Durante el año 2024, 11.768 niños, niñas y adolescentes fueron atendidos por abuso sexual en los servicios de consulta externa de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y 1.337 en los servicios de emergencia. Las cifras de las atenciones en consulta externa aumentaron un 51% en comparación con el año 2022, mientras que las atenciones en emergencia, un 49%, según muestran los datos solicitados por UNIVERSIDAD a la Caja.
Entre las posibles causas de este aumento en la violencia sexual contra la niñez se mencionan una naturalización de la violencia en todos los espacios y un repunte del machismo, un incremento de la negligencia parental, la cultura conservadora que calla ante las situaciones de abuso intrafamiliar en las familias y en las iglesias, y una negligencia institucional en la protección de la niñez, explicaron personas especialistas entrevistadas.
“Siempre hay que invitar a las niñas y los niños a hablar” y recalcar que “el único responsable del abuso sexual es el ofensor”, Vilma Leandro, psicóloga.
El abuso sexual es posiblemente la más dañina de todas las formas de abuso. Los impactos neurofisiológicos, de salud mental, de salud física, e interpersonales son daños gravísimos de los que se habla poco y que deben ser tratados extensamente. Como han destacado expertos, los abusos sexuales son delitos que atacan la libertad y la voluntad sexual de niños, niñas y adolescentes; pero cuando se les cree, cuando hay un acompañamiento, un buen proceso legal y el apoyo de la familia y círculos cercanos, los menores pueden recuperarse y seguir adelante.
Milena Grillo, cofundadora, directora de estrategia y directora de la Fundación Paniamor (1989-2017), explicó que cuando uno trata el tema de niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual siempre habrá un subregistro de lo que realmente ocurre y que quienes han investigado esto afirman que “por cada caso identificado o que sale a la luz hay siete que no se conocen”.
Grillo citó la teoría comunitaria del sociólogo estadounidense David Finkelhor, sobre cómo tenemos que organizarnos como sociedad, como colectivo, con estrategias y redes de prevención para resolver los factores que hacen que unos menores sean más vulnerables que otros al abuso sexual. El no solventar esos factores “es lo que hace que continúe ese crecimiento de este hecho tan dañino, violatorio y doloroso”, aseveró la experta, asesora de organismos gubernamentales y no gubernamentales de América Latina en equidad de género y prevención de violencias con énfasis en primera infancia y adolescencia.
¿Cuáles son los factores de mayor vulnerabilidad? Uno es que son niños y niñas a los que les falta información, que no conocen sobre el abuso y que no han sido educados o preparados para reportar el abuso a otro adulto. Otro es que son menores “que crecen en hogares aislados, esos hogares de puerta cerrada, donde los vecinos oyen que ocurren cosas pero donde nadie tiene que entrar porque cualquier persona que entre va a identificar que hay algo en el niño o la niña que indica que está en esa situación”. El tercero es que son niños y niñas que están expuestos a colectivos y contextos riesgosos, por la violencia o por la instalación de los parámetros del patriarcado, señaló Grillo.
Grillo añadió que en 37 años de existencia de Paniamor siempre ha ocurrido que son las docentes las que más denuncian, “pues no tienen temor ni pereza a ver que un niño está presentando conductas diferentes, a sentarse a hablar con él, a sondear cómo va la cosa y a actuar inmediatamente si se identifica una sospecha de situación”.
Repunte de violencia de género
El 27 de febrero, la Fiscalía de Turrialba probó que un sujeto, de apellidos Aguilar Barboza, era responsable de cometer dos delitos de abuso sexual en perjuicio de una niña de nueve años, que llegaba de manera regular a comprar dulces a la pulpería que él manejaba en el barrio El Dos, en Santa Teresita de Turrialba, por lo que fue sentenciado a ocho años de prisión.
El 13 de febrero, una niña de 11 años dio a luz a una bebé de aproximadamente 30 semanas —la cual falleció después— en el baño de su vivienda, en Los Geranios de Guácimo. Se investiga al padrastro de la niña, de apellidos León Arias, por violación calificada (cumple 6 meses de prisión preventiva) y a la madre, de apellidos Suárez Acosta, por supuesto incumplimiento del deber de patria potestad, indicó el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
“Estamos en un ambiente de promoción de la violencia, donde se favorecen esas prácticas, la impunidad y un repunte del machismo. Pero yo creo que, en general, tiene que ver con el repunte de la violencia de género, de este permiso social de dañarse y aprovecharse de la vulnerabilidad de las mujeres y de las niñas”, planteó sobre el aumento Vilma Leandro Zúñiga, psicóloga, docente e investigadora de la Universidad de Costa Rica (UCR) con amplia experiencia en menores en contextos de riesgo y vulnerabilidad social.
