Días antes de llegar a la Presidencia de la República, en el 2002, el candidato del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), Abel Pacheco, lanzaba un llamado a “la unidad nacional” mientras emitía un discurso en Paseo Colón. Pedía a la población olvidar las divisiones políticas y aseguraba que gobernaría para todos.
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Doce años más tarde, otro candidato a la silla presidencial hizo una excitativa idéntica: “Convoco entonces a la unidad nacional, al sentido de propósito que quisieron nuestros fundadores”, dijo Luis Guillermo Solís al alcanzar la Presidencia de la República con el Partido Acción Ciudadana (PAC), logrando romper el bipartidismo en Costa Rica con un histórico triunfo de 1,3 millones de votos en segunda ronda.
Las dos citas prueban que la consigna de la unión nacional en campañas electorales no es para nada nueva, claro está. Aunque, probablemente, tampoco había sido tan imprescindible en el discurso político de la historia más reciente de Costa Rica como se impone ahora en las estrategias de campaña de las dos tendencias que se disputarán la Presidencia de la República en la segunda ronda electoral, el próximo 1º de abril.
Un cerrado margen en la primera votación arrojó como resultado a dos candidatos periodistas de apellido Alvarado (24,99% para Fabricio y 21,63% para Carlos) y a una audiencia electoral completamente polarizada por temas de derechos humanos como el matrimonio igualitario (conservadores con Fabricio y progresistas con Carlos).
Arrojó, además, un hecho político inédito: ningún partido agrupa solo la capacidad de llevar a su candidato a Zapote y la necesidad para ambos bandos de crear alianzas con miembros de las agrupaciones que quedaron fuera de la contienda es imperiosa.
El río está revuelto y lo saben. Ambos candidatos insisten ahora en el llamado a la unión, intentando atraer a sus filas con un mensaje conciliador a quienes habían optado por una tercera bandera en la primera ronda electoral. Los dos Alvarado aprovechan las transmisiones en televisión, las noticias, los encuentros con comunidades, los posts en redes sociales, para reiterar, una y otra vez, el mensaje pacificador.
La necesidad por implantar una agenda común que contrarreste a “los otros” promovió el surgimiento de agrupaciones en Facebook como Costa Rica Unida (pro Fabricio Alvarado) y Colación Costa Rica (en apoyo a Carlos Alvarado). Este último grupo trascendió las redes sociales y se convirtió en una fuerza política con participación activa en las semanas posteriores a la primera ronda electoral.
Hizo también que figuras reconocidas de la política –y otras de menor notoriedad– de distintos partidos hicieran públicas sus adhesiones a la tendencia que más concuerde con sus ideales o intereses. Los propios, no los de su partido, necesariamente.
Juego de tronos
La movilización de seguidores y fichas destacadas de los diferentes partidos políticos hacia las tendencias finalistas parecen dejar, hasta ahora, más réditos al PAC que a RN.
Las encuestas elaboradas por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) muestran que los votantes del PUSC se inclinan mayoritariamente por el partido del actual Gobierno (61%).
En el caso de Restauración, este partido recibiría votos principalmente de liberacionistas, sin embargo, son apenas un 28%, en comparación con el 49% de seguidores de ese partido que apoyaría al PAC.
La conquista de otros “reinos” se refleja también en las decisiones manifestadas públicamente por pesos pesados dentro de cada partido posterior a la primera batalla electoral. Unos lo hicieron apenas al arrancar la campaña de la segunda ronda, otros esperaron casi hasta el final.
Una de las adhesiones más significativas fue sin duda la que el exaspirante a la Presidencia por el PUSC, Rodolfo Piza, le dio a su otrora opositor, Carlos Alvarado. La razón: la disposición del representante del PAC a conformar un gobierno de “unidad nacional”.
Piza no llegó solo a las filas rojiamarrillas –o mejor dicho, a las filas de la coalición– sino que caminó hasta ese bando acompañado por varias figuras determinantes de su equipo como la economista Edna Camacho, quien ocuparía la vicepresidencia en un eventual gobierno del PUSC y ahora lidera el equipo económico de Carlos Alvarado en el que también destacan otros socialcristianos.
Piza llegó también con una lista de peticiones que conformaron en parte lo que finalmente ambos candidatos firmaron como un “acuerdo” para sellar la alianza que promete una especie de gobierno compartido.
Un juego de tronos, si se quiere.
“Es la primera vez en que pareciera o hay evidencia suficiente para considerar que sí existen las bases para ese acuerdo nacional”, analiza el politólogo, Gustavo Araya Martínez, sobre esta alianza de Piza y Carlos.
La diferencia con otras ocasiones –considera Araya– es el cumplimiento de tres requisitos mínimos para un acuerdo nacional: “confianza, balance de fuerzas y hoja de ruta o agenda establecida y plausible”.
“Yo creo que el llenado que le hicieron a Fabricio Alvarado no está basado en la confianza”, dice el politólogo en relación a la colocación de fichas que, por otro lado, hizo Restauración de personajes liberacionistas.
En el equipo económico, por ejemplo, está Edgar Ayales, exministro de Hacienda durante la mitad de la administración de Laura Chinchilla y candidato a vicepresidente en la fórmula presidencial de Antonio Álvarez Desanti, uno de los derrotados en la primera vuelta.
