Ambos poderes fácticos están ocupando los vacíos dejados por la ausencia de políticas públicas destinadas a cubrir las demandas de la población”, añadió.

Dado lo anterior, “abordar el abstencionismo solo desde una lectura moral omite la profunda insatisfacción, tristeza y dolor a la cual se ven sometidos constantemente estas poblaciones. Un criterio orientador mínimo es tomar este hecho como un algo que debe ser leído, antes que un fenómeno condenable”, concluyó.

Los gráficos muestran el porcentaje de abstencionismo alcanzado en cada provincia y los cantones que registraron las cifras más elevadas.

 

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