País

Cientos de migrantes pasan en silencio, pero a vista de todos, por la frontera sur

Agotados por la travesía y con las marcas que les deja en el cuerpo la selva del Darién, decenas de migrantes pasan todos los días por Paso Canoas y otras comunidades del sur en busca de continuar su ruta para alcanzar el “sueño americano”.

Con sus familias o amigos, caminan centenares de migrantes a diario por las calles de Paso Canoas, Ciudad Neily y Río Claro. Se les ve comiendo u ordenando comida en las sodas, comprando en las tiendas, alojados en cabinas, esperando en las terminales de autobuses, o sentados en las aceras, todos tienen un único propósito; llegar hasta Nicaragua y continuar su travesía.

La mayoría de ellos salieron desde su país de origen hace más de cuatro semanas, dejaron atrás sus familias, sus trabajos, la miseria, la corrupción de sus países, con la convicción de llegar a Estados Unidos y mejorar su calidad de vida. El camino no ha sido fácil, y más que una aventura, cada uno de sus relatos parece haber salido de una película de terror.

Centenares de migrantes se amontonan en la Terminal de Tracopa, en Río Claro, mientras abordan un autobús hacia San José. (Foto: Katya Alvarado).

En la zona sur, haitianos, cubanos, venezolanos y gente de otros continentes, pasan a la vista de todos, tan solo vienen de paso. No les gustan las fotos, tampoco quieren hablar con la prensa, tan solo acceden a contar pocos detalles sobre su trayecto.

Salir de Paso Canoas

Tras salir de Panamá, centenares de migrantes a diario llegan a Paso Canoas, donde enseguida se alojan en cabinas de precio accesible o continúan su ruta hacia San José.

En la frontera sur, la mayoría de ellos abordan taxis que los trasladan por cerca de $40 o $20 hacia Río Claro o Ciudad Neily, respectivamente. Los taxis van llenos, algunos hasta con siete pasajeros. Ellos no toman buses en Paso Canoas hacia San José, pues temen que Migración los pueda deportar a Panamá.

Familia de migrantes haitianos aguardan el autobús sentados en la acera con sus hijos en brazos y maletas alrededor (Foto: Katya Alvarado).

Al llegar a Río Claro, por ejemplo, las filas de más de 200 personas a las afueras de la terminal de Tracopa son una constante diaria. En ese lugar, gran cantidad de familias, muchas con niños recién nacidos y mujeres embarazadas, aguardan a subirse a un autobús. Ellos llegan a este lugar desde horas de la mañana a comprar sus tiquetes.

Algunos, según cuentan vecinos, esperan a las afueras de la terminal todo el día hasta que llegue el autobús que los transportará hasta San José. Mientras lo hacen descansan en la acera, compran comida en las sodas, la cual comparten en familia, o cargan sus celulares dentro de la terminal.

Otros prefieren comprar provisiones como gaseosas, galletas o “popis” en una especie de pulpería improvisada, la cual administra una vecina de la comunidad, quien comentó que incluso abre su garaje para que los migrantes puedan aguardar el autobús.

A las afueras de la terminal, también, haitianos en su mayoría, compran pipas, chips de recarga para sus teléfonos móviles y hasta ropa a vendedores ambulantes, en lo que es ahora una calle de comercio.

En una soda cerca de la terminal de autobuses en Río Claro, migrantes haitianos almuerzan en familia. (Foto: Katya Alvarado).

No solo las ventas ambulantes tienen lugar en esta calle, la ayuda humanitaria y la religión también. Miembros de la organización cristiana evangélica Gedeones Internacionales, que ya tiene un toldo cerca de la terminal, a diario llegan a esta zona de Río Claro y les brindan a los migrantes suero, leche, agua, crema de rosas, acetaminofén y otras medicinas, pues la mayoría vienen con diarrea y deshidratados. También les regalan pequeñas biblias con el nuevo testamento. Ellos, según cuentan, han cooperado con miles de migrantes que pasan por la frontera sur desde el 2017.

Al llegar uno de los 14 autobuses que salen a diario de esta terminal, los migrantes se amontonan en la fila para subirse a estos. Para ellos, el distanciamiento dentro de la terminal o fuera de esta no existe, y algunos incluso ni siquiera portan o utilizan de forma correcta la mascarilla.

Con rumbo hacia San José, sus horas dentro del país se encuentran contadas, pues su objetivo principal no es quedarse más en el país, sino desplazarse hacia la zona norte y cruzar hacia Nicaragua, donde estarán un poco más cerca de su destino final.

Dejar atrás la pobreza e inseguridad

La mayoría de migrantes que pasan a diario por las fronteras viajan a los Estados Unidos para mejorar su calidad de vida y dejar atrás tanto la pobreza como la falta de trabajo que los azota en sus países.

Ese es el caso de Francia, una de las haitianas que el lunes 27 de septiembre aguardaba uno de los autobuses de Tracopa en la terminal de Río Claro. Ella inició su travesía desde el 3 de septiembre, desde Chile, en compañía de su esposo y sus dos hijos.

Una mujer haitiana junto a su familia baja de un taxi con su hijo pequeño en brazos en Río Claro. (Foto: Katya Alvarado).

“Más que nada migramos porque el país nunca ha sido muy bueno, de repente estudias, pero luego no hay trabajo y tienes que salir a trabajar a otro lado. Cuando uno tiene hijos no quiere que ellos pasen por lo mismo. Uno quiere salir adelante, sobre todo para que sus hijos tengan educación y puedan trabajar en algo mejor. Incluso ahora es peor la situación sin presidente”, indicó recordando el asesinato del mandatario haitiano Jovenel Moïse el pasado 7 de julio.