Leandro también apuntó que hay un aumento de la negligencia parental: “Los papás en las familias no se están encargando de los niños de la manera como debe ser. Hay un colapso parental, los padres no saben o no pueden cuidar; hay un fallo ahí y eso aumenta efectivamente el riesgo”.
Asimismo, muchos padres con jornadas laborales muy extensas están excluidos de los servicios de la red de cuido y las guarderías no dan abasto, enfatizó Leandro. “Es un problema de los sectores medios para abajo, tienen muchas dificultades para el cuido. Eso hace que chicos y chicas se vean expuestos a situaciones de abuso”.
Para Ana Teresa León, psicóloga y expresidenta del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), “el abuso sexual podría venir aumentando porque se ha venido resquebrajando todo lo que es el control social”.
“Lo que tradicionalmente en una sociedad como la nuestra contribuía a que la gente se autocontrolara, se autorregulara o tuviera más cuidado, se ha venido resquebrajando y como que hay una ‘permisividad’. En el imaginario colectivo se ve como una flexibilidad, como que todo es permitido”, sostuvo la académica jubilada de la Universidad Nacional (UNA).
León también mencionó el ciberacoso o ciberbullying. “Ese es otro espacio donde se generan esos procesos de ‘seducción’ de estos criminales, que son muy sutiles, no se muestran agresivos ni nada, se aprovechan de descuidos de parte de las familias o de condiciones de desprotección, y eso hace que la persona esté en una condición de más riesgo para una situación de abuso”, dijo.
Naturalización de la violencia
Un hombre de apellidos Díaz Valdivia admitió haber cometido 19 violaciones calificadas y 4 delitos de actos sexuales remunerados, en perjuicio de su hija menor de edad, por lo que el 19 de febrero recibió una pena de 218 años y 8 meses de prisión (readecuada a 32 años), indicó el Ministerio Público. Los hechos ocurrieron entre noviembre del 2014 y enero del 2024, en Santa Cruz, donde vivía la familia. Díaz amenazó a la víctima con matar a su mamá, para que no le contara a nadie; pero, producto de las violaciones, la niña resultó embarazada.
De acuerdo con Oscar Valverde Cerros, psicólogo y director ejecutivo de la Fundación Paniamor, el subreporte del abuso sexual tiene que ver con dos dimensiones: una es la vulnerabilidad de las víctimas, que no siempre saben cómo denunciar o sobrepasa sus capacidades la posibilidad de reportar que están siendo abusados; y la otra es que muchas veces se da en el contexto de las familias, por lo que hay ocultamiento para no exponer —por decirlo así— a una sanción penal a quien ha sido el abusador dentro de las propias familias.
Con respecto al aumento, Valverde señaló que se observa un contexto social muy complejo en el que ciertas situaciones de violencia están siendo naturalizadas. “Usted ve cómo cada vez hay más violencia en todos los espacios, incluso en los espacios digitales”, resaltó Valverde y mencionó el caso reciente de la desaparición de la colegial Valentina Brenes Vega, quien fue encontrada en Parrita.
La Fiscalía abrió una causa penal en contra de un hombre de 29 años, de apellidos Álvarez Ulate, por el presunto delito de seducción de persona menor de edad por medios electrónicos.
“La menor fue seducida en línea; es decir, que fue víctima de grooming y la gente ataca más a la chica que al adulto, al perpetrador, al supuesto agresor, al supuesto delincuente”, como sin tener una clara visión de que a la sociedad le corresponde asegurar entornos libres de violencia para niños, niñas y adolescentes, recalcó Valverde.
Valverde también alertó del crecimiento de una cultura que entroniza situaciones de violencia o las tolera: “Incluso a veces uno escucha hablar a personas de la ‘generación de cristal’ cuando chicos o chicas reportan alguna situación de violencia en sus escuelas o familias y es como si de repente empezáramos a pensar que los niños, niñas y adolescentes deberían soportarlo y que ese reporte representa una debilidad o una fragilidad de las víctimas, en lugar de un acto inadecuado de quienes los violentan o cometen ese abuso”.
4.174 denuncias en 2024
El 15 de enero de este año, un hombre, de apellidos León Sibaja, fue sentenciado a 47 años de prisión, luego de que la Fiscalía de Grecia demostrara que cometió los delitos de violación, abuso sexual y corrupción de persona menor de edad, en perjuicio de su sobrina, hija e hijastra, informó el Ministerio Público.
De acuerdo con la acusación fiscal, los hechos ocurrieron entre el 2003 y el 2014, en Naranjo. Las primeras agresiones fueron cometidas en perjuicio de su hijastra, cuando ella tenía entre 8 y 12 años de edad. Para esa época, el hombre tenía una relación con la mamá de la ofendida, por lo que vivían en la misma casa, donde él aprovechaba el momento a solas con la víctima. Tiempo después, León se fue a vivir con su mamá, donde cometió un delito de abuso sexual, en perjuicio de su sobrina de 6 años. La Fiscalía comprobó que el hombre también agredió sexualmente a su hija, de 6 años.
En el 2022, ingresaron al Ministerio Público 4.292 denuncias de delitos por abusos sexuales contra personas menores de edad e incapaces, cifra que aumentó a 5.407 en 2023 y alcanzó 4.174 en 2024, según datos del Subproceso de Estadística del Poder Judicial, suministrados por el Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a la Justicia.
Como expresó Génesis Cruz, comunicadora y embajadora del Movimiento de Valientes Latinoamérica y el Caribe en Costa Rica, lo que más preocupa es que las organizaciones que trabajan con las infancias conocen que hay todavía una enorme cantidad de casos que no llegan ni siquiera a ser denunciados o que no llegan a hacerse públicos “porque hay una cultura todavía bastante conservadora, que pretende defender la idea de la familia tradicional a toda costa”.
“¿Eso qué significa? Significa callar ante las situaciones de abuso intrafamiliar. Muchas de las situaciones de violencia sexual que viven las infancias son dentro de sus hogares, y dentro de los espacios que deberían de ser seguros y de cuido, con sus familias o en las iglesias. Las familias a veces son cómplices de cómo se perpetúa ese silencio y dejan en total abandono y desprotección a las personas menores de edad que están viviendo esos traumas y esas agresiones”, describió Cruz.
El Movimiento de Valientes Latinoamérica y el Caribe es una iniciativa a nivel mundial para la erradicación de la violencia sexual contra las personas menores de edad, conformado por activistas, sobrevivientes y organizaciones de la sociedad civil —en Costa Rica la integran 25 organizaciones—.
En el caso del país, Cruz alegó que, si las cifras aumentan, “aún cuando las instituciones encargadas de atender esto han sufrido recortes de presupuesto”, es una señal de alarma muy grande “porque sabemos que en los últimos años han salido a la luz denuncias sobre la negligencia institucional en la protección de la niñez”.
La herida del abuso
Ana Teresa León advirtió sobre los daños gravísimos que tiene el abuso sexual, el cual tiene que ser tratado extensa y cíclicamente por terapeutas y otras personas: “Si el abuso se da cuando se es niño o niña hay que trabajarlo en ese momento, hay que volverlo a trabajar cuando entra a la adolescencia y mucha gente lo necesita volver a trabajar cuando son adultos jóvenes; es una herida muy complicada. Se requiere todo un trabajo, un tratamiento para que la persona pueda salir adelante y pueda desenvolverse en su vida personal, social, emocional con tranquilidad; es muy fuerte el daño”.
Vilma Leandro explicó que además se sabe que entre menor sea la edad de la persona que reciba el abuso, más grave es el daño a nivel psicológico.
Cuando el abuso ocurre en la etapa prelingüística —antes de que el niño hable—, es peor, porque no tiene las herramientas para comunicar lo que le está pasando ni los recursos para poder procesarlo. Hay una afectación en el área del lenguaje, en la identidad personal, en la regulación emocional, en los procesos de aprendizaje y con problemas de conducta, dijo Leandro.
Los niños sufren una estigmatización, tienden a sentirse excluidos, marginados. El abuso impacta su vivencia de la sexualidad, ya sea que niegan la expresión de su identidad y en sus prácticas sexuales, o al contrario. Hay también sentimientos de traición, mucha dificultad para confiar en las demás personas y en el mundo, lo cual se agrava si la persona abusadora es una figura importante para el niño o la niña o cuando el niño cuenta, pero no le creen. Y finalmente, sufren impotencia, esa sensación de frustración permanente y de sentir que no puede hacer nada, “como una derrota del mundo”, expresó Leandro.
Aunque el abuso no es prevenible, en el sentido de que el único responsable es el ofensor sexual, cuando las mamás y los círculos familiares apoyan a los menores en la denuncia, se suele tener un mejor resultado y desenlace, dijo Leandro. Esos son los “factores protectores” que pueden ayudar: creerle al niño, apoyo familiar, acompañamiento en los procesos judiciales y evitar la revictimización.
“Una experiencia de abuso no define a una persona. Con un acompañamiento, con un buen proceso legal, el apoyo de la familia y círculos cercanos, y dejar de estar expuesto al abuso, los niños pueden recuperarse y seguir adelante”, resaltó la psicóloga.