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El día en que Frente Amplio estalló

El Frente Amplio (FA) vivió su peor jornada en 13 años de existencia este 1° de mayo, al saber que la mitad de sus diputados

El Frente Amplio (FA) vivió su peor jornada en 13 años de existencia este 1° de mayo, al saber que la mitad de sus diputados resultó clave para que la presidencia de la Asamblea Legislativa quedara en manos de alguien que consideran un fundamentalista religioso, un opositor de postulados básicos del mayor partido de la izquierda en Costa Rica.

Después de varios meses de una gestión de baja intensidad y de disidencias internas mal disimuladas, el partido llegó a la crucial jornada del 1° de mayo sabiéndose dividido, pero nadie imaginó que sus votos resultaran vitales para completar el trabajo del Partido Liberación Nacional para colocar al pastor Gonzalo Ramírez como presidente legislativo.

Se puede decir aún peor: la propia jefa de los diputados del FA, Suray Carrillo, acabó votando de manera que propició el triunfo de González y la derrota de Ottón Solís, la opción que internamente veían como “un mal menor”. Un día después ella renunciaría a la jefatura de la bancada, pero antes fue protagonista de lo imprevisible.

Carrillo votó en el momento crucial por su compañero de bancada Gerardo Vargas Varela, y él por sí mismo. Ambos lo hicieron aún sabiendo que con ello restaban dos votos a Ottón Solís y pondrían en bandeja de plata el triunfo a la propuesta del PLN.

De hecho, Ramírez obtuvo en la ronda definitiva 26 votos y Ottón Solís 24. Los dos votos del FA habrían forzado una cuarta ronda y la posibilidad de evitar que triunfara Ramírez.

Esto causó una molestia evidente de Patricia Mora y de Edgardo Araya, más cercanos a la cúpula central del partido que en la campaña lideró como candidato presidencial José María Villalta, probable próximo diputado. Lo habían hablado durante el día; habían acordado que llegado el momento fatal, tocaba votar por Solís, pero de poco sirvió.

La decisión de Carrillo y Vargas se sumaba a la acción de Ligia Fallas, Jorge Arguedas y Carlos Hernández (quien renunció al FA en marzo), de negociar por aparte junto a la independiente Carmen Quesada, en un nuevo grupo parlamentario aún sin nombre, pero que bien podría llamarse “los rebeldes”.

Así, solo Araya, Mora, Francisco Camacho y José Ramírez votaron por el bloque oficialista. Al conocerse los resultados y saber que sus compañeros de partido ayudaron al triunfo del pastor evangélico, las expresiones de Mora y Araya mezclaban la sorpresa, el enfado y la impotencia.

“Acaban de nombrar a un religioso fundamentalista como presidente del primer poder de la República y tengo que confesar que me da vergüenza. Las mujeres debemos sentir vergüenza. Mi partido tendrá alguna responsabilidad y serán las instancias partidarias las que terminen juzgando lo que ha sucedido y pidiendo las cuentas. Yo no tengo una explicación para esos votos (de diputados del FA)”, declaraba Mora.

Edgardo Araya, precandidato presidencial para el 2018, también calificó el día como “triste para el sector progresista” y “de luto”, además de expresar sentir vergüenza por la participación de algunos miembros del FA.

Por eso planteaba que Ligia Fallas y Jorge Arguedas deben dejar ya el partido y que Vargas Varela y Suray Carrillo deberían ser evaluados por el Tribunal de Ética del partido.

Por la tarde del martes, mientras la Comisión Política del FA se reunía de emergencia, se conoció la renuncia de Suray Carrillo a la jefatura de fracción mediante un mensaje telefónico. Al cierre de esta edición, la crisis de Frente Amplio, con la probable molestia o el desconcierto de sus seguidores, aún parecía viva.



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Aquí primó el hígado, una visión simplista de la política, y posiciones “ultras” de una radicalidad mal entendida que al final terminó ayudando al “gran enemigo” que supuestamente querían combatir. Un error grave de una parte de la fracción del FA que ahora tendremos que apechugar”.

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