Opinión

El voto realmente informado

En la pasada elección nacional se habló mucho de un voto informado, pero lo cierto es que faltó mucha información profunda y contextualizada

En la pasada elección nacional se habló mucho de un voto informado, pero lo cierto es que faltó mucha información profunda y contextualizada. El tribunal de elecciones consideró que un voto informado era saber dónde votar, tener un programa de radio o recordar la historia del sufragio costarricense, entre otros. Algunos canales de televisión consideraron que un voto informado era entrevistar a los candidatos con preguntas de respuesta rápida o dejar que los niños de nuestro país hicieran preguntas infantiles a nuestros candidatos. Hubo varios debates, sí, debates de “trapos sucios” en los que la discusión sobre la ideología política y los grandes problemas nacionales o internacionales estuvieron ausentes. En un mundo globalizado, de apertura cultural y de convenios internacionales, los debates fueron caseros y reduccionistas. Por ejemplo, no se habló de política internacional y el asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo sirvió para hacer una propaganda burda y simplona. Se desvió el asunto de fondo, porque el problema no es “la cuestión gay” el problema es la relación de Costa Rica con la Corte Interamericana de Derechos Humanos; es decir, es un asunto de política internacional y no de preferencia sexual. Es un asunto de nuestra historia con ese organismo internacional y de conocimiento de lo que ese organismo implica para un país y para el mundo en general. ¡Qué interesante hubiera resultado poner a dialogar a los posibles ministros de Relaciones Exteriores de cada partido sobre el tema! Pero no. Nuestra propaganda política continúa demasiado centrada en los candidatos presidenciales. Debemos dejarlos descansar para conocer a quienes están junto a ellos, a quienes van a manejar todos nuestros asuntos públicos cuando asuman el Gobierno.

Ese es el gran reto para esta segunda ronda electoral: buscar nuevas maneras de informar. Y por eso, las universidades -tanto públicas como privadas-, los colegios y los medios de información tienen una labor ciudadana que no deben evadir y que se convierte en la gran misión cívica antes de la segunda ronda electoral.

La información contextualizada y amplia es importante en este momento. Por ejemplo, para muchos costarricenses el triunfo de un partido político abiertamente religioso como el del Sr. Fabricio Alvarado ha sido una sorpresa, sin embargo, si nuestros historiadores explicaran a los costarricenses que ese fenómeno político no es exclusivo de nuestro país y que en otros países de la región centroamericana los partidos políticos evangélicos han estado metidos en política y han puesto presidentes, nos daremos cuenta que existen relaciones antiguas y claras entre ciertos grupos religiosos y ciertos sectores políticos de corte conservador en América Latina. ¿Cuáles son, por ejemplo, las relaciones entre el partido político religioso del Sr. Fabricio Alvarado y los otros partidos políticos del mismo tipo en América Latina? ¿Existe relación entre ellos? Y si es así, cómo han sido esos Gobiernos. Hay todavía mucha información que debe investigarse y que no tiene nada que ver con asuntos sexuales sino con asuntos económicos y políticos.

¡Ciudadano costarricense!, tenemos derecho a que los expertos de cada partido nos expliquen en detalle cuál sería su agenda dentro del Gobierno si quedaran en el poder, tenemos el derecho de conocer quiénes serán nuestros ministros y cuáles son sus proyectos. Tenemos derecho a saber qué piensan nuestros diputados y diputadas de nuestros problemas nacionales, no porque necesiten un título universitario para ser diputadas o diputados, -por supuesto que no lo necesitan- pero sí tienen la obligación de estar bien informados sobre nuestra realidad nacional y sobre la realidad internacional, necesitan estar preparados para tomar las mejores decisiones.

Tanto el partido político-religioso Restauración Nacional, como El Partido Acción Ciudadana deben informar en detalle sus propuestas, sin meter a Dios en el camino.

No olvidemos que los tres poderes de nuestro país, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tienen la Constitución Política como texto de origen y no la Biblia cristiana, por tanto, qué absurdo resultaría que alguien quisiera ahora venir a confundir los textos.

 

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