Opinión

UNED: educación para el siglo XXI

Hoy, en la lógica del mundo globalizado que no espera a nadie y exige dinamismo e innovación como requisitos para el desarrollo de los pueblos;

Hoy, en la lógica del mundo globalizado que no espera a nadie y exige dinamismo e innovación como requisitos para el desarrollo de los pueblos; la educación superior es herramienta para acometer esas tareas de futuro y alcanzar el desarrollo sostenible. Según la UNESCO: “La educación superior debería asumir el liderazgo social en materia de creación de conocimientos para abordar enormes retos mundiales (…) debe no solo proporcionar competencias sólidas para el mundo de hoy y de mañana, sino contribuir, además, a la formación de ciudadanos dotados de principios éticos, comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia.”

En estas casi cinco décadas y con el espíritu de construir liderazgo, la UNED ha invertido en la calidad de los procesos educativos y en el éxito académico de sus estudiantes, comprendiendo los signos de los tiempos para adaptarnos, evolucionar e incidir en nuestra sociedad.

La UNED nació en una Costa Rica más proclive al Estado de bienestar y en un contexto social más igualitario. Se creó para propiciar la inclusión, particularmente en las poblaciones vulnerabilizadas. Nació en un ayer previsor, señero que vislumbraba actualidad. No existían las tecnologías digitales de la información y la comunicación que han revolucionado los sistemas educativos y, sin embargo, fue creada para crecer en razón de aprovecharlas para extender el conocimiento, la reflexión y la movilidad social.

Ese camino de éxito y de aporte se traduce en excelencia –por ejemplo– al ser porcentualmente la universidad con mayor número de carreras acreditadas. Y, a nivel internacional, lidera proyectos de educación a distancia en Centroamérica como ninguna otra universidad lo ha hecho hasta ahora.

En estos tiempos convulsos que inducen a incertezas, cuestionamientos y desestabilización, la UNED responde, desde su mandato ético y orgullosa de su trayectoria, a los problemas de crisis fiscal, a las desigualdades sociales y a los retos tecnológicos que impone el mundo globalizado como la academia responsable que nació para ser, en una sociedad que la necesita ahora más que nunca.

En esta coyuntura nacional de problemas por resolver apelando a un proyecto país y a una actitud constructiva, es paradójico el sistemático e infundado ataque que recibe la educación superior pública. Se olvida el aporte que como universidades hacemos al fortalecimiento de la democracia, de nuestro Estado de derecho, y a ubicarnos en el mapa mundial del conocimiento como un país competitivo, gracias a sus altos estándares educativos.

Atacar lo que somos es desviar la mirada en la dirección equivocada; es irreal y poco estratégico. Cuestionar el rol de las universidades y tratar de invisibilizar sus aportes en materia de pensamiento crítico, sustantivo y de movilidad social no solo es una torpeza, sino un ejercicio estéril que no contribuye para resolver nuestros problemas. Las universidades públicas no son la caja de las culpas ni de los caprichos ideológicos. No son mercancías ni consorcios; tampoco son monedas de cambio que se mueven al vaivén de discursos desaforados y desprovistos de realidad. Tratarlas como si lo fueran es una afrenta al presente que hemos construido como sociedad educada y es una pésima apuesta para el país desarrollado que aspiramos ser.

En el caso de la UNED y de cara los acontecimientos actuales, nos corresponde valorar lo que somos, llamar a la mesura, a que se detengan los juicios acalorados y los ataques gratuitos. Debemos hacer un alto para buscar soluciones que nos permitan mirar hacia un horizonte común, porque para eso realmente existe la educación; esa que, en palabras del Premio Nobel de economía, Amartya Sen, “es un instrumento social para alcanzar la libertad y resulta crucial compartirla y extenderla para lograr el desarrollo humano, pero también para preservar la democracia y aspirar a la igualdad”.

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