La solución para la problemática del Parque Nacional Manuel Antonio es posible. Pero, para implementar estas medidas hay que tener agallas y evitar complacer a “todos”, con sus intereses particulares. Por eso sus “administradores” y ministros temporales fracasan.
Manuel Antonio es un Parque Nacional, no una “Área Recreativa”. Una ley así lo especifica, y eso impone muchas limitaciones.
Por recaudar plata, las autoridades del Minae han hecho caso omiso de la “Ley de creación del Parque”. Su “Reglamento de Uso Público” lo convirtieron en papel higiénico. De ahí el desorden imperante.
Inclusive “fabricaron” un “Plan Turístico” que es un bodrio, propio de ignorantes de los procesos de conservación y contrario a la legislación existente y vigente. Por eso llenaron de infraestructura contaminante sitios que deben dedicarse solo a la investigación, al ocio y a la contemplación, que es por lo que se visita un Parque Nacional.
El “Reglamento de Uso Público” establece por ley, una limitante de solo 600 visitantes diarios y 800 los fines de semana, con el lunes cerrado. Inventar que se aplicará la ley “hasta llegar a 1700 personas diarias” es una muestra de la alcahuetería y cobardía con que se administra ese sitio de Patrimonio Nacional.
Este “reglamento” obedece a la “capacidad de carga” del Parque como tal.
Ir más allá de esos números destruirá paulatinamente un sitio bellísimo, pero sumamente frágil y con una biodiversidad también especializada. Todo eso está en peligro, si no lo han destruido ya.
Se ha llegado a permitir en un día hasta 3000 personas y más. Imaginen esa cantidad de personas “apelotonadas” en un sitio pequeño y haciendo uso de agua potable, (escasísima en el área) y usando los servicios sanitarios en suelos que no permiten la escorrentía ni el drenaje. Por eso la mierda campea por doquier. Por este motivo hace rato este Parque Nacional perdió la “Bandera Azul Ecológica”, motivo de orgullo para el país, especialmente para los Quepeños, que en el pasado dieron la lucha para su establecimiento.
Lo más lamentable es que esa condición de sus suelos ya se conocía y por eso, en el pasado, los servicios sanitarios estaban muy limitados, en sitios estratégicos y consistían en infraestructura liviana. No era posible construir más, menos de concreto y con sistemas de drenaje que nunca trabajarán en arena movediza y con una laguna circundante y próxima. Muchos menos tomando en consideración que, en determinadas épocas, el mar se une con la laguna. Este tipo de infraestructura invasiva es la que subterráneamente infecta con coliformes fecales los sitios de esparcimiento, llegan al mar y lo contaminan. Es imperativo eliminarlos y demolerlos. No solo se saneará el lugar, sino que se recuperará la belleza paisajística, pervertida por construcciones inaceptables en un sitio de conservación tan limitado.
Recientemente, a algún ignorante en manejo de Áreas silvestres Protegidas se le ocurrió cambiar la entrada original del Parque, ayudando con ello al colapso del sitio, pero llenando de plata las arcas del Minae. La antigua entrada no era solo bella y funcional, sino que ayudaba (por el ciclo de mareas) en el manejo de los visitantes.
Por último, la venta de entradas debe hacerse en el sitio como en el pasado, para poder controlar el ingreso diario y limitado. También, por justicia y neutralidad. Además, debe prevalecer el principio “primero en llegar, primero en entrar”. Hay que entender que de primero debe estar el Parque y su biodiversidad. Su conservación tiene un precio que hay que comprender y aceptar. De ello depende que este maravilloso sitio se conserve en el tiempo y no se convierta en un basurero pestilente como ya casi lo es hoy día.
Además, este Parque Nacional no está circunscrito solamente el área colindante con el poblado de “Manuel Antonio”. Al sur, está el sector “Playa Rey”, sitio todavía prístino, de una belleza singular y de una gran amplitud que permite no solo disfrutar de sus playas, sino que posee tres ríos cuyas desembocaduras son una verdadera muestra de belleza impoluta. Ellos son el río Naranjo, el Savegre y el Portalón.
Es una alternativa que los empresarios de la zona deberían aprovechar, lo mismo que el Minae, que irresponsablemente lo abandonó hace rato. Es necesario rescatarlo y ponerlo a funcionar. Además, es una obligación legal ineludible.
Habrá, en el caso del sector Manuel Antonio, (lamentablemente) muchas personas que no podrán entrar. Pero el Parque no es un área recreativa ni un salón de juegos. Tampoco es justo llenar de excremento un lugar otrora prístino, por no tener lo que se necesita para hacer cumplir la ley. Debe entender el Minae que este es un pequeño Parque Nacional de singular belleza.La sectorización de este Parque Nacional solo permite muy pocos visitantes. Solo deben ingresar las personas que las mueva el ocio, la contemplación, el respeto por la naturaleza y el interés científico; esas son pocas y manejables. Precisamente las que contempla, el “Reglamento de Uso Público” y el “Plan de Manejo”, que indudablemente nadie leyó.
Aquí no funcionan las “técnicas de mercado”, buenas en áreas recreativas. Para bañarse y asolearse o jugar “futbolito” (y de paso golpear personas), están, afortunadamente, las playas colindantes, extensas y muy bonitas, cubiertas de palmeras y dotadas de todos los servicios.
Cabe preguntarse: ¿hay a cargo en este momento funcionarios capaces de aplicar las leyes y de paso trabajar de acuerdo a la “conceptualización” de lo que son los Parques Nacionales? ¿O se pegará un “parche” como en el pasado, mientras pasa el vendaval ? Es lo que está por verse.