Opinión

Una Prueba Nacional Estandarizada a destiempo y disociada del contexto

En febrero del 2023, el Gobierno dio la noticia de que se volverían a considerar una prueba estandarizada para la obtención del título de Bachiller en Educación Media. La noticia traía mucha esperanza, debido a que una prueba estandarizada generalmente compromete a las autoridades y al cuerpo docente a implementar los programas de estudios y, también, compromete al estudiantado a aprender los conocimientos establecidos. En consecuencia, la implementación de esta prueba estandarizada podría llevar a un levantamiento de la calidad de la educación que reciben los y las jóvenes de nuestro país (lo anterior no quiere decir que las pruebas estandarizadas deban ser el fin de la educación, pero al menos brindan una guía del perfil de conocimientos pretendido). No obstante, luego de la alegría de la noticia, vino el balde de agua fría: la prueba estandarizada tendrá usos de certificación este mismo año y, además, evaluará habilidades que no corresponden con las trabajadas en nuestras aulas, como la resolución de problemas. 

A inicios del 2023, la comunidad educativa no tenía idea de que lidiarían con el trabajo asociado a una prueba estandarizada. En particular, los y las estudiantes no contaban con que su título de Bachiller de Educación Media iba a depender de una prueba estandarizada, la cual consideraría conocimientos de años previos. Este hecho es una injusticia con el estudiantado, ya que ellos y ellas no consideraron que dichos conocimientos iban a ser reevaluados en un año posterior. Si hubieran tenido conciencia de esta situación, tal vez hubieran tomado decisiones distintas sobre sus métodos de estudio o de creación de apuntes. Igualmente, las personas docentes tal vez hubieran optado por metodologías de enseñanza o hubieran tomado otras decisiones con respecto a sus planeamientos. 

No podemos imponer una prueba de certificación a una población que no ha tenido la oportunidad de prepararse apropiadamente para ella. La preparación para una Prueba Nacional Estandarizada que abarca conocimientos de varios años, empieza al menos desde el primer año considerado en la evaluación.

Por otro lado, la Prueba Nacional Estandarizada utilizará ítems enfocados en “las maneras de pensar de la política curricular” (pensamiento sistémico, pensamiento crítico y resolución de problemas).  Esta particularidad implica ignorar la realidad de nuestras aulas. Por ejemplo, en El Estado de la Educación se ha encontrado que la mayoría de las clases de matemáticas no utilizan la resolución de problemas. Ahora bien, claro que es pertinente promover esas maneras de pensar, pero estas no se pueden utilizar para la certificación de una población que las desconoce. La evaluación basada en este enfoque podría provocar un obstáculo para el estudiantado que ha trabajado y ha sido evaluado durante años con un enfoque más clásico. Esta injusticia ha sido muy documentada, se le denomina amenaza a la validez instruccional y consiste en evaluar al estudiantado con situaciones para las cuales no se les preparó. 

Otra situación ajena al contexto del estudiantado es el uso de plataformas digitales. Esta situación puede provocar un sesgo en las puntuaciones de las personas que no están acostumbradas a las evaluaciones de este estilo, dado que la alfabetización digital podría ser un obstáculo para el manejo apropiado de la prueba. 

Finalmente, es muy necesario implementar una prueba estandarizada para la certificación, pero esta requiere considerar el contexto de las personas estudiantes, para esto se debe trabajar en familiarizar al estudiantado con los elementos de la prueba con varios años de anticipación, lo cual incluye los tipos de problemas y los formatos de aplicación. Además, se debe aplicar una prueba de certificación solamente a aquellas personas que se les comunicó, en el momento correcto, que tendrían que enfrentarse a esta evaluación.

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