De los opinionistas “oficiales” del periódico La Nación S.A., si se exceptúa a Durán Ayenegui, Jorge Vargas es el menos malo. Aunque con el paso del tiempo se ha deteriorado. En una publicación del primero de marzo, su “enfoque” advierte inicialmente a sus lectores que “la competencia electoral es siempre el mundo de las exageraciones y simplismos”. A estos caracteres opone un “debate racional”. Explica simplismo y exageración como medio “para atraer los votos de muchos”. Las elecciones constituirían un mercado y quienes eligen compran estridencias y simplismos. Olvida Vargas que estos compradores deberían ser “ciudadanos” y que de ellos se ocupan el Estado, en Costa Rica, el Tribunal Supremo Electoral y los partidos políticos. Los medios también se dirigen a estos ciudadanos, pero no es parte de su obligación tratarlos como tales. Al menos no en Costa Rica.
De modo que su primer párrafo debería incluir una crítica al Estado, al TSE y a los partidos. Que los ciudadanos electores compren “chirridos esquemáticos” resulta de producciones sociales, no de naturalezas.
En un tercer párrafo, Vargas Cullel indica que si las patrañas prenden en el imaginario popular, se instala, no en los ciudadanos, sino en los compradores de cuentos, “un clima político de final de época”. Vargas lo ejemplifica con la Costa Rica del 2018: “Por ejemplo, en nuestro país (…) estamos a las puertas de una sociedad teocrática, engullida por el fundamentalismo religioso (…) o a punto de sucumbir a la toma del poder por parte del sindicalismo rojo, aliado de Venezuela y Cuba”. Los barrios del país por los que transita Vargas han de ser especiales, porque los fundamentalistas (que son minoría) lo que desean es enviar al infierno a gais y lesbianas y a quienes pervierten a sus hijos con información sexual y afectividad sana. La verdad, alguno de los rostros de un fraccionado PAC incluye un ojo paternal hacia los servidores públicos, pero el feeling no alcanza ni para rosado. Ni siquiera el medio para el que redacta Vargas acusó tenazmente al candidato PAC por “comunista”, en la primera ronda, cuando su man era Álvarez Desanti. Agitó que el PAC era igual o más corrupto que el PLUSC. El “cementazo” fue su guion durante el año 2017; y el “celsazo”, al final. El antihéroe, un infumable diputado “amigo” del Presidente.
Pero no importa. Las personas pueden sentir de maneras distintas viviendo en un mismo país. Vargas sostiene que a él las exageraciones y simplismos le parecen solo “un ni modo desde el punto de vista de la psicología política de masas”. No les hace “caritas”. Lo que le sorprende, en cambio, “…es observar a gente bien informada comprar, en baratillo, esos cuentazos”. Le inquieta, ya que esos “bien informados” “… al estar cercanos a los centros de poder, influyen en la manera como ese poder se ejerce. Eso es lo peligroso: cuando los cuentazos se tornan en ideología del poder”. Bien, un país con número mínimo de ciudadanos, o sea, este, siempre hará del “cuentazo” ideología del ejercicio de poder. Hace parte de la crítica de las dictaduras.
De hecho, Vargas participa de un “cuentazo”. Hacia el final de su escrito redacta: “… la realidad se pinta usualmente en tonos de gris, salvo, por supuesto, en situaciones extremas como las de Venezuela, donde no caben medias tintas frente a una crisis humanitaria y una dictadura”. Vargas es alguien bien informado. Y nadie va a defender (no lo hace ni el Embajador de ese país en Costa Rica) a la administración Maduro. Pero lo que existe en Venezuela es el resultado de acciones maduristas y antimaduristas, en un país que carece de toda tradición democrática y donde intervienen, además, EUA y Colombia. El libreto es por demás conocido en América Latina. Tal vez se viva una situación “extrema” en Venezuela, pero en su producción concurren buenos, malos y peores. Lo raro allí es no militar para dar un golpe de Estado. Pero el cuentazo es el “usual”. Oligarquía y sectores urbanos medios e Iglesia Católica intentando recuperar todo lo que estiman que han perdido. Los apoya la variopinta caverna regional y mundial y sus medios masivos. Del otro lado, un Gobierno con errores, corrupciones y bribones, pero con un respaldo electoral del 37% (última elección amplia). En el Chile de los 70 alguna población gritaba “¡Este es un Gobierno de mierda, pero es nuestro Gobierno!” Así es la gente. Adivina el degüello. También se exalta cuando algo parece pertenecerles. Un analista que critica los “cuentazos” en política no debe cacarearlos imaginando, quizás, que Venezuela está lejos y de ella se puede decir cualquier cosa. Venezuela está aquí. Es asunto de pensarlo un poco.