“Es difícil la situación, no hay seguridad, nada. Sobre todo uno sale corriendo por seguridad, porque uno come en cualquier lado, nació y se crió ahí. Uno no puede decir que el hambre nos está matando, pero el problema es que no hay seguridad”, agregó.

Lo mismo señaló otro haitiano, quien prefirió no revelar su nombre para este reportaje.Inició su travesía hacia los Estados Unidos hace cinco semanas. Para él, la mayor dificultad en Haití es la económica, tanto así que desde el 2017 vivía en Chile.

“Salí de Haití desde el 2017 buscando una salida, una vida mejor. Es difícil la vida allá, como en todo lado hay dificultad, pero en algunos países hay más, especialmente económica. Allá yo estaba estudiando, y más o menos trabajando, pero el trabajo no pudo responder a mi responsabilidad, por eso tenía que salir de Haití, ir a Chile, y de ahí a otro lado. Tengo dos hijos en Haití”, indicó.

Su travesía por la selva del Darién ubicada entre Colombia y Panamá, conocida por ser una de las más peligrosas del mundo, es de terror, comentan.

“Yo duré 5 días en la selva, tomando sopas de sobre, cuando se conseguía un poco de agua lo compartíamos entre todos hasta salir afuera. La montaña es difícil, si te resbalas te puedes matar; el camino más difícil. Ando con una alergia en los brazos, las ramas que hemos pasado, los bichos que nos pican. Los pies los tengo alterados. Hay mujeres embarazadas que mejoraron en la selva. Lo más difícil fue el hambre, acostarte en la selva y que empiece a llover, terminar mojada”, mencionó Francia.

Migrantes aprovechan la espera para comprar ropa y comida a vendedores ambulantes cerca de la terminal de autobuses. (Foto: Katya Alvarado).

Selva deja personas desaparecidas y muertos

No solo haitianos llegan hasta Río Claro para continuar su recorrido hacia los Estados Unidos, cientos de cubanos también. El 28 de septiembre, un grupo de siete cubanos, aguardaba uno de los autobuses de Tracopa.

No hace falta conversar con ellos para comprender los azotes que recibieron en la selva del Darién, pues sus cuerpos lo reflejan. Sus pies hinchados, rotos y con sarpullidos muestran a simple vista el trato de la jungla.

Ellos dejaron atrás la difícil situación económica y política que vivían en su país. Cuentan que lo que ganaban en sus trabajos ni siquiera les alcanzaba para vivir, pese a que son titulados, por eso tomaron la decisión de salir de Cuba.

“Es desastroso, no hay nada. En Cuba nos pagan 500 pesos, y con eso no te compras ni un par de zapatos. Con eso tienes que comprarte la comida de tu casa, la ropa con la que vas a trabajar. Yo trabajaba dando clases y luego en una panadería de noche. Los fines de semana buscaba otro empleo. Yo solo vivía con mi abuela. Mi abuela trabajaba y entre las dos no podíamos. Ellos nos obligan a irnos. Luego, el título no te sirve para nada, tenés que pagar $1000 para que te validen el título y poder ejercerlo en otro país”, agregó una de las migrantes cubanas.

Lo más difícil, según comenta este grupo de migrantes cubanos, fue la selva. Allí vieron de todo, desde la muerte de personas, partos y hasta personas desaparecidas.

“Lo último que vimos fue un papá cargando a su hija, la mamá dio a luz y falleció. El cuerpo se quedó ahí. También, la corriente del río se llevó tres haitianos, la presión se los llevó. Los cuerpos quedan ahí porque ya es difícil caminar para una sola persona. Tienes que caminar en la loma y agarrarte con las manos, te agarrás de las ramas”, comentó una cubana.

Agregó que incluso las violaciones sexuales a mujeres y hombres se convierten en una pesadilla para muchos de los migrantes. “A una muchacha brasileña la agarraron por el cuello, la pusieron en cuatro, y la tenían con un cuchillo sobre el cuello, la querían violar”.

“En el camino viene gente que perdió familiares, una mujer viene con los dos niños, el esposo se murió en la selva. Le dio un infarto. También hay desaparecidos”, agregó otra de las cubanas.

Esto fue acuerpado por miembros de la agrupación Gedeones Internacionales, quienes comentaron que muchas mujeres en este momento están embarazadas producto de alguna violación en el camino.

Los cubanos comentaron también que varios de ellos tuvieron que atravesar la selva descalzos, pues se les rompieron sus zapatos. En el camino, según comentan, comían sardinas y tomaban agua del río, por lo que padecieron vómitos y diarrea durante el trayecto.

“Mi esposo caminó sin zapatos y con mi mochila. Después de tanto caminar el cuerpo se siente mal. Con poca alimentación venimos, te comes una galleta, un refresco, pero el cuerpo no tiene comida. Además, por agua sucia venimos enfermos con diarrea, deshidratados, y vómito. Una niña, en el camino, casi se muere de la infección que tenía por el agua del río”, señalaron.

Agregaron que la policía en países como Bolivia, Colombia y Perú son corruptos, pues les pidieron dinero para poder seguir su camino. En Colombia, incluso, las autoridades policiales les robaron miles de dólares y rompieron la ropa.

Según los datos de la Dirección de Migración y Extranjería, 8.068 personas de diferentes nacionalidades han sido rechazadas en el principal puesto migratorio fronterizo con Panamá desde enero de 2020, pero en Estados Unidos las autoridades registran en promedio más 180.000 migrantes detenidos por mes en su frontera sur, muchos de los cuales pasaron por Costa Rica en silencio, pero a la vista de todos.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido