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Banco Central proyecta el menor crecimiento económico desde la crisis 2008-2009

Las proyecciones dadas a principios de 2019 consideraron escenarios que no se cumplieron. Cunde el pesimismo y la desconfianza, en línea con el entorno internacional, aunque el paisaje en las zonas francas es otro.

Al comenzar el año ya se sabía que la economía costarricense no andaba bien, que la gente estaba sobre endeudada y quitada para comprar, que los empresarios de todo tamaño tenían poco ánimo para invertir y que la aplicación del nuevo IVA traería más confusión y escepticismo a un entorno de recesión que, además, no es demasiado distinto al clima internacional.

El problema es que las cosas han resultado peores de lo que pensaban los expertos del Banco Central de Costa Rica (BCCR) y ahora tuvieron que reajustar la expectativa de crecimiento de la economía, sin poder descartar que las cosas empeoren más por elementos como la economía mundial frenada, la crisis en Nicaragua, el efecto del clima sobre la agricultura y el alto endeudamiento que sofoca al Gobierno y a las hogares.

Ahora Costa Rica posee una tasa proyectada de crecimiento de economía del 2,2%, la menor cifra desde la crisis internacional que golpeó a la economía tica entre 2008 y2009. Ya no es el 3,2% que se proyectaba en enero para la expansión del Producto Interno Bruto (PIB). Las condiciones previstas no se dieron y ahora se cree que la producción en el 2019 será aún menor.

“Ya no es alcanzable”, sentenció el presidente del Banco Central, Rodrigo Cubero, este lunes al presentar a la prensa la revisión del Programa Macroeconómico 2019-2020.

Cubero dijo que los efectos de la reforma fiscal se reflejaron en mejores condiciones para colocar crédito en el exterior, pero que eso no tuvo el efecto esperado sobre la inversión interna y menos aún en el ánimo consumidor, lo que hace que la economía interna se mantenga frenada.

El panorama es especialmente gris para el agro y la construcción, sectores que no solo han visto reducida su tasa de crecimiento. Ellos sí han retrocedido, producen menos que antes, lo que dificulta el empleo para personas menos calificadas en tiempos en que se reduce el disponible de recursos de los hogares y más mujeres y jóvenes deciden salir a buscar trabajo.

La tasa de desempleo general se mantiene en 11,3% porque el incremento en opciones laborales se ha quedado corto ante las personas que quieren un puesto para llevar dinero a su casa. Entonce ha ocurrido lo lógico: “los costarricenses se han apretado la faja”, dijo Cubero en relación con el frenazo en el consumo. Por ejemplo, cada vez se venden menos vehículos.

Esto se refleja en la caída en importaciones de bienes, lo que ha achicado la brecha frente a las exportaciones. Ambos rubros se han desacelerado, aunque no a todos les va mal: las empresas establecidas en regímenes especiales mantiene números como de otro planeta. Es decir, los negocios dinámicos de zonas francas, lo cual hace que su bonanza no se refleje suficiente en los ingresos fiscales del Gobierno. Cubero reconoció que hay una “dualidad”, dos caras distintas en una misma economía.

En el apartado de noticias negativas está también el déficit fiscal del Gobierno, que ahora se prevé cierre el 2019 con un valor de 6,3% del PIB y ya no el 6,2% pensado al principio de este 2019. Una razón fuerte es que la carga de intereses sigue creciendo como una bola de nieve, pero “no de forma explosiva”, pues los resultados de algunos reacomodos crediticios no se verán aún, explicó Cubero.

El presidente del Banco Central dijo que la previsión de dar sostenibilidad a las finanzas públicas continuará “en el tanto se respete la regla fiscal y su aplicación, incluidas entidades públicas más allá del gobierno central”, lo que permitiría revertir la curva del déficit en el 2023, a pesar de que en ese año el porcentaje de deuda respecto al PIB puede rondar el 65%. De momento, las finanzas públicas siguen en rojo.

El problema, en el fondo es que la economía no despierta. De poco han servido las cuatro veces que el Banco Central ha bajado la Tasa Básica Pasiva (TBP) para intentar reducir las tasas de los préstamos y que la gente tenga más dinero para invertir o consumir. Tampoco hay efectos de la baja en el tipo de cambio. La economía se rige más por los misterios de la confianza y el ánimo que por el mismísimo dólar.

Y en Costa Rica es la confianza la que se ha depreciado. Las desconfianza de consumidores y empresarios para invertir no es algo que pueda activar el Gobierno, “porque no somos una economía centralizada ni socialista”. Es el mercado el que puede aprovechar o no las condiciones propiciadas por las autoridades, o sobreponerse a ellos, según cómo se vea.

Pero tampoco es un asunto que dependa del esfuerzo de los actores de la economía interna. En un mundo globalizado importa mucho lo que ocurra en el entorno internacional, de donde también llegan noticias más bien grises: desaceleración del comercio mundial, batallas entre potencias, inestabilidad del precio de materias primas y un crisis en Nicaragua que ya provocó una reducción de 20% de la exportaciones ticas a ese país y también amenaza las ventas al resto de Centroamérica.

Se añade el descenso en el precio internacional de productos importantes en la producción costarricense, como el café (dos años en constante reducción), la piña (con la irrupción de productores asiáticos) o el azúcar. En el agro, además, ha resultado doloroso el impacto de los trastornos climáticos.

La exposición de Cubero, sin embargo, dejó ver satisfacción por mantener controlado un indicador prioritario: la inflación, pues esto impacta de manera directa sobre las familias de menos recursos. Sostiene que el efecto del ingreso del IVA es reducido.

Las proyecciones del BCCR, sin embargo, son eso, previsiones basadas en el comportamiento de factores que, sin embargo, podrían cambiar en el futuro cercano y empeorar más el panorama económico o provocar el milagro de alguna mejoría suficiente para que el 2019 se cierre con un crecimiento superior al 2,2% que se prevé ahora. Dependerá de factores como el precio del petróleo, la crisis en Nicaragua, el manejo de las finanzas públicas o incluso conflictos sociales que vuelvan a provocar un efecto en la economía, como ya ocurrió en 2018.

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