País

El cambio climático golpea al cinturón verde de América

La evidencia del cambio climático es clara en el territorio costarricense.

Atrapado entre dos océanos y cruzado por una sucesión de cadenas montañosas, el pequeño territorio de Costa Rica ofrece un espectáculo natural único: portentosas selvas, arrecifes coralinos habitados por tiburones y humedales estacionales que refugian aves migratorias de toda América.

Sin embargo, ese mismo tesoro está ahora en jaque: el aumento de la temperatura mundial producto de la actividad humana tiene en peligro al benjamín verde del continente, que alberga el 4% de la biodiversidad global y casi cinco millones de personas.

Mientras las autoridades locales trabajan sobre un Plan Nacional de Adaptación que permita englobar las acciones nacionales contra el cambio climático, expertos y activistas van haciendo un conteo de batallas que hace falta remontar y algunos goles que va metiendo el equipo de casa.

Un punto delicado hasta ahora son las áreas protegidas costeras, como el Parque Nacional Cahuita, en el caribe sur, cuya playa ha perdido decenas de metros en los últimos años producto de la erosión costera.

Parques como este y otros que dan la cara al mar Caribe o el océano Pacífico son un destino obligatorio para el eco-turismo, el principal motor económico del país, y estos primeros indicios de impacto del cambio climático han obligado a tomar medidas como cerrar accesos y cambiar puestos administrativos y de seguridad.

Ingrese a nuestra plataforma Ojo al Clima, nuestro sitio especializado en cambio climático.
Ojo al Clima, suplemento de cambio climático.

Una pregunta más amplia son las áreas protegidas como un conjunto. Costa Rica goza de un celebrado sistema de conservación que protege poco más del 26% del territorio, pero su sostenibilidad es incierta en un planeta más caliente.

“Antes hacíamos conservación para decir que íbamos a proteger una zona por los próximos 100 años. Ahora, con cambio climático, la pregunta es si lo que hoy tengo protegido me va a durar 5, 10 o 15 años”, explicó el biólogo Lenín Corrales en un reportaje publicado en 2016.

Los ecosistemas que estas áreas resguardan ya han mostrado las primeras señales de alerta. En el Océano Pacífico, el Parque Nacional Isla del Coco ha sufrido trastornos por los eventos del fenómeno meteorológico El Niño y los expertos temen que corales, tiburones, bosques y los propios empresarios turísticos sufran si las aguas se calientan alrededor de la isla y esta pierde las condiciones que le permiten albergar esa vida ahora.

En la costa pacífica, una parte del árido Corredor Seco Centroamericcano se interna en territorio costarricense y castiga a la provincia de Guanacaste, que todavía tiene una economía eminentemente agrícola y sufrió una de sus peores sequías en 2015. Como en otras partes del istmo centroamericano, este departamento registró récords mínimos de precipitación ese año.

Justamente en las planicies guanacastecas los productores de caña están ideando un sistema de alerta temprana que les permita preveer fenómenos similares en el futuro, de modo que puedan tomar medidas para reducir su impacto. Un esfuerzo más amplio para remozar el sistema de seguros agrícolas pretende recompensar a los productores que practiquen medidas de adaptación climática.

De la economía costarricense, con frecuencia ha sido el sector agrícola el más afectado: los cafetaleros le pierden fe a sus cultivos y reportan cambios en patrones de afloramiento, maduración y plagas.

“Hemos bajado nuestra producción de café por hectárea por maduración temprana del fruto y por las enfermedades”, dice Maritza Calderón, caficultora de las montañas del León Cortés, al sureste del país.

Por esto, cafetaleros y científicos se han aliado para fortalecer al sector con mejores semillas y prácticas agrícolas. Para un país con una tradición cafetelera de más de 200 años, hallarle la salida del laberinto es una obligación casi moral.

“A nivel internacional, Costa Rica es visto como un país líder en café. Entonces hay que buscar acá estas alternativas”, dijo el brasileño Elías de Melo, experto en este cultivo y en sistemas agroforestales del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), con sede en el país.

Esfuerzos similares se están dando desde el campo forestal, que está percibiendo desde ahora los desgastes del cambio climático, e incluso con propuestas de comprender el istmo centroamericano como un gran nodo de adaptación climática que debe trabajar en conjunto en temas como biodiversidad y agro.


Este artículo es parte de un esfuerzo internacional para evidenciar el impacto del cambio climático en vísperas de la inauguración del próximo presidente estadounidense, Donald Trump. UNIVERSIDAD participa junto a medios como Univisión, The GuardianAnimal Político (México), O Globo (Brasil), Semana (Colombia), Nuevo Día (Puerto Rico) o Gizmodo en español (EEUU).

Suscríbase al boletín

Ir al contenido