Allá por inicios del 2000, defender al ICE era de retrógradas y se pedía por micrófonos de la mayoría de medios de comunicación que la policía “limpiara” las calles, lo que también sucedió con la lucha contra el TLC y mucho más recientemente con el campesinado de la zona Sur que protestaba sobre el puente del río Térraba, solo por citar algunos ejemplos.
Sucede que en el este del cantón de San José hay un medio que cotidianamente destila intolerancia neoliberal en sus editoriales y énfasis de notas de prensa, cobijándose en el “sacrosanto” periodismo comercial criollo, de mala calidad dicho sea de paso. Pero ahora le ha entrado un ferviente “amor a la patria” a la radioemisora y a la editorialista. Sin embargo, ese medio no cuenta con autoridad alguna para con el tema pues aún cuenta en su equipo con una persona nombrada en el tristemente célebre “Memorándum del Miedo”, como un eslabón clave para cacarear por el TLC. Una estación que da consejos para la celebración de Halloween o del “viernes negro”. Estoy consciente que decir esto es “atacar” a la “la libertad de expresión” y, consecuentemente, su reducidísima noción de “democracia”.
Ese medio tan “risueño” por medio de un editorial ayudó a despertar sin ningún reparo el odio, al son de los “likes”, para que estudiantes de algunas escuelas de la Dirección Regional del MEP de San José oeste no canten el himno de Nicaragua, como si el interculturalismo fuese dañino. Evidentemente es gente que tiene una sola visión del país, lo cual conlleva sin querer un discurso racista, pues “el tico” es uno, es blanco y capitalino.
Según el Censo 2011, en dicha Dirección Regional el 8,6% de la población de 5 a 17 años nació en otro país, mientras que en el país fue de solo el 5,0%. La orden de la dirección muy bien contextualizada e intencionada hizo que se abrieran las compuertas de la xenofobia en niveles tóxicos, de un país que se dice y supone basado en el “amor cristiano”.
La persona que editorializó odio solo a minutos de difundirse la orden, enarboló de forma incendiaria, populista y xenófoba, un nacionalismo enfermizo y excluyente, aduciendo que “a nivel de Estado” se va a cantar solo el himno de Nicaragua, supuestamente, privilegiando la identidad “del vecino sobre la nuestra”, cosa que no reclama cuando se trata de educación privada cantando himnos de países desarrollados. Lo anterior porque, claro está, la xenofobia y la persona que la padece suele ser clasista y selectiva.
Según la subjetividad de quien editorializó, la población nicaragüense o nacida en el país pero que su papá o mamá es de Nicaragua, deben “adaptarse” a Costa Rica, en una dicotomía de “los otros” versus “nosotros”. Esto en el fondo tiene su arraigo por el sentimiento de “superioridad” respecto a “los otros”, es decir, es una cuestión de poder. Siendo así, las personas que asisten a una iglesia miskita en San José deberían “adaptarse” y convertirse a alguna religión occidental.
Para algún sector frente a un micrófono, “integrar” a cada inmigrante internacional es imponerles, callarles y excluirles, lo cual jamás apoyaría ninguna corriente sociológica. Sin embargo, fuera de cualquier análisis sensato ha quedado el interés por la hospitalidad para con la niñez y la adolescencia, a la que sí se le quiere silenciar para que no canten, pues se les trata como propiedad privada, punta de lanza de mucha violencia. En el centro es aprender el himno muy significativo que refleja parte de su historia e identidad, se sea o no de Nicaragua.
A nadie le ha interesado lo significativo para estas comunidades y, en particular, para la niñez, el generar una identidad binacional, tratando de hacer pensar que se soluciona cantando los himnos de toda América Central, cuando en el fondo no es eso. Ha predominado la obcecada perspectiva de que les hace “imaginarse” que cantar y aprender un himno es adoctrinamiento y “vender” la patria.
Estamos en un país donde a pocas personas les indigna que cada traspaso de poderes se le aplauda al rey de España, que en las escuelas antes se le jurara “gloria eterna” a Colón, que se llenen los “sport bar” para observar el “súper tazón” y que se grite “hala Madrid y nada más”, al mejor estilo franquista.
El discurso xenófobo se rompe de tanto desdoblamiento cuando para la independencia mucha gente se disfraza de “campesino” idealizado y falso, pero se indignan al decirles que sectores de San Carlos, Upala, Los Chiles y Guatuso, por ejemplo, fueron colonizados gran parte por población nicaragüense.
El respeto y la sana convivencia educan y forman; el odio y xenofobia no. Las escuelas quieren enseñar interculturalidad y respeto, los medios no y con descaro presionan para ello. Como dice la canción de J.L.Perales: “que canten los niños que viven en paz y aquellos que sufren dolor”.