Ardelia Maurel piensa que hay dos etapas de su vida que funcionan como una bisagra: Una antes de ser feminista y la otra, la de ahora. Prefiere hablar de la feminista y recordar a la de antes como las lecciones de un lugar a donde no quiere regresar. “El movimiento me cayó del cielo”, repite constantemente.
Entra al salón de entrevistas moviendo constantemente las manos, que parecen un poco sudadas por los nervios. Dice que no está acostumbrada a ser cuestionada, sino más bien a realizar las preguntas. Antes presentaba bites televisivos dentro del Canal UCR.
La joven es militante feminista del colectivo recién formado en Costa Rica “Pan y Rosas”, donde se integran grupos organizados en más de diez países. Desde que es parte del movimiento, hace seis meses, respira, sueña y vive el feminismo. Tiene 20 años y al menos dos años de ellos los ha dedicado a educarse en derechos de las mujeres. Según ella, es lo mejor que ha experimentado en su vida.
Ardelia es pequeña de estatura, tiene el cabello cortado en pixie, con mechas amarillentas en los costados y una voz muy grave, bastante singular. En su vestimenta resaltan dos colores: verde y morado, conmemorando la lucha por el aborto gratuito, legal y seguro. Una de sus principales luchas dentro de la militancia.
Cuando dice que el “feminismo la salvó” lo dice en serio. Cuando tenía 15 años fue víctima de “pornovenganza” -difusión de fotos privadas en redes sociales- que la hizo entrar en depresión por años. “Yo me sentía muy mal y no le quería decir a nadie, ni a mis papás. No hice nada, solo aguanté todo lo que me decían. Me sentía como una enferma, sucia”, lamenta.
Hasta hace dos años, cuando una joven de menor que ella, que pasaba por la misma situación, la cuestionó sobre cuáles acciones había tomado para detener el abuso, ella se dio cuenta que nunca había hecho nada.
Decidió grabar un video contando su experiencia, con un feminismo incipiente, hablando sobre el respeto a la mujer, como ella afirma, “desde sus emociones”. La historia se viralizó y múltiples colectivos se le acercaron. “Ahí mi vida cambió”, recuerda.
Pan y Rosas
Pan y Rosas es un colectivo feminista nacido el ocho de marzo del año pasado. Impulsa el socialismo y el apoyo e integración de las mujeres de la clase trabajadora en el país. Se reúnen semanalmente para discutir sus políticas y una de sus metas es educar y ayudar a todas las mujeres que lo necesiten. “Militar me salvó la vida. Estaba en un lugar muy oscuro y creo que las chicas necesitamos ambientes como el de Pan y Rosas”, enfatiza Maurel.
El colectivo, aunque se denomina de izquierda, dice estar en contra de las políticas de gobiernos como el de Nicolás Maduro y Daniel Ortega. “Esos también son machos violentos. Nosotras nos hemos manifestado en contra de cualquier opresión hacia los pueblos. Tratamos de externarlo constantemente”, explica la joven.
Los nervios de ser entrevistada desaparecen al hablar sobre su militancia dentro del feminismo. Alza la voz, habla firme y su rostro adquiere un semblante más fruncido que antes. “Cuando entendés que todo es político, nuestros cuerpos, cambia todo”, dice exaltada.
Cuando no está en reuniones y plantones colorados de verde y morado, estudia teatro dentro de la Universidad de Costa Rica. No obstante, afirma, su pasión es estar dentro del activismo.
La Ardelia de ahora dice lo que piensa sin temor a nada. Critica al capitalismo, al gobierno y al patriarcado, todos por igual. No vacila en denunciar las injusticias a la que las mujeres viven diariamente. “Las mujeres somos oprimidas de muchísimas formas” dice firmemente.
Habla desde su propia experiencia cuando menciona “la opresión laboral de la mujer”. Al salir del colegio comenzó a trabajar dentro de call centers donde afirma, hay una dinámica abusiva. “Donde trabajaba era un ambiente muy tóxico, muy patriarcal. Jefes que acosaban constantemente a las trabajadoras, todo el tiempo. Yo ya tenía una conciencia política y no podía tolerar eso. Es duro porque a las mujeres no solo nos oprime el patriarcado, nos oprime el capitalismo también”, explica.
“Somos seres políticos”
“Yo siento que hay una vara en mi sangre que necesitaba militar. Desde pequeña se me inculcó la política. Me metí a esta vara no para ser una figura política, sino para colaborar donde haya justicias y tratar de incidir”, dice ferozmente.
Maurel cree que el Estado ha quedado debiéndole a las mujeres por lejos. Cree que si alguien difundiera sus fotos privadas de nuevo, lo demandaría sin pensarlo. Sabiendo, no obstante, que es posible que “nunca le hagan nada a su agresor”. Por eso dice luchar. “No podemos confiar en el proceso judicial. No está ahí para nosotras. Fue creado por maes así, para defender a maes así. Tenemos que luchar”.
Habla sobre Óscar Arias como uno de sus peores enemigos. Es para ella la representación de “todo lo malo que hay dentro de la sociedad costarricense”.
También habla sin parar sobre sus políticas feministas, el colectivo y el patriarcado. Le cuestiono:
-¿Cómo te describirías vos?
-¿Te referís a mi perfil o político o…?
-No, hablo de vos.
-Qué problema, ves. No puedo dejar de hablar de todo esto… Qué difícil. ¿La gente te responde rápido? Bueno… Quizás me describo como una mae muy apasionada, alguien con muchas inquietudes sobre la vida que le rodea.
Ardelia es joven, muy joven. Ella lo sabe bien. Por eso dice constantemente que nadie en saco y zapatos de vestir millonarios debería de definir el futuro de las mujeres que están y las que vienen. Es joven, sí, pero ella es una prueba viviente que la juventud es política, la juventud es mujer y no piensa dar paso atrás.