País Preocupa abandono en atención a indigentes por nuevo coronavirus

COVID-19 agrava la difícil vida de las personas en condición de calle

A la afectación de salud que significa contraer el virus se unen los cierres de albergues por las nuevas medidas sanitarias y la disminución de personas que colaboran con esta población, ante el temor de verse contagiadas.

El sol de mediodía en el centro de San José quema incesantemente, pero “El negro no se inmuta. Sus pies descalzos han caminado por el bulevar, sobre el calor y la lluvia, durante los últimos 15 años. La alta temperatura no le preocupa; tampoco la falta de techo o la ropa rasgada que lleva puesta. Mucho menos le hace caso al nuevo virus del que todos hablan.

Al costado sur de la iglesia La Merced, “El negro observa una extraña camioneta celeste y naranja, con una fila de seis o siete personas. Con caminar desenvuelto, como de costumbre, se acerca y pregunta qué está pasando. “Pusieron una pila para lavarse las manos, por esto del coronavirus”, le dice alguien. “¿Y cuánto cobran?”, indaga. Una sonrisa sin dientes le contesta: “nombres, mi Negro, si es gratis. Métase aquí, que yo lo colo”.

Con una media sonrisa, “El negro hace la fila, tratando de no perder el saco de gangoche que lleva al hombro. “A mí me habían dicho algo de ese coronavirus”, cuenta, “pero lo primera vez que lo oí pensé que me estaban hablando de una nueva droga. Ahora sé que es que uno se pone muy malo, entonces hay que asearse. Me voy a lavar las manos aquí. Aunque llevo diez días sin bañarme, tal vez me sirva de algo”.

Al igual que “El negro, en el país hay 3.753 personas en situación de calle, según datos a enero del 2020 del Sistema de Información de Población objetivo del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS). San José concentra cerca de 65% del total de esta población, Limón alrededor de 13%, y Alajuela y Cartago tienen 6%. En tanto que en Heredia y Guanacaste representan 4% del total de las personas en condición de calle y en Puntarenas suman 2%.

Del COVID y otras enfermedades

Al igual que su amigo, a “El negro le faltan varios dientes. Su piel, más quemada que bronceada, muestra heridas a medio sanar y llagas; los pies tienen un tono morado y se muestran hinchados. Una tos constante acompaña su camino en la fila y, de vez en cuando, se palpa el estómago con gesto de dolor. “Esta panza me está matando, pero yo creo que es hambre”, dice, restándole importancia.

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“O nos mata el virus o nos mata el hambre”.

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Estas afectaciones la tienen otras personas en situación de calle. Sus condiciones de salud y de ambiente hacen que la posibilidad de contraer COVID-19 sea mayor, como explica la epidemióloga Ana Morice Trejos.

“El hecho de andar en la calle, tocando todo, porque buscan en la basura, por ejemplo, es un riesgo más. Pueden contaminarse de estas cosas que recogen y no tienen medidas de higiene. Además, no tienen seguimiento en un centro de salud y pueden tener enfermedades crónicas incluso no diagnosticadas”, indicó.

Para la infectóloga María Luis Ávila Agüero, estas condiciones también provocan que, si la enfermedad les ataca, sea más difícil poder superarla.

“Lo malo es que si por alguna razón se contagian, al ser personas con mala nutrición, mal cuidado, dentadura en mal estado, malos pulmones y hasta consumo de drogas, posiblemente los afecte en mayor medida y es más probable que necesiten ingresar a cuidados intensivos”, explicó.

Morice, exviceministra de Salud, estima como factor de riesgo la realidad social que viven las personas en situación de calle, en momentos en que las directrices de Gobierno omiten acciones específicas sobre esta población.

“Ellos puede que no estén tan informadas y que no tengan acceso a los medios de comunicación o no comprendan los mensajes. Hay que informarles porque tal vez no comprenden la situación y no tienen fuentes confiables para aclarar sus dudas”, señaló Ávila, quien se desempeñó como ministra de Salud entre 2006 y 2010.

Virus aleja la ayuda

“El negrosupo del COVID-19 una noche en la que descansaba cerca del Museo de los Niños. “Estaba en una esquina y vi que unos muchachos de alguna parte andaban dando papeles y hablando. Vinieron y me preguntaron que si yo sabía lo del coronavirus; yo les dije que no y ahí me contaron más, pero no había oído mucho ni entendía”.

Grupos como el Ejército de Salvación realizan campañas informativas de prevención sobre el nuevo coronavirus en aquellos sectores capitalinos donde hay más residentes de calle para aclarar dudas y explicar las medidas de higiene, como afirmó su director Luis Pablo Montenegro.

