Opinión CARLOS ALTAMIRANO ORREGO:

Unas palabras dedicadas a su memoria

A los 96 años de edad, y después de haber estado sumergido durante mucho tiempo en los intersticios de la memoria y el olvido, acaba de fallecer, en la capital chilena, Carlos Altamirano Orrego

A los 96 años de edad, y después de haber estado sumergido durante mucho tiempo en los intersticios de la memoria y el olvido, acaba de fallecer, en la capital chilena, Carlos Altamirano Orrego (1922-2019), uno de los dirigentes políticos más importantes del Chile de la Unidad Popular: ese sueño utópico desplegado durante mil días, a comienzos de la década de los 70, y que habiendo sido forjado desde las entrañas del movimiento popular chileno,  como resultado de un proceso histórico de larga duración, a partir de los primeros años de la década de los 1930, terminó siendo aplastado -de manera brutal y sangrienta- por la violenta reacción de la derecha criolla y las asechanzas imperiales, un 11 de septiembre de 1973. En realidad, su suerte ya estaba echada desde antes de que el socialista Salvador Allende Gossens asumiera la presidencia de la República, en noviembre de 1970, pues desde Washington, y con la activa participación de la derecha chilena, se conspiraba y se actuaba para acabar con ese proyecto histórico, que estaba apenas in statu nascendi.

Como olvidar aquella mañana del domingo 9 de septiembre de 1973, cuando Carlos Altamirano Orrego, entonces Secretario General del Partido Socialista de Chile, se dirigió al pleno de su partido reunido en el Estado Chile de Santiago, con firmes y sonoras palabras que llegaron a nosotros por las ondas de Radio Corporación (cercana al Partido Socialista) para denunciar el golpe de estado en marcha. Cosa que el gobierno y el resto de los partidos de la Unidad Popular no se habían atrevido a hacer, además de hacer públicas las torturas de las que habían sido objeto un grupo de marinos, quienes, a principios del mes de agosto, habían develado los planes conspirativos de la alta oficialidad de la marina, para dar el golpe de estado, como en efecto sucedió.

Desde entonces, muchas mentiras y versiones interesadas se han exteriorizado. Numerosa gente de otros sectores de la izquierda terminó jugando del lado de la derecha, al decir que dicho golpe de Estado había tenido su origen en el discurso del Secretario General del Partido Socialista, el entonces también senador Carlos Altamirano Orrego, cuando en verdad era un asunto que había sido decidido por los altos oficiales de la Marina y de la Aviación, desde hacía bastante tiempo. Todavía hoy, casi medio siglo después, ni siquiera las abundantes pruebas acerca de la profunda y larga conspiración de la derecha militar y civil, tal y como lo demuestra la periodista Mónica González en su libro LA CONJURA Los mil y un día días del golpe (Edición actualizada Catalonia Santiago de Chile 2012), les ha permitido a mucha gente reflexionar con seriedad acerca de esos graves hechos históricos.

Desde entonces, la sociedad chilena perdió los caminos de la democracia y de la búsqueda de la justicia social. Aspectos tan característicos del Chile que forjaron los partidos Comunista y Socialista, desde los primeros años de la década de los 30, junto con las organizaciones de la clase obrera y el campesinado. Todo ello en un vivo contraste con la gris e hipócrita posdictadura del Chile de hoy, donde casi toda la prensa está controlada por los gestores del golpe de 1973, los ardientes defensores del neoliberalismo y de las posverdades del capitalismo más brutal.

Hoy el socialismo chileno, tan extraviado de la ruta revolucionaria, reflexiva y crítica que tuvo durante sus primeros 40 años (de 1933 a 1973), donde se forjó toda una cultura política amplia y singular incluso a escala continental, pierde a uno de sus dirigentes más importantes. Hasta siempre compañero Carlos Altamirano Orrego, no estabas obligado a lo imposible, pero tenías que advertirle al pueblo chileno de la negra noche fascista que se preparaba, tal y como lo hiciste en aquella mañana del 9 de septiembre de 1973, en la que la naturaleza del régimen que surgió, volvió imposible articular una resistencia a la altura de las circunstancias. Se abría entonces, uno de los capítulos más tristes de la historia contemporánea.

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