Opinión

Universidad, universitarios y autoridades

La lectura histórica de los legados de las personas que ocuparon el despacho de la Rectoría en la Universidad de Costa Rica se realiza generalmente sin atender las circunstancias específicas que rodearon dicha gestión.

La lectura histórica de los legados de las personas que ocuparon el despacho de la Rectoría en la Universidad de Costa Rica se realiza generalmente sin atender las circunstancias específicas que rodearon dicha gestión. Las polémicas que, de manera interna se han producido en una administración, no sobreviven la prueba del tiempo, al ser las mismas secundarias y en gran medida espurias. Por ende, solo aquellas acciones que logran impactar la institución y marcan una diferencia medible son las que sobreviven y moldean las realidades institucionales.

Desde hace ya bastante tiempo, la evaluación objetiva de los logros y progresos a lo interno de la institución no se hace, o bien se encuentra mediada por una perspectiva negativa. Dicha perspectiva está ligada a la expresión activa de las pasiones humanas en la personalización de las situaciones. Este cáncer institucional se extiende no solo a la evaluación de las personas que ocuparon cargos que les permitieron dejar una huella histórica, sino también a otros perfiles institucionales que, aunque más modestos, dejaron su marca durante el paso por la institución. ¿A cuántas personas en nuestra universidad se les ha negado el reconocimiento de su aporte a la institución, por cuanto la evaluación de sus legados no fue realizada de manera profesional y en contexto por sus pares académicos?

Nuestro deber como comunidad universitaria es implementar acciones que mejoren las situaciones actuales, promoviendo aquellas que fueron acertadas y poniendo por delante el bienestar institucional y académico antes que un enfoque personal y egoísta. Nuestro progreso como institución depende en gran medida de mantener todas aquellas acciones propositivas que, independientemente por quien o quienes fueron impulsadas, sean un puente de crecimiento institucional.

Sumado a esto, nuestros egresados deben ser pilares de apoyo en el ámbito público, para que la Universidad siga siendo un vector de movilidad social en beneficio de la mayor parte de la población. La crisis de valores por los que se ataca la institucionalidad de la Universidad también afecta la visión humanista de nuestros egresados, muchos de los cuales adoptan la misma posición negativa sin considerar el beneficio obtenido de su educación pública.

Como comunidad universitaria debemos preguntarnos qué falló en nuestra educación humanista, para que las bases recibidas durante los años de formación académica no resistieran el paso del tiempo. La pérdida de los valores, que en algún momento propiciaron la subsistencia del bien colectivo sobre el individual, se ha infiltrado en nuestras aulas y recintos.

Si hacemos un recuento de los avances de la Universidad en los últimos años, nos daremos cuenta de que se crea una unidad de estudios avanzados, se consolidan las cátedras internacionales, se gestan las acciones para contratar investigadores en la modalidad de posdoctorados, se implementa la docencia multiversa y la admisión diferida, se toman medidas efectivas en la inclusión de la población indígena en el aparato de educación superior estatal. Además, se renueva y amplía el equipo científico, se apoyan proyectos de apertura académica que reactivan y dinamizan la academia, se impulsa la regionalización de la institución como vector de desarrollo en zonas menos prósperas y se defiende el presupuesto universitario y su autonomía, esta última como pilar de desarrollo durante las últimas siete décadas de la historia de nuestro país.

Dichos avances se complementan con una inversión importante en la infraestructura que beneficia de manera directa a nuestros estudiantes, cuya ejecución es similar o mayor a la vivida en la década de los 60 durante la administración del Prof. Carlos Monge Alfaro. Estos son apenas varios apuntes exitosos que se le deben de reconocer a la administración Jensen Pennington, la cual marcará por décadas el desarrollo de la institución y su eficacia como un ente de movilidad socioeconómica en beneficio de la ciudadanía. Similarmente, podemos hacer un recuento histórico de todas las anteriores administraciones universitarias. El buen observador podrá fácilmente identificar los procesos de encadenamiento académico que fueron forjando la institución.

En nuestra Universidad se ha filtrado el desdén de no reconocer los logros ajenos y demostrados. Debemos de repensar nuestras actitudes de cara a nuestro desarrollo y supervivencia, de manera que podamos rescatar el orgullo de ser universitario. Hoy en día, el Lic. Rodrigo Facio Brenes vería desfigurada su visión del universitario al que definió como: El hombre culto, por serlo, debe ser un hombre al servicio de su país y de sus conciudadanos y de la Humanidad en general; un ser de amplio espíritu humano y social. La superioridad del universitario, si es que se desea emplear tal término, es simplemente superioridad en la aptitud para servir.” [sic].

El ser universitario trasciende las aulas de la institución y es parte indivisible de quienes trabajamos, estudiamos y nos egresamos para servir al país y a la sociedad costarricense. ¿Cómo podremos avanzar hoy si no realizamos una retrospección general y objetiva a lo interno de la institución que nos permita rescatar los aciertos e identificar los yerros, con el fin de formular soluciones y propuestas de corto y largo plazo? Creo que esta filosofía llevó a don Rodrigo Facio a definir a la Universidad como “la universidad no es adorno ni flor ni nata; porque en ella, si sus estudiantes y egresados, si sus maestros y funcionarios, así lo queremos y nos lo proponemos, será el instrumento por excelencia del progreso nacional“ [sic]. Por ello, debemos preguntarnos si realmente somos los universitarios que por convicción y esfuerzo queremos transformar nuestra institución en un instrumento efectivo de progreso dejando de lado los conflictos personales que hoy empañan los procesos institucionales.

 

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