Opinión

Como una tortuga patas arriba

El último informe del Estado de la Nación 2017 compara gráficamente la situación de Costa Rica con el de una tortuga patas arriba

El último informe del Estado de la Nación 2017 compara gráficamente la situación de Costa Rica con el de una tortuga patas arriba. Después de un amplio diagnóstico, sentencia “que la situación del país se complica con celeridad” y que “la democracia está a la defensiva, por la caída del apoyo popular a las instituciones y los valores sobre los que se sustenta la convivencia democrática”.

La situación es grave, si se considera que reiteradamente el propio Estado de la Nación y otros estudios, desde la década de los años setenta, han sugerido, en por lo menos veintitrés ocasiones, la necesidad de hacer reformas al aparato público y modernizar el Estado. Entre las sugerencias, de manera generalizada, se recomienda reformar la Constitución Política, con el fin de adaptarla a las necesidades, principios y valores de los tiempos actuales. De acuerdo con un reciente estudio del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica y el PNUD (2017), “estas iniciativas han estado motivadas por la necesidad de mejorar los esquemas de gobernabilidad del país debido a que las reglas democráticas vigentes en su mayoría fueron establecidas en 1949, hace casi 70 años”.

Se trata de cincuenta años de reformas pospuestas o pendientes. Son cincuenta años de diagnósticos y de un andar muy lento, a la deriva o, lo que es peor, para atrás. Por eso, la percepción de que estamos como una tortuga: la Asamblea Legislativa no legisla con la prontitud que demandan los tiempos actuales, el Poder Ejecutivo no puede ser más ineficiente, el Poder Judicial todos los días, a cada instante, viola los derechos humanos y las instituciones autónomas, a pesar de que representan aproximadamente el 70% del gasto público total, hacen lo que les da la gana, siempre divorciadas de los controles políticos que deben imperar en una democracia.

A estos males endémicos del aparato público se suma el hecho de que la Constitución no dice una palabra sobre probidad y que la rendición de cuentas y la evaluación de resultados sean muy débiles. Igualmente, agrava la situación el hecho de que las autoridades políticas superiores no responden o no son sancionadas por las políticas públicas mal concebidas o mal ejecutadas. También, habría que citar un politizado procedimiento de elección de magistrados, un sistema muy poco representativo de elección de diputados, así como un injusto sistema de financiamiento de los partidos políticos.

La alegoría de la tortuga que utiliza el Estado de la Nación, que ya de por sí es muy ilustrativa de nuestro andar cansino como sociedad, está patas arriba como en efecto se encuentra el país: con un modelo económico que no beneficia a la mayoría de la gente, con un gran déficit fiscal, con un país entrabado, con un sistema sin capacidad de diálogo y en el que los partidos políticos, más bien, se bloquean o vetan mutuamente. De ahí la indignación y el desencanto que hoy embarga a los costarricenses con el funcionamiento del aparato estatal, los partidos políticos y la clase gobernante.

En fin, más claro no puede ser el mensaje del Estado de la Nación. Continuamos viviendo con estructuras arcaicas, que desde el plano jurídico y político no responden a las necesidades de los tiempos actuales. ¡Nos quedamos perdidos en el tiempo! De ahí que el Estado de la Nación utilice como elemento de comparación la tortuga, un animal caracterizado por su primitivismo y escasa capacidad de evolución.

Ante lo anterior, la pregunta que todos tenemos que hacernos es: ¿qué vamos a hacer para salir de la crisis en la que nos encontramos? Esta es una gran oportunidad para dejar el miedo a un lado y la conformista idea de que no estamos preparados para emprender los cambios que requiere el aparato público. No podemos quedarnos de brazos cruzados, en la pura crítica que hoy invade las redes sociales y nuestras conversaciones.

Entiendo la necesidad de hacer diagnósticos, pero ya es hora de pasar de las palabras a la solución de los problemas. Es muy extraño y hasta contradictorio escuchar a la gente decir tantas veces que vamos mal, que vamos al despeñadero y ver que no se hace nada. Pues bien, llegó el turno…

Sí, llegó el turno de construir una nueva Costa Rica.  El proceso constituyente puesto en marcha nos da las herramientas para superar la situación de estancamiento en la que nos encontramos y determina el camino para lograr la transformación y la modernización que con tanta urgencia requiere el país. En un Estado democrático y social de derecho es lógico y natural que el cambio social se produzca mediante la reforma de la Constitución Política, en orden, paz y libertad, es decir, sin necesidad de acudir a la revolución.

De eso, precisamente, se trata el proceso constituyente: de crear una nueva cultura política de participación y alianza ciudadana, que propicie una mejor vida para todos, el buen gobierno, el fortalecimiento de los derechos humanos, el ensanchamiento de la democracia y el desarrollo dinámico y solidario del país. ¡No hacer nada sería una capitulación!

 

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