La pasada “Semana Universitaria” reavivó en mí un malestar respecto del máximo centro de enseñanza universitaria ante el espectáculo de un rampante aldeanismo. En mis tiempos de docente humanista, 36 años, ya tuve cada año la sensación de que el mes de abril es el del “hago que hago”, porque con la ahora completa Semana santa perdida, pegada a la universitaria, se completa un período irresponsable de dolce far niente, como si el llegar a graduarse fuera solamente el laisser passer de unos pocos años para tener “derecho” al cartón y su reconocimiento social, pecuniario.
Pero la realidad socio-económica en la que desembocan los graduados ahora para nada halaga, sino que, en muchos casos, se transforma en espejismo. La Semana universitaria –casi puramente escándalo ruidoso- no pasa desapercibida a los que vivimos en cuadras adyacentes al máximo centro educativo del país: como la antigua Piazza Navona, en Roma, se transforma en circo completo. Involuntariamente se me viene a la mente el grito de José Martí, hace casi 130 años, cuando desde el inicio de su manifiesto Nuestra América (de 1891) señalaba, y sigue señalando: “Lo que quede de aldea en América ha de despertar.”
A continuación de ese grito portentoso, en el país hubo la generación del Olimpo, una voluntad de situar críticamente nuestra geografía en el contexto mundial. Al respecto, es curioso que Carlos Gagini (de cepa italiana) en sus escritos, entre otros su diccionario todavía muy válido, defendía la mirada local, por supuesto crítica, frente a las garras del imperialismo del norte (ver, entre otros: El árbol enfermo, todavía enfermo…), mientras Fernández Guardia (de clara ascendencia local) defendía posturas eurocéntricas.
La pugna histórica entre esos dos, alguna resonancia trae del citado Martí, siempre y cuando se lea bien. Cuando el cubano señalaba que “la universidad europea ha de ceder a la universidad americana (…) Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra”, era en reacción contra la esclavitud mental, entonces, hacia la copia trasatlántica. Pero al ver la pobreza de la última Semana universitaria y la gregaria mentalidad de chupar y andar de holgazán, al lado del vetusto y escandaloso tren en San Pedro de Montes de… obstáculos a la verdadera academia, constato que la universidad ha perdido la ruta, sin faro como el rector Facio (y varios de sus preclaros seguidores, hasta Garita).
Lástima el estancamiento, el localismo presentismo y el vacío hedonismo por doquier. Vuelvo a Martí, con su certero diagnóstico inicial: “cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea (…)”. En eso estamos: ¿el héroe cubano habrá estado pensando en nuestro país, que conoció personalmente? Esa soporífica somnolencia, mirando el propio ombligo, no pareciera haber cambiado. ¡Por humanismo, peñas arriba!