Las elecciones municipales según los datos de costos publicados en periódicos de circulación nacional rondaron los ¢2.180 por votante. Ahora bien, este monto es desembolsado por el Estado de la misma forma si la persona ejerce o no su voto, pues siempre debe hacer el gasto en papeletas y el despliegue logístico para atender todo lo concerniente a las elecciones. A todo esto se le debe agregar el verdadero valor y la importancia de que las personas emitieron el sufragio y aprovecharon la oportunidad de manifestar su voluntad para elegir a las autoridades de su cantón.
Este es el punto medular en la cuantificación de los costos de las elecciones municipales. Es un costo de oportunidad, tal como se refieren los economistas, mínimo en comparación con el espacio que se otorga para dar continuidad u optar por un cambio en las autoridades locales. Se espera que se tome una decisión basada en un examen de las propuestas de los candidatos y los diferentes planteamientos en los temas, que las personas que son parte de una comunidad, identifican como vitales.
El domingo 7 de febrero fue un día que inició temprano para muchas personas, para cumplir con diferentes labores referentes a las elecciones. Es envidiable, permitiéndose el calificativo, el ánimo con que muchas personas asumen diferentes roles en el contexto de las votaciones y el verdadero valor e importancia que le otorgan a este evento. No se debe perder de vista que es un día para compartir en familia los valores cívicos, hacer memoria quizás de alguna historia familiar relacionada con los comicios y de paso dar una enseñanza de participación ciudadana a las nuevas generaciones.
El electorado debe sentirse afortunado de emitir el sufragio, que es un espacio vital en la vida democrática de un país, en donde se le consulta directamente para que este dé una buena calificación que genere continuidad o sancione con un cambio desde las urnas el actuar de las autoridades gubernativas. Más allá del contenido que se le otorgue al significado de cambio o la calidad de las propuestas que generen en una continuidad, es una oportunidad de participar en una democracia longeva como la costarricense. Sin embargo, el espacio de participación no se agota en ese momento; es pertinente ser ciudadanos activos en los problemas comunales; en buena parte de esto depende la satisfacción de necesidades, lo que indudablemente mejora la calidad de vida de los pobladores.
El abstencionismo fue considerablemente menor que en otros años; este no es un dato menor, pues muestra un involucramiento más fuerte de las personas con el gobierno local, permeada esta disminución de factores buscados, pero no por ello deja de ser destacable. Este es un dato para medirse en próximas elecciones y un pulso que debe tratarse de ganar; aumentar la participación en los comicios municipales es medular en la búsqueda de representación en las autoridades gubernativas más cercanas al ciudadano. Es necesario ser vigilantes de las funciones que realicen las personas electas; la fiscalización y participación colaborativa en los proyectos impulsados desde el municipio es importante. También se debe tratar de dar razonabilidad en muchas jerarquías y concejos municipales, se debe tratar de dotar de este principio a las autoridades. Se debe velar por contrarrestar la irracionabilidad muchas veces acompañada de arbitrariedad, ya que las actuaciones irrazonables pocas veces están a derecho y no llevan buen destino.