País En el Parque Nacional Manuel Antonio

Animales retornaron a sus horarios naturales durante cierre por COVID-19

Guardaparques aprovecharon del 21 de marzo al 30 de abril para realizar monitoreo. Resultados preliminares del estudio demuestran que cambios mínimos en la conducta humana pueden minimizar el impacto sobre la fauna silvestre.

Aprovechando el cierre que se estableció ante la pandemia por COVID-19, los guardaparques del Parque Nacional Manuel Antonio realizaron un monitoreo  del 21 de marzo al 30 de abril.

El monitoreo consistió en una serie de recorridos por los senderos y las áreas de playa para observar la fauna. Se hicieron en cuatro horarios: a las 8 a.m., a las 11 a.m., a las 3 p.m. y a las 8 p.m.

Al momento de ver a un animal, se tomaban datos como especie, número de individuos, sitio del avistamiento, actividad que estaban realizando y la hora.

Esas categorías de información son similares a las utilizadas por las investigadoras del Instituto Internacional en Conservación y Manejo de Vida Silvestre (Icomvis) de la Universidad Nacional (UNA), entidad que viene estudiando las interacciones entre animales y personas a causa del turismo desde hace 30 años.

Usualmente, en este parque nacional las horas en que se observan más animales son entre las 10 a.m. y la 1 p.m. Durante el cierre, los guardaparques vieron más animales antes de las 10 a.m. y después de la 1 p.m. En otras palabras, la fauna varió sus horarios.

“Sí vimos un cambio muy grande cuando hay turistas y cuando no los hay”, dijo Keily Otárola, una de las guardaparques a cargo del monitoreo, durante su intervención en el webinar titulado “Parque Nacional Manuel Antonio: la comida del turista en el menú de la fauna silvestre”.

Cambio de horario

Este resultado adquiere importancia a la luz de dos estudios anteriores realizados por el Icomvis en mapaches. Como especie, los mapaches son generalistas, es decir, comen lo que sea; son activos durante las noches y se adaptan fácilmente a ambientes alterados.

El primer estudio, liderado por Eduardo Carrillo, se realizó en 1989-1990. En esa oportunidad se les colocó collares con radiotelemetría y también se hizo observación directa. El segundo estudio, liderado por Laura Porras y estudiantes del Icomvis, se hizo en 2016-2017. Se replicó la metodología empleada por Carrillo, también se calculó la cantidad y tipo de alimento que ingresaba al parque así como la cantidad de turistas.

En 1990, Carrillo observó que los mapaches de Manuel Antonio tenían una actividad crepuscular; es decir, se desplazaban y alimentaban en horas cercanas al amanecer (4-6 a.m.) y anochecer (4-7 p.m.).

En el 2017, Porras y su equipo reportaron que los mapaches se concentraban en el área entre las playas Espadilla y Manuel Antonio, coincidentemente este es el lugar donde se alimentan los turistas, ya que existen bancas y mesas.

En cuanto a los horarios, los mapaches empezaban a tener actividad a eso de las 8 a.m., alcanzando su pico entre 10 a.m. y 12 p.m. para comenzar a disminuirla a partir de las 2 p.m.

“Ya no eran ni nocturnos, ni crepusculares. En el Parque Nacional Manuel Antonio los mapaches son diurnos”, comentó Porras en el webinar y agregó: “ese horario en que están activos, de 8 a.m. a 4 p.m., coincide con el horario de apertura del parque”.

Asimismo, la investigadora relató: “como andábamos siguiendo a los mapaches, lo curioso fue ver que los lunes, cuando no había turistas porque el parque no abre, estos animales no aparecen en la playa. También hemos estado en el área de playas, previo a que se abra el parque, y tampoco hemos visto a los mapaches. Apenas empieza a llegar la gente, empiezan a salir”.

Para la investigadora, sí existe un impacto muy significativo en la especie porque “pasar de un comportamiento nocturno o crepuscular a uno diurno implica muchos cambios”.

Según Grace Wong, directora del Icomvis, la sospecha es que otros grupos de animales como los monos también han variado sus horarios para coincidir con los turistas, lo cual está relacionado a la alimentación.

Estos animales se acostumbraron a ingerir alimentos que son usuales en la dieta de las personas, reemplazando frutos, hojas, insectos y crustáceos propios del bosque por galletas, snacks, golosinas y emparedados, entre otros.

Otros resultados

Otro resultado del monitoreo realizado por los guardaparques se relaciona al avistamiento de otras especies y la presencia de los animales en ciertos sitios.

Los guardaparques observaron garrobos, guatusas, venados cola blanca, mapaches, perezosos y ardillas. “Los garrobos y las guatusas siempre se ven, pero los machos de venados cola blanca son muy difíciles de ver y logramos ver varios, incluso familias porque vimos al macho, la hembra y a las crías”, comentó Otárola.

“Costaba mucho ver a las ardillas y logramos observarlas en diferentes sectores, principalmente en las playas”, agregó la guardaparque.

En cuanto a los monos, la especie que más se observó fue a los carablanca, seguidos de los congo y tití. A los carablanca los vieron mayoritariamente en senderos, mientras que los congos se avistaron más en la playa y los tití mayormente en los senderos.

“El mayor cambio lo vimos en los carablanca que se desplazaron del sector de playa, donde solían estar cuando había turismo, a los senderos. Mientras que los monos congo seguro tuvieron más confianza que antes para bajar a la playa”, dijo Otárola.

Con respecto a las actividades que estaban haciendo, los monos se estaban alimentando, mientras que la mayoría de los mapaches y guatusas estaban buscando alimento.

“Pudimos ver que la mayoría de los animales estaban buscando su alimento por sí solos. Por ejemplo: vimos a los carablanca desplazarse al bosque para alimentarse”, destacó Otárola.

El monitoreo continuó tras la reapertura del parque y aún se mantiene. Esta reapertura ha implicado una regulación en la cantidad de turistas y también se ha prohibido el ingreso de alimentos, a excepción de bebidas con fines de hidratación.

“En el sector de playa hemos visto que los animales no se están relacionando mucho con los visitantes. Como se prohibió el ingreso de alimentos, pues sí se ven, pero ya no viendo que se roban o que les dan. Como ya no hay alimento, entonces ya no se acercan al turista”, comentó Otárola.

Para las investigadoras, el solo modificar ciertas acciones humanas ya puede traer una serie de efectos positivos para restablecer el orden natural.

“Muchos de estos animales son generalistas y, por tanto, muy flexibles. Eso los hace adaptarse fácilmente a recibir alimento del ser humano, lo cual desde el punto de vista ecológico y biológico no es lo mejor para ellos”, destacó Wong.

“Viendo los datos del monitoreo realizado por los guardaparques se ve como esa flexibilidad también los ayuda a volver a su estado natural si se propician las condiciones, ya que van a aprovechar los recursos del bosque”, agregó la directora del Icomvis.

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