Opinión

Volver a la tierra, volver a florecer

El territorio indígena Térraba, en el cantón de Buenos Aires en el sur del país, es uno de los más pequeños que queda muy cerca de la carretera interamericana por lo que hay una mayor exposición a la invasión tanto física como ideológica de personas no indígenas, con un pensamiento y mirada diferente a la cosmovisión de nuestros pueblos originarios y el hecho de que estas personas habitan nuestro territorio provoca una separación de lo propio, no solo por el despojo de nuestras tierras, sino que hay una influencia incluso una imposición de todo aquello ajeno a lo nuestro, por ejemplo, para nosotras la espiritualidad no es igual a asistir a una iglesia a rezar un padre nuestro.

Como mujeres indígenas tenemos un fuerte apego hacia nuestros hijos e hijas, mismo que nos ayuda a explicar el apego y conexión que tenemos con la naturaleza y la tierra en general, pues a través de ella podemos heredar espiritualidad, cultura, idioma, prácticas ancestrales y demás. Como dijo la compañera Zeidy Rodríguez: “nosotros los indígenas somos semillas”, transmitimos cultura desde nuestras raíces, por esto, las recuperaciones toman fuerza y sentido para las mujeres, porque somos parte de la tierra, nos corresponde abrazarla y luchar por ella. Esto es, recuperar es volver a reconectar con la tierra, volver a la espiritualidad, a la cultura, a la armonía con la naturaleza y a una mejor convivencia entre pueblos originarios y, especialmente, entre mujeres.

Desde mi experiencia como mujer bröran recuperadora he visto el fortalecimiento espiritual y la revitalización del idioma que habíamos perdido con nuestra tierra. Por ello, debíamos recuperar todas esas partes que nos constituyen como indígenas, como territorio. Por ejemplo, prácticas ancestrales como hilar, esto es un proceso que va desde la cosecha del algodón, hilar el mismo (obtener hilos) que se convierten en telas, hasta la elaboración de trajes, en este caso trajes tradicionales bröran. No es solo la recuperación de algo que ya no existía, sino que, además, es herencia para nuestros hijos e hijas.

También se ha venido fortaleciendo los lazos grupales entre distintos territorios y culturas. La alimentación toma otro sentido, no solo cultivamos lo que consumimos y de una forma más sana y saludable, también contribuimos a la regeneración de la naturaleza, puesto que años atrás solo había pasto y ganado en estas tierras. Tenemos todo lo necesario para vivir y para compartir con los demás hermanos indígenas y esto es algo que desde afuera no se ve, solo se habla de “recuperación de tierra”, simplificando lo que este hecho engloba.

Hay un gran desconocimiento alrededor de nuestras luchas. Hemos sido testigos en una reunión con magistradas de la Corte Suprema (08 de marzo de 2023) de la confusión que hay en torno al cómo y el porqué de las recuperaciones, es incluso un llamado a la reflexión, que desde espacios como este no exista claridad del tema, además de que les compete tener conocimiento al respecto. No obstante, agradecemos el interés de que nuestras voces sean escuchadas. Este es solo un pequeño paso, la apertura de una mínima parte de un Estado que ha tenido falta de voluntad, de atención y de cumplimiento de las leyes y los derechos de los pueblos indígenas. La historia nos dice que nuestra lucha inició hace más de 500 años. Hoy llevamos 40 años luchando por una ley de autonomía, y que sigamos como si nunca hubiéramos empezado es desgastante: perder compañeros, tiempo, vida. Es desgastante para mí ver que mi bisabuela empezó la lucha, ya voy por la cuarta generación y no logro ver la luz de lo que quisiéramos alcanzar algún día.

La discriminación y racismo en el cantón de Buenos Aires ha penetrado hasta las instituciones del Estado afectándonos gravemente a los y las indígenas. Es lamentable que en un país de paz ni siquiera las instituciones estén haciendo lo que deberían hacer por los territorios indígenas. Recientemente, el presidente Chaves viajó al sur del país para buscar paz, ¿será que no ha escuchado que sin justicia no hay paz? O ¿qué entiende el señor presidente por paz? Él no puede ir a nuestros territorios y decir que va a buscar paz si no ha empezado a hacer justicia. En otros países se habla muchas cosas lindas que nosotros no vivimos, no conocemos, nuestra realidad es otra: es sufrimiento, dolor, discriminación. Al defender nuestro derecho a la tierra nos convertimos en ladronas, en usurpadoras.

Es inconcebible que la ley indique que, después del proceso de recuperación de tierra que hacemos, esa misma tierra deba ser entregada a la Asociación de Desarrollo Integral (ADI) del respectivo territorio. En el caso de Térraba, no se puede confiar en una ADI que durante 14 años ha estado bajo el mando de dos personas: padre e hija, como si fuera un negocio familiar y para formar parte de esta hay que estar de acuerdo con la usurpación de tierras, lo que es igual a estar de acuerdo con otras tantas situaciones de injusticia. En el pasado a esta misma ADI se le pagó por una finca que repartió en parcelas a quién pagaba una determinada cantidad de dinero, y, pese a las denuncias, nada del tema indígena avanza en la Fiscalía de Buenos Aires. Pero las ADIs y la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas (CONAI) no es algo cultural de nuestras propias gobernanzas en los territorios, eso es algo impuesto que ni siquiera fue consultado a los pueblos originarios. Si bien, contamos con un Consejo de Mayores Bröran y apoyados en la base de datos podemos limitar ciertas acciones de dicha asociación, la realidad sigue siendo muy complicada en nuestro territorio.

Actualmente, no podemos acceder a ningún servicio público: luz, agua potable, bonos de vivienda o proyectos de beneficios a familias. Ya que si una persona recuperadora solicita alguno de estos servicios, se requiere el aval de la ADI, y la respuesta de esta es: “si vive en una tierra recuperada no se le puede firmar/autorizar”. Sabemos que tenemos leyes, pero ¿quién las cumple? y ¿quién respeta nuestros territorios? La ADI de Térraba gobierna a beneficio de otros y por último a beneficio de los indígenas, a quienes verdaderamente le debe su función y apoyo.

Debemos hacer valer nuestros derechos porque nadie más lo hará, nadie nos va a defender y, pese a esto, como personas recuperadoras tenemos que sufrir las etiquetas de lo que no somos ni hacemos, como quemar casas, agredir personas, robar, matar animales, cuando simplemente ejercemos el derecho a la tierra. El usurpador tiene derecho a llevarse lo que por años ha trabajado en esa tierra, mas no a la tierra.

A veces ser entendidos se hace una situación un poco compleja, porque mientras estamos en un mismo universo es como si estuviéramos en mundos diferentes. Pero nos corresponde luchar, y hemos abierto los brazos a algo que está más allá, porque antes fuimos reducidos, en todo el sentido de la palabra. Ahora hay fortaleza, libertad, convivencia y compartir. Espacios que se amplían para compartir con otras personas, familias, ya no hay temor a pasar por ciertos lugares que han sido recuperados por hermanos indígenas, eso nos da seguridad. Y las recuperaciones seguirán hasta que muera el sol.

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