En materia de seguridad destaca el ex viceministro –y hasta hace poco acompañante de equipo de Juan Diego Castro en el Partido Integración Nacional– Álvaro Ramos, así como el ex viceministro de Justicia, Max Loría.
“Efectivamente hubo oportunismo, hay un tema de llenar algún espacio para lograr egos personales o bolsillos personales, no necesariamente mal, sino bien. Una persona que, por ejemplo, en dos periodos fue viceministro de Seguridad o de Justicia y Paz, pero que de repente cae a su plaza normal, entonces se acostumbra a cierto nivel de ingresos y quiere retornar. Ahí no hay confianza, no hay agenda, no hay nada, ahí lo que hay es oportunismo”, concluye Araya.
Apenas este lunes, un grupo importante de liberacionistas (74 para ser exactos) también hicieron público su apoyo a Fabricio, sin que se indicara si la gran mayoría de ellos ocuparía algún cargo en un eventual gobierno de RN.
Ahí estuvieron, por ejemplo, los actuales diputados liberacionistas Ronny Monge (aunque este ya había comunicado días atrás su adhesión a RN), Julio Rojas, Marta Arauz, Silvia Sánchez, Olivier Jiménez, Aracelly Segura, Danny Hayling, Juan Luis Jiménez, Michael Arce y Rónald Calvo.
Estuvieron también exministros como Pedro Castro, Mayi Antillón, Fernando Berrocal, Marco Vinicio Ruiz y el ex vicepresidente del Gobierno de Laura Chinchilla, Alfio Piva.
El politólogo y director del CIEP, Felipe Alpízar, considera que es muy pronto para determinar la efectividad de las uniones.
“Habrá que analizar la profundidad de las alianzas cuando empiece el gobierno y empiecen a tomarse decisiones (…) Hasta que veamos eso es que realmente, a mi juicio, se va a poder valorar mejor si realmente esto va a conducir a políticas públicas de una base más amplia, que es como la lógica de estos consensos, coaliciones, como ha ocurrido en Chile, en Alemania, en la misma España”.
“Desde la fundación de Liberación, en 1951, hasta 1982, ese partido se enfrentó a algún tipo de colación que llevaba el nombre de unidad. Por ejemplo, el partido que llevó al Gobierno a Rodrigo Carazo se llamaba Unidad y eran un montón de personas de diferentes espectros. Y por eso le decía lo primero, porque una de las razones por las que al gobierno de Carazo le fue mal es que, ante la crisis económica, hubo una terrible crisis interna en el Gabinete, que explota y se van por todas partes”.
“Las coaliciones que se hacen solo para ganar, pueden tener una alta probabilidad de que se desarmen si ganan”, concluyó Alpízar.
Clivaje por derechos humanos
En el mundo de redes sociales se les conoce a veces como Maluavi y Leo Garnier, por sus usuarios de Twitter. En la vida política, son la exministra de Salud, María Luisa Ávila; y el exministro de Educación, Leonardo Garnier; ambos del Partido Liberación Nacional, ambos populares dentro de su partido y fuera de este.
Ellos son dos de las primeras personas que hicieron pública su intención de voto para la segunda ronda electoral, desmarcándose de otros compañeros de partido y justificándolo en la temática de derechos humanos.
Fueron la primicia de una noticia que traía cola porque, el 23 de marzo pasado, otros 17 liberacionistas también plasmaron en un papel su apoyo al candidato del PAC.
Es lo que el politólogo Gustavo Araya describe como un “nuevo clivaje” –precedido por el de los años 80 y 90– y que podría reconfigurar a los partidos políticos tradicionales.
“Esos partidarios del PLN, que terminan siendo de un modelo donde el Estado siga participando, y de manera fuerte, pero además concentrado en lograr el beneficio para mayor número –y eso significa inclusión–, para quienes el tema de derechos humanos no les es ajeno, se separan de aquel PLN que está pensando en continuar la profundización del modelo de desarrollo basado en el modelo exportador financiero, donde Costa Rica, más que la atención a grandes grupos sociales, se establezca para atender a los requerimientos de cierto grupo económico o el sector financiero que no está acostumbrado a dar recursos para el desarrollo generalizado”, explicó Araya.
En ese río revuelto, el PAC se convierte en la opción “porque es un tema de clases medias, con una propuesta más inclusiva de un modelo de desarrollo que no solo está basado en la inclusión del sector exportador financiero, sino también en un modelo de desarrollo que esté sustentado en generar una mayor participación de toda la sociedad”, añadió Araya.
Es decir, son respuestas más en función de la “ideología de la persona y no del partido”, reforzó Alpízar.
Es un clivaje que resulta más fácil de leer en los apoyos liberacionistas al PAC porque se pueden circunscribir a la defensa de una agenda pro derechos humanos; mientras que en el respaldo de socialcristianos o, incluso, liberacionistas a RN, se encuentran argumentaciones más generales o ambiguas, como la “capacidad de diálogo”, “apertura a sus ideas”, “valores socialcristianos (sin que se defina con exactitud cuáles son) y la propuesta económica (pendiente de concretar en Plan de Gobierno 2.0 que RN entregará esta Semana Santa).