Opinión

Y así, el fútbol rompió en llanto

Llora el fútbol, llora el deporte, llora el mundo. Maradona se fue. Se ha cortado el hilo de su vida en una fría mañana de noviembre. Su historia ha dejado de contarse, pero quedará escrita en letras inmortales para siempre. Diego era un hombre de puro fútbol y en su cancha el balón ha dejado de rodar.

El eterno 10, el mejor jugador de todos los tiempos. Un hombre capaz de galopar toda una cancha, dejando a sus rivales en el camino, como si de irremediables objetos inanimados se tratara. ¿Será que acaso se quedaban inmóviles para contemplar con atención a ese artista de la pelota?

La pérdida de este día veinticinco, del mes undécimo, del año doble veinte, es terrible para la existencia del fútbol. Cualquiera que ame el fútbol amaba al Diego que actuaba dentro de la cancha. Y al de afuera, a ese se le odia. Porque es quien se lo ha llevado con apenas 60 años.

Si Maradona hubiera sido, fuera de la cancha, el magnánimo que era adentro de ella, probablemente su grandeza seguiría respirando el día de hoy. Yo no estaría escribiendo estas líneas, ni sonarían los miles de teclados que en este momento suenan alrededor del mundo.

Se fue el hombre que hizo gritar a Argentina, el hombre que, ante la vista de todos, era capaz de arrullar el balón con sus manos y llevarlo a dormir en las cómodas redes del marco. Dichosas Argentina, Italia y España, que fueron testigos de las maravillas maradonianas. El campeón del mundo por fin descansa, pero su obra persistirá, mientras perdure la humanidad.

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