Algunos pronósticos iniciales del 2022 indicaban que la maquinaria del PLN iba a fracasar de nuevo, en los comicios presidenciales, y que el partido de gobierno podría quedar borrado del mapa de poder. No obstante, en las primeras horas del año nadie advirtió públicamente lo que acabó pasando: que ninguno de los candidatos visibles iba a tomar el mando en mayo, cuando las noticias mundiales iban a verse en problemas para calificar al economista desconocido que se convertiría en gobernante a bordo de una agrupación/experimento y con la ayuda de la periodista más famosa de la televisión nacional.
Los pronósticos se basaban parcialmente en las encuestas que colocaban al tradicional PLN en la punta de intención de voto y a una gran masa de indecisos que, como nunca antes, vacilaban a pocas horas de las elecciones y dejaban el terreno apto para que ocurriera casi cualquier cosa en esa primera ronda, pero sobre todo en una inminente segunda ronda que ya parece normal en la Costa Rica del siglo XXI.
La última encuesta CIEP-UCR, en semana final de enero, pintaba el cuadro más o menos así, pero advertía en medio de cinco nombres el crecimiento acelerado de Rodrigo Chaves, ministro de Hacienda en el primer semestre del 2020 y notable desconocido, dispuesto a dejarse guiar por su madrina política, Pilar Cisneros, que lo presentaría ante el pueblo como el hombre indicado y libre de los pecados de acoso sexual que habían marcado su entrada a las noticias electorales rumbo a los comicios de febrero.
Por eso, las señales de nerviosismo en la tarde soleada que hacía el domingo 6 de febrero en Alajuela, donde el candidato José María Figueres y su tropa del Partido Liberación Nacional (PLN) esperaban noticias de la segunda parte de la jornada electoral, bajo el deseo de que fuera Fabricio Alvarado el que ocupara el segundo lugar en los resultados de esa noche, en la ruta a la reelección de Figueres y a un triunfo del PLN 12 años después de su última victoria. De manera que pensaban que fácilmente vencerían al ahora diputado representante de una parte del movimiento conservador evangélico con el Partido Nueva República.
Sin embargo, un grupo en el PLN temía otra cosa, que resultaran ciertos los reportes sobre el ascenso de Rodrigo Chaves y su socia Cisneros, a pesar de que casi nadie reconocería a su Partido Progreso Social Democrático (PPSD), como incluso ocurriría ocho meses después, cuando ese Chaves ya estuviera consumado como el gobernante prometedor de un cambio radical en las dinámicas políticas locales.
Muchas cosas nuevas iban a ocurrir después, pero todo comenzaba esa noche cuando se confirmó que Rodrigo Chaves Robles, y no otro, sería el adversario de Figueres para la segunda ronda del 2 de abril. Era, advertían algunos analistas de inmediato, el peor contendor posible para el exmandatario que de por sí arrastraba sus problemas de un pasado cuestionado y de representar a lo más tradicional de la política. Lo más importante era el camino que tomaría ese 74% del electorado que no había votado por ninguno de ellos en la primera vuelta, la clave de la campaña hostil que se iba a desarrollar hasta que en la segunda ronda Chaves se confirmó como nuevo mandatario.
Chaves tomó el poder después de saber vender sus promesas similares a las que ocho años atrás habían dado el triunfo a Luis Guillermo Solís (prioridad en el pueblo, cero corrupción, un cambio contra lo tradicional), pero con un discurso “peleón” que tensó como nunca a algunos sectores y agradó a una parte de la población molesta con la política y sobre todo con los partidos políticos. La carencia de una agrupación consolidada para Chaves fue, más bien, una ventaja porque poca cosa había para cobrarle en el ejercicio del poder. El único pasado para revisar fueron los cinco meses que había ejercico como ministro de Hacienda, tras renunciar a una larga carrera en el Banco Mundial, cuando aún nadie en el país conocía los antecedentes de acoso sexual por los que fue sancionado en esa institución, un asunto que a para algunos electores era dudoso y para otros irrelevante.
Tiempo después, el principal estratega publicitario de la campaña de Chaves, Federico Cruz, iba a contar como un logro el haber sabido leer las inquietudes populares y haberle respondido con las palabras que quería escuchar. Por eso, “comerse la bronca”, por eso, el “se les acabó la fiesta” y, por eso, “volver a ser el país más feliz”, conceptos que facilitaron a los analistas redondear sus conclusiones sobre el ascenso de un nuevo tipo de populismo en Costa Rica, a tono con la tendencia internacional.
La campaña que no acabó
No era Chaves, ni de lejos, el primer político que echaba mano al populismo, pero sí cumplía fácil muchas de las formas del nuevo manual y además con un tono amenazante para los “poderosos”, una categoría en la que podían caber empresarios, políticos, jerarcas públicos, gremios de trabajadores estatales y medios de comunicación cuyas informaciones le desagradan. “Somos un tsunami y vamos a causar destrucción. Vamos a causar la destrucción de las estructuras corruptas de La Nación y Canal 7”, dijo en un acto aplaudido por Pilar Cisneros, cuya carrera periodística se forjó en esos medios. Esa promesa sería el aviso de la decisión del Gobierno, en julio, de cancelar el permiso de operaciones al centro de eventos Parque Viva después de que el máximo ejecutivo de La Nación dijo que ese negocio respaldaba las operaciones periodísticas, medida que en octubre la Sala Constitucional condenó como un ataque indirecto a la libertad de prensa.