“Empezamos a hacer una campaña hace unas semanas y a darles volantes con información. Dejamos de hacerlo porque la emergencia no nos permitía repartir cosas físicas, entonces colocamos una móvil que se ha puesto en diferentes lugares de San José, con lavatorios, para brindarle a la gente el servicio de lavado de manos y poder hablar con ellos”, contó.

Sin embargo, la mayor preocupación para quienes atienden a este tipo de población es que, con la amenaza del virus, las personas voluntarias son cada vez menos, dejando desatendidos a muchos indigentes, aseguró el director de Chepe se Baña, Mauricio Villalobos, un programa de atención a personas en condición de indigencia.

“Yo estoy visitando las zonas de consumo en las noches y están totalmente vulnerabilizados, asustados y con poca información. Ellos son muy de inmediatez, les preocupa la comida, la seguridad en las noches. Les preocupa que toda la gente se está yendo y los están abandonando, los centros de rehabilitación también tienen sus protocolos y la gente no está llegando a dejarles comida. Me dicen ‘o nos mata el virus o nos mata el hambre’”, relató.

El alejamiento de la gente no ocurre solamente en San José. El representante legal de la Asociación de Rescate de Población de Calle de Turrialba, Isaac Salazar Chavarría, aseguró que en el cantón cartaginés se siente la falta de apoyo, tanto de las personas como de las empresas.

“Aquí en Turrialba, están viviendo a la facultad de ellos. Las empresas que antes nos ayudaban han tenido un golpe muy fuerte a su economía y no nos pueden ayudar. Los vecinos antes les daban de comer pero ahora, como están asustadas por el virus, si alguno llega a las casas, les dicen que se vayan. Muchos tienen casi dos semanas de no comer”, dijo Salazar.

Incluso, el COVID-19 impactó en las formas de ayuda institucional que se pueden dar a la población en situación de calle. Por ejemplo, el hogar El Buen Samaritano, en Alajuela, tuvo que suspender la atención ambulatoria que otorgaban, y el Centro de Desarrollo Humano e Inclusión Social para Personas en Situación de Calle de Cartago (CEMDHIS) se mantiene temporalmente cerrado desde el pasado sábado 21 de marzo por directriz del Área de Acción Social y Salud y la Comisión Cantonal de Emergencias de la Municipalidad de Cartago.

Ante esta situación, el encargado del área de equidad de género y desarrollo social de la Municipalidad de Cartago, Kenneth Carpio, explicó que el centro aún tiene a 7 personas en la modalidad de dormitorio y que se suspendió la modalidad de desayuno y almuerzo que se daba 3 veces por semana, por el posible foco de infección. La medida que se adoptó fue habilitar en el Museo de Cartago el servicio de cena todas las noches, en alianza con la pastoral social de la localidad, además del monitoreo de posibles síntomas de la enfermedad.

Agrupaciones como Chepe se Baña y Ejército de Salvación han colocado lavatorios móviles para fomentar el lavado de manos entre las personas en situación de calle. Este tipo de ayudas han disminuido desde que se anunció la llegada del COVID-19 al país. Foto: Oscar Ugarte Jiménez

Ayuda gubernamental enferma

Estas medidas, como los cierres temporales, son entendidas por las asociaciones que apoyan a las personas en indigencia, dada la emergencia que vive el país; sin embargo, es la falta de apoyo logístico y económico para dar la atención necesaria lo que reclaman.

“De parte del IMAS hemos tenido un abandono total. Lamentablemente tenemos un presupuesto que el IMAS no ha girado, nos dan solo para que paguemos alquiler, pero en cuestiones administrativas debemos poner nosotros para poder pagarlo”, reclamó el representante de la Asociación de Rescate de Población de Calle de Turrialba, Isaac Salazar Chavarría.

En el CEMDHIS de Cartago, les preocupa la negativa de las autoridades municipales de otorgar permiso para realizar sus funciones, según expresa su secretaria Katherine Vargas Padilla.

“La primera batalla que estamos librando ahorita es para que nos permitan asistir a la población en el CEMDHIS. Ante la negativa, por parte del Área de Acción Social de la Municipalidad de Cartago, a la presentación formal del documento “Propuesta para atención de la población en condición de calle ante situación de amenaza nacional por el COVID-19”, que se entregó el 25 de marzo, hemos elevado la petición ante el Concejo Municipal el 26 de marzo y estamos a la espera de la respuesta”, afirmó.

En el caso de Alajuela, lamentan que la colaboración del Gobierno no sea más fuerte y que no se les tome en cuenta para implementar acciones que beneficien a las personas sin hogar.

