Los principios orientadores de la Universidad establecen dos claras referencias, i) favorecer el derecho a la educación superior de cada habitante del territorio nacional”, y ii) “desarrollar una acción universitaria planificada en pro del mejoramiento continuo para contribuir a elevar el desarrollo humano y la calidad de vida de los habitantes del país”.
Para que nuestra institución cumpla, efectivamente, sus metas con responsabilidad social, siguiendo la tradición humanista que la caracteriza, los programas electorales deben enmarcarse en una línea académica de conducción institucional que delineen las políticas de los siguientes años, colocando como prioritarias las necesidades académicas y los planes de inversión en todos los ámbitos.
El proceso y desarrollo de la regionalización de la educación superior universitaria, no puede ser objeto de importancia únicamente cuando ocurren los cambios electorales. Esta es una responsabilidad institucional en donde el despacho de Rectoría, a través de su jerarca, debe impulsar a la comunidad universitaria a involucrarse de forma continua y sostenida en el desarrollo de las regiones.
Por esta razón, las Sedes y Recintos requieren que su proceso de desarrollo se encuentre despolitizado, en lo que corresponde a su financiamiento y planeación como parte de un Plan Institucional de Inversión específico.
Este plan de inversiones propio debe proyectarse a mediano y largo plazo, diseñado desde una perspectiva que priorice lo académico. La inversión universitaria en función del bienestar de las personas no puede ser un tema meramente económico, su urgencia y la necesidad de cumplir de manera efectiva nuestra misión institucional debe suceder de forma independiente de quien ocupe la Rectoría.
Esta inversión debe ser planeada de manera inteligente, para maximizar un impacto social positivo en las comunidades a las que sirve y para promover la efectiva movilidad social basada en el bienestar común.
Lo anterior requiere el rescate de la cultura solidaria universitaria, donde las autoridades ejecutivas actúen de forma efectiva como facilitadores de los procesos académicos. Por ejemplo, las carreras que sean pertinentes de impartirse en las sedes deben descentralizarse de manera inmediata, para el beneficio del colectivo estudiantil y su entorno social, por lo que resulta necesario trabajar de la mano con las unidades para dinamizar la implementación de las carreras que pueden potenciar la economía y la empleabilidad de las personas graduandas en las regiones. Esa solidaridad entre unidades y el trabajo colaborativo son de vital importancia para el éxito de los programas curriculares y de investigación en las sedes.
La asignación de recursos debe ir de la mano con el crecimiento de la población estudiantil según las necesidades académicas de cada unidad. El quehacer universitario debe ser motivado e impulsado por la consigna “no podemos dejar atrás a ninguna persona estudiante”.