La fórmula estaba probada y le funcionó para ganar las elecciones, tanto que al comenzar su gobierno apostó por lo mismo. Era un presidente en campaña electoral, aferrado a sus promesas y a los anuncios efectistas, consciente del apoyo de una parte de la población sedienta de transformaciones y del rencor de otra parte del país enojado con los últimos diez gobiernos y los actores que supuestamente los apoyaron por beneficio propio. Ahí, incluía a grupos empresariales, pero también a autoridades del Poder Judicial, como dejó claro cuando fue a reunirse con los magistrados de Corte Plena y les lanzó críticas por su trabajo y por sus privilegios, en nombre del pueblo, como nunca un mandatario había hecho antes.
Con un gabinete diverso y con rostros conocidos por cargos políticos previos, pero supuestamente escogido como se reclutan a los gerentes en las empresas, Chaves anunció que todos debían cumplir las líneas que él definiera. Era el inicio de un estilo personalista que inhibía a algunos nuevos jerarcas a hablar con la prensa, de maniobrar según su criterio porque el costo podía ser el despido, como se probó después con comunicados de la Presidencia que exaltaban la autoridad del mandatario. El ejemplo más claro fue el de Álvaro Ramos como presidente de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), mientras se consolidaban otras figuras más cercanas a Chaves: la ministra de Salud, Joselyn Chacón (exjefa de campaña y cuestionadora del manejo de la pandemia); el ministro de Obras Públicas y Transportes, Luis Amador (eco del estilo discursivo de Chaves); la de Educación, Katharina Muller; y Marta Esquivel, que en un año pasó de ser jueza en el Poder Judicial a ministra de Trabajo y luego a presidenta de la CCSS.
También, destacaban figuras como Víctor Carvajal, ahora ministro de Agricultura y Ganadería; Francisco Gamboa (Economía); y sobre todo Jorge Rodríguez, un antiguo dirigente de la juventud liberacionista que había trabajado durante el gobierno de Laura Chinchilla y que ahora es la mano derecha de Chaves, con cargo de jefe de despacho. En segundo plano ha quedado Natalia Díaz, la ministra de la Presidencia y primer reclutada en los tiempos electorales cuando se le cuestionaba al ahora mandatario la carencia de un equipo con mujeres, más allá de Cisneros.
Más ahora, Cisneros está ausente del trabajo del Gobierno. Como diputada y jefa de la fracción oficialista PPSD (electa en una votación interna dividida), la famosa experiodista de los editoriales televisivos contra los políticos ahora está del lado donde había prometido no estar y funge como escudera de Rodrigo Chaves y ministros, pero no su vocera ni nada parecido. La realidad política la mantiene fuera de las acciones del Ejecutivo y tampoco le ha deparado un margen de acción considerable en las negociaciones con otras bancadas. Cisneros ha sido más noticia por sus palabras y sus controversias con otros diputados o diputadas, incluso de su misma bancada.
Cisneros podría estar representando más bien un obstáculo para las negociaciones del Gobierno con las cinco bancadas opositoras, que ocupan 47 de las 57 curules y con el paso de los meses han consolidado posiciones adversas y críticas al gobierno de Chaves, después de que en los primeros 100 días parecían conceder el beneficio de la duda al Ejecutivo. Antes de agosto, cuando las encuestas indicaban una popularidad de casi 80% para Chaves, el ambiente en la Asamblea Legislativa distaba mucho de las tensiones electorales, pero en el último tercio del año se tornó más duro con noticias como la apertura de investigaciones de las finanzas de campaña, con especial énfasis en las de Chaves.
El incremento generalizado de los precios, el malestar con la economía y el retiro de algunas promesas de campaña no bastaron para volcar la alta popularidad de Chaves, aunque en la última medición de CIEP-UCR sí se reflejó que el mandatario perdió en octubre una de cada siete opiniones favorables de agosto.
Ese momento coincidió con otras señales de transigencia, como las reuniones y visitas necesarias en la negociación para que una mayoría legislativa aprobara los “eurobonos” y en el cambio de formato de las conferencias de prensa de los miércoles (que además han caído en audiencia en las redes sociales), con menos protocolo y más atención de periodistas. Tampoco pasó inadvertida la contracción de otorgar, este 1 de diciembre, una medalla al mérito por su aporte a la democracia a Olga Cozza, fundadora del Canal 7 al que el propio Chaves prometió destruir por considerarlo una estructura corrupta y mencionando explícitamente a René Picado, hijo de la homenajeada.
Pasados los primeros siete meses y los segundos de 100 días, diciembre llega como un respiro para evaluar los acontecimientos y sopesar las promesas de abaratar el costo de la vida desde el día uno, de ofrecer total transparencia y, en general, de recuperar la confianza popular en un ambiente político que aún espera las pruebas de la “revolución pacífica” que Chaves asegura haber liderado desde las urnas.