“Podemos enseñarles a lavarse las manos, pero ¿dónde se las van a lavar? No hay equipos públicos y nosotros no tenemos los recursos ni los permisos para hacerlo, mientras el Gobierno sí lo tiene. Lo que hace falta es que los gobiernos locales asuman esas políticas públicas, pero si no lo hacen se queda en papel y no llegan a la gente que lo necesita”, alegó la directora del hogar El Buen Samaritano, Kattia Herrera Rivas.

La falta de recursos obliga también a muchos grupos a multiplicarse y a extender su área de acción. Ese es el caso del Albergue de Rehabilitación al Alcohólico Adulto Mayor Indigente, en Tirrases de Curridabat, que, al ser el único en su tipo, debe apoyar a las personas en situación de calle de otras provincias.

“Atendemos aproximadamente 250 beneficiarios en Curridabat y fuera del cantón. Atendemos casos en Puriscal, Acosta, Alajuelita y el cantón central de Heredia, porque Conapam pasa limitado en personal, en presupuesto y no puede por sí solo salir”, expresó el administrador del albergue, Gerardo Zeledón.

Grupo de riesgo

La población que atiende el albergue administrado por Zeledón es una de las más propensas al nuevo coronavirus, por eso los esfuerzos en el centro, que alberga a 80 adultos mayores, se redoblan para evitar contagios.

Zeledón cuenta que a veces es complicado explicarles lo peligroso de la enfermedad, especialmente por la realidad en la que vivieron.

“Algunos, por su propia rebeldía dicen cosas como ‘vengo de un cartón, yo he pasado lo que nadie ha pasado’, y como han sido muy golpeados, no lo ven claro. Incluso, dicen que si se mantuvieron durante 20 años en un cartón y con una burbuja de alcohol, el virus no les puede hacer nada. Poco a poco hay que irlos convenciendo”, aseguró.

Por eso, ante el recuerdo de una sociedad que les dio la espalda en algún momento, los encargados han optado por mostrarles la relación que crearon entre compañeros que sufrieron lo mismo y dejaron atrás su condición de calle.

“Apostamos por el sentido de pertenencia, de que este lugar es de ellos y de que todos son familia.  Ellos son amigos, hermanos, compañeros, y piensan que si hay una situación que les afecta a los otros me va a afectar a mí. Si yo me cuido, estoy cuidando al otro”, afirmó el auxiliar administrativo del centro de rehabilitación, Bryan Muñoz.

Hacer visible lo invisible

El sentido de grupo también se ve en el centro de San José. Mientras la fila para lavarse las manos avanza, “El Negro ve la gente que pasa y no puede evitar sonreír con un poco de tristeza cuando los peatones dirigen la mirada hacia el grupo y aceleran el paso.

“Yo sé que uno anda feo, a veces huele mal y se ve muy ‘pinta’, pero no todos somos malos, no hay que pasar haciéndole a uno esa cara”, lamenta.

Ese tipo de tratos, aunque común, preocupa a las personas que trabajan con la población en situación de calle, especialmente cuando la emergencia por el COVID-19 la vuelve más riesgosa.

“Ellos son totalmente invisibles, están estigmatizados. La gente cree que ellos decidieron estar ahí, y no todos lo escogieron. Como sociedad nos tenemos que preocupar y avanzar todos juntos. Este tiempo de crisis debe sacar lo mejor de nosotros”, afirmó el director de Chepe se Baña, Mauricio Villalobos.

Ante esta necesidad, el director del Refugio de Esperanza del Ejército de Salvación, Luis Pablo Montenegro, recuerda que hay mucho por hacer en este momento para apoyarlos.

“Los habitantes de calle son una población de la que muy pocos se ocupan. Hay que tomar conciencia de que necesitan nuestra ayuda, con alimentos, con productos de higiene, con información y servicios”, aseguró.

Como parte de estos servicios, Chepe se Baña y el Ejército de Salvación colocaron lavatorios móviles para el lavado de manos. Cuando llegó su turno, “El Negro” se colocó jabón, se restregó fuertemente y, mientras dejaba el agua correr por sus manos, cerró los ojos un momento, como saboreando la frescura del líquido. Después, se secó con una toalla y recibió el alcohol en gel que le vertían los asistentes de Chepe se Baña.

“Ahora sí voy limpio. A ver si ese coronavirus me puede hacer algo, que venga pa’ que vea”, dice “El Negro” entre risas, mientras empieza a caminar nuevamente. Sus pies descalzos se siguen quemando con los adoquines del bulevar y sigue acumulado horas sin baño, pero en ese instante, al menos por un momento, se siente protegido contra el nuevo virus del que todos hablan.

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