Opinión

El viejo truco del “Hay que…”

Empezamos desde ya con la filosofía del “Hay que...” o sobre el fascinante arte de proponer ingeniosas soluciones a los mismos problemas de siempre

Empezamos desde ya con la filosofía del “Hay que…” o sobre el fascinante arte de proponer ingeniosas soluciones a los mismos problemas de siempre y no resolverlos al final del oneroso camino presidencial. O bien, empezamos con las promesas de campaña política.
“Hay que…” es una expresión fascinante. Indica todo aquello que cualquier persona debe realizar, menos uno mismo. Precisamente es la expresión más gustada por aquellas personas que indican por dónde se debe abrir camino, pero sin machete ni garabato en mano para hacer la tarea.
A poco tiempo estamos de enfrentarnos nuevamente a esa maquinaria política en la que se puede levantar en tres días un templo destruido (a causa de los mismos sismos políticos que han desestabilizado al país en los últimos tiempos) apelando al viejo truco del “Hay que…” Es una expresión seductora. Nos gusta porque no nos involucra a nosotros, involucra a cualquiera menos a nosotros, a quien enuncia la expresión “Hay que…”.
Entonces, se acude a unas frasecillas domingueras de frecuente uso en el glosario político cuando se avecina la lucha por el trono presidencial: “Hay que crear más y mejores empleos…”, “Hay que generar becas para que los jóvenes no abandonen las aulas…”, “Hay que invertir en seguridad…”, “Hay que eliminar las largas filas de espera en la Caja…”, “Hay que generar nuevos y mejores empleos”; “Hay que buscar el Muñeco y desenterrarlo cuanto antes…” ¡Ay! ¡Otra vez el mismo discurso del “Hay que…”!
El gobierno actual podría sepultar por completo la posibilidad de que un partido no tradicional ascienda al poder, dejando con ello el portillo abierto para que los camaradas bipartidistas vuelvan a correr en sentido contrario a un Sócrates insatisfecho…
La campaña se enfocará en demostrar el grave error que representa para un país confiar su destino a partidos sin abolengo, sin “experiencia”, y apelará a la falta de liderazgo y al incumplimiento de muchas promesas de campaña. Posiblemente los argumentos causen efecto debido al descontento de un sector que pensó que efectivamente en los primeros días habría puentes nuevos, como en aquellos gloriosos tiempos en los cuales a los pocos días dejamos de andar en bicicleta y pasamos a motocicletas (La política es una bella metáfora).
Pero como somos una misma familia política, entonces todos tenemos abolengo. Un político es como un futbolista, cambia de equipo en cualquier momento (a veces por falta de rendimiento es desechado de su partido, pero igual, siempre jugará en primera división, entiéndase: siempre ocupará un puesto en el gobierno, aunque no meta goles, nunca).
El deseo de prosperidad y de una mejor calidad de vida de muchas personas les impulsa a creer en promesas políticas. Con el pecho inflado de sentimientos líricos muchos se dejan embriagar por el discurso bienaventurado de un mundo mejor. Toda promesa política basada en las necesidades humanas básicas es el mejor indicativo de un discurso demagógico. Sin embargo, la elocuente tecnología discursiva funciona, toda vez que hay deseo por creer.
La demagogia se viste de muchos colores. Uno de ellos es el fascinante viejo truco del “Hay que…”, una de las tecnologías políticas más utilizadas en campaña electoral. Y sabemos la falta de compromiso que conlleva el “Hay que…”, su neutralidad es un claro indicativo de ello. Pero quizás nos gusta porque nos recuerda que también somos parte del “Hay que…” diarios, donde no hay compromiso con el campo de acción al que tenemos que responder profesionalmente, pero que no respondemos, con la esperanza de que alguien más lo haga, porque “Hay que hacerlo…”.
No tenemos hoy estadistas en Costa Rica, ni siquiera en embrión todavía. Lo que sí tenemos son discursos edificantes del “Hay que…” que pretenden reconstruir el templo que por años ha estado en el suelo, y que cayó como causa de los mismos sismos políticos de siempre. Verbo sin acción es lo que hemos tenido, y si nos concentramos un poquito, el genio de la botellita nos concederá el deseo de tener nuevamente… verbo político sin acción política…
Esos “Hay que…” que ya se escuchan en el mercado, vienen con más fuerza. Ansiosos de poder, no de innovación. Esas soluciones nunca se dieron. Se trata del mismo reciclaje político planteando las mismas ideas anquilosadas. Pero seamos eleáticos: nada cambia, todo permanece…

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