Una amplia distribución de arsénico, cadmio y otros elementos químicos tóxicos constituye uno de los principales hallazgos de la reciente publicación del Atlas Geoquímico de Costa Rica, de Rolando Castillo Muñoz.
Hasta ahora, los cantones de Bagaces, Cañas, Los Chiles y Aguas Zarcas habían sido protagonistas del problema de la presencia de arsénico en el agua. Incluso UNIVERSIDAD denunció el mal manejo del producto residual del peligroso elemento químico desechado por los sistemas de filtración del Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) en Bagaces.
Sin embargo, el Atlas Geoquímico revela la presencia de arsénico en muchas otras localidades del país. Castillo encontró un patrón constante entre Medio Queso y Caño Negro, concretamente la localidad de Amparo, en la zona norte, también en el Pacífico Central en Herradura, Quepos y Parrita. Asimismo, en la Zona Los Santos, el Valle Central, Alajuela y al sur, hacia hacia el Valle del General hasta el Valle de Coto Brus y la cordillera Costeña.
En todos esos sitios se registró la presencia de arsénico con los valores máximos encontrados, entre 8,83 miligramos por kilogramo (mg/kg), o lo que es lo mismo 92,73 partes por millón (ppm). En el Caribe Sur, en el sector entre Cahuita y Puerto Viejo, se halló una concentración de 174,3 ppm.
El científico manifestó que todo ello es “sorpresivo, porque se ha hablado de tres áreas, pero al ver esto hay que investigar otras que presentan valores igual de altos”.
Al arsénico “se le conoce desde los tiempos de los egipcios y los griegos por su poder letal”, según el Atlas, es utilizado en sustancias preservantes de madera, en insecticidas, herbicidas, fungicidas y venenos, entre otras muchas aplicaciones industriales.
Peligroso elemento
Castillo, catedrático pensionado de la UCR y exdirector de la Escuela Centroamericana de Geología, financió el proyecto, el cual contó con el apoyo de esa unidad académica y del Centro de Investigaciones Agronómicas (CIA), también de la UCR, donde se realizaron todos los análisis.
Para el estudio se establecieron puntos de muestreo a lo largo del país de cada 100 kilómetros cuadrados (km²), de manera que en total fueron 546 muestras. Detalló que se tomaron a 50 centímetros de profundidad y en ese proceso participaron geólogos y estudiantes de la UCR desde 2012.
El decreto N°37757- S de 2014, que establece valores guía para la presencia tolerable de este tipo de sustancias en el suelo, indica como “valor de prevención” 5 ppm, un nivel de concentración por encima del cual podrían ocurrir “alteraciones perjudiciales a la calidad del suelo y del agua subterránea”.
También fija el “valor de intervención” en 35 ppm en los suelos agrícolas, que exponen la salud humana ante “riesgos potenciales, directos o indirectos”, por lo que establece la “necesidad de acciones correctivas”.
AyA con sus propios análisis
Aunque reconoce el trabajo de esta investigación, Christian Delgado Segura, de la Dirección de Unidad Estratégica de Negocios de Gestión Ambiental del Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) prefirió usar los parámetros de otro decreto, el Reglamento para la Calidad del Agua Potable N° 38924-S, que establece un máximo de 10 ppm para la presencia de arsénico.
Lamentó que el mapa de Castillo no se enfocara en los sitios donde los valores superen esta norma, lo cual serviría de alerta para ser más incisivos en las investigaciones y análisis de los aprovechamientos que AyA, como institución rectora, usa para el abastecimiento de agua para consumo humano.
Ahora, dice, hace un análisis “más exhaustivo a un nivel o escala más detallada, por ejemplo, el registro de calidad de agua que realiza el Laboratorio Nacional de Aguas, así como acciones locales relacionadas con estudios puntuales de índole geológico, hidrogeológico y de tratamiento de potabilización”.
Sí recordó que hay concentraciones de arsénico en la superficie de los suelos que no corresponden con la conformación de las rocas o la estructura de los mantos acuíferos subterráneos. Además, recordó los sitios donde se han identificado rocas que incluyen arsénico en su composición química, como Cañas y Bagaces.
Él llama la atención de que Costa Rica sea un país con gran cantidad de fallas geológicas y variadas condiciones volcánicas, “por lo que la presencia del arsénico no se puede delimitar exclusivamente” a esos sitios.
Dijo que cuando AyA identifica arsénico en pozos explotados, se sacan de operación, mientras se valoran soluciones como la instalación de las plantas de remoción o filtros de arsénico, como los usados en Bagaces.
Otra opción que usa la institución es mezclar el agua con otra proveniente de diferentes fuentes que tengan “concentraciones bajas o nulas de los minerales que superan la norma”.
Añadió que el Laboratorio Nacional de Aguas (LNA), realiza periódicamente análisis de calidad del agua con que se abastece a la población.
“Para el caso de las Asadas -apuntó-, deben realizar los análisis correspondientes de la calidad del agua, ya sea con el LNA o con otro laboratorio certificado, a efectos de cumplir con la normativa”.
Cuando se trata de pozos nuevos, explicó que pasa por el filtro de un estudio hidrogeológico, que recomienda alejarlo de fallas geológicas y después somente al pozo a una prueba de bombeo de 72 horas.
Falta investigación
El Atlas identificó también cadmio en el agua a lo largo de la cordillera costeña, Limón, el sur Valle del Tempisque y las playas de Brasilito y Bahía Salinas, mientras que poco en la península Santa Elena.
El cadmio es utilizado principalmente en la fabricación de baterías y “produce efectos tóxicos en los organismos vivos, similares al mercurio, aún en concentraciones pequeñas”.
También, se halló plomo en el Valle Central, ciertas zonas de Guanacaste como en el Tempisque, por lo que concluyó que la península de Nicoya era muy rica en plomo, pero solo que en porcentajes muy bajos a los límites establecidos por el decreto.
En un segundo volumen del Atlas se espera hacer un análisis de rocas para determinar si las concentraciones de plomo son de incidencia natural o de la acción del ser humano, particularmente porque durante mucho tiempo a los hidrocarburos se les agregó plomo para aumentar el octanaje.
Casos llamativos para el investigador son los de cobre y cromo, pues en el caso del primero 100% del país presenta concentraciones que demandan una intervención, según ese decreto, porque perjudican la salud. En el caso del cromo, abarca cerca del 50% del territorio nacional.
Castillo prefiere ponderar los hallazgos tras insistir en que los niveles establecidos en el decreto deben ser revisados científicamente.
“Hay enormes vetas para la investigación, y el decreto ejecutivo N°37757- S hay que revisarlo; hay datos que todavía no se pueden aceptar como definitivos”, concluyó.