En el panorama artístico costarricense del tránsito del siglo XIX al XX, jugaron un papel muy importante los creadores extranjeros. Uno de ellos fue el venezolano Eloy Palacios Cabello, escultor reconocido en diversos países de Europa y América Latina.
Palacios nació en Maturín, región nororiental de Venezuela, el 25 de junio de 1847, y en el seno de un hogar privilegiado transcurrió su niñez y adolescencia. Muy joven (15 años), al igual que lo hicieron otros artistas latinoamericanos, se trasladó a Europa –concretamente a Baviera–, donde ingresó a la Escuela de Bellas Artes del Instituto Real de Estudios de Múnich. Allí, Palacios se impregnó de la más rigurosa formación académica, colmada de convencionalismos “antiquizantes” y de énfasis retórico. Regresó a Venezuela en 1870 y fundó una academia de dibujo y escultura en Caracas. Para 1874, merced a su tesonera labor como escultor, ingresó en la Sociedad Artística de Múnich y en la Sociedad Imperial de Alemania, al tiempo que empezaba a conocerlo el público y la crítica especializada. En 1895, Palacios visitó Costa Rica procedente de Colombia. Durante su estancia, el artista realizó el boceto de una estatua para el mausoleo de la dama costarricense Luisa Otoya Ernst de Amerling. El monumento funerario, ubicado en el Cementerio General de San José, fue realizado en Múnich y, en 1898, Palacios vino a Costa Rica a entregarlo a la familia Amerling Otoya. La Costa Rica de finales del siglo XIX, experimentó –al calor de las ideas liberales y el auge de la economía agroexportadora– un significativo progreso material y la emergencia de un nacionalismo oficial que se expresó a través del arte cívico público y otras manifestaciones culturales.
Más tarde, en 1901, Palacios trajo consigo un busto en yeso del Obispo de San José, Monseñor Bernardo Augusto Thiel Hoffman (hoy conservado en el archivo histórico de la Curia Metropolitana), y la estatua fundida en bronce del expresidente y benemérito de la Patria Jesús Jiménez Zamora. Sobre esta escultura, el pedagogo alemán residente en Costa Rica, Ernesto Henrici, en 1901, se refirió de la siguiente manera: “…con la estatua de Jiménez, poseerá Cartago una obra… digna de recibir en procesión los fieles de las artes”. La estatua fue develada en Cartago el 18 de junio de 1903, en una imponente ceremonia pública.
En sus visitas a Costa Rica, este artista venezolano recibió la