Opinión

Verde cinismo: campañas municipales en Buenos Aires de Puntarenas

Como mujer indígena brunka, veo esto y lo que pienso es que siguen exotizándonos, que seguimos siendo reducidos a moda para alcanzar puestos de poder político.

Este año han circulado distintos pronunciamientos alrededor de la utilización de símbolos, palabras y otros aspectos de pueblos originarios por parte de empresas, festivales, entre otras entidades y personas que no realizaron una consulta ni obtuvieron autorización de las comunidades indígenas. La historia no terminó con el logo del XI Festival Interuniversitario Centroamericano de la Cultura y las Artes (Ficcua), o cuando una modelo utilizó un máscara Boruca en una pasarela. El hecho se repite, y esta vez anexado a otros aspectos alarmantes.

Le invito a ver atentamente esta imagen que circula por redes sociales y otros medios virtuales de la campaña política de José Rojas, actual alcalde del cantón de Buenos Aires y postulante para la alcaldía 2020 por el partido Liberación Nacional. 

Lo primero que se aprecia en la imagen es una máscara boruca. Sí, una máscara boruca, una de las representaciones más importantes de un pueblo indígena que existe en el sur de Costa Rica. Usar esto como parte de su campaña política es apropiación cultural, no hay otro nombre. Porque a simple vista, yo, como mujer indígena brunka, veo esto y lo que pienso es que siguen exotizándonos, que seguimos siendo reducidos a moda para alcanzar puestos de poder político.

Porque no hay problema en hacer realce del arte de otros, pero cómo se les dificulta tomar acciones para que las tierras indígenas vuelvan a manos de los pueblos originarios del sur. Porque no se siente nada de remordimiento para “objetivizar” toda la cosmogonía y espiritualidad detrás de estos elementos, pero cómo pesa la voluntad política para hacer justicia por el asesinato de Sergio Rojas, líder indígena bribri, del territorio de Salitre, a quien acribillaron en su casa el año pasado.

La siguiente imagen que se muestra es un tamal de arroz, porque, ¡desde luego!, las personas del cantón más racista de Costa Rica se sienten orgullosísimas de la amplia gama culinaria que los pueblos indígenas han aportado.

Finalmente, la tercera imagen es una piña; porque, lectores y lectoras, la piña es el pináculo del desarrollo. Es un monocultivo que brinda trabajo a los sectores más vulnerabilizados de este país, sin un salario justo y en condiciones pésimas.

Mis hermanos han trabajado en piñeras por años y los he visto entrar en jaque por no tener seguro social y cómo cada tres meses la empresa los despide para no cubrir los derechos laborales. Sé lo que es ver a un hermano en medio de un sol fulminante tragarse todos los agroquímicos a los que está expuesto para llevar comida a su casa. No son casos aislados, hago memoria del relato de una hermana del territorio indígena de Salitre, quien se refería a los dolores en la espalda de su padre provocados por las jornadas de trabajo en la piñera.

La semana pasada el Semanario UNIVERSIDAD publicó una nota con base en el Informe del Estado de la Nación, donde se menciona que en el caso de la piña la afectación es importante, ya que solo en el 2017 3.824 hectáreas de este cultivo fueron sembradas dentro de Áreas Silvestres Protegidas. Esta es un área mayor a la de los cantones de Montes de Oca y Curridabat juntos. La principal afectación se encuentra en varios puntos ubicados en la Región Norte, Caribe y Pacífico Sur (donde, apunto, habitan pueblos indígenas).

Tal vez hay que imprimir unas cuantas copias de la nota y pegarlas encima de ese letrero tan apabullante que usted y yo nos podemos encontrar a la entrada del cantón que reza “Pindeco, comprometidos con el ambiente”.

Recordatorio, Liberación Nacional. Recordatorio, José Rojas. Ustedes, desde su posición de poder, violentan derechos humanos al legitimar Pindeco subsidiaria de la transnacional Del Monte que desde finales de los 70, cuando inició su producción en Buenos Aires, solo ha generado bajos índices de desarrollo humano. A eso súmenle la estrategia de manipular a su favor elementos tan importantes de un pueblo originario que, dicho sea de paso, son patrimonio cultural inmaterial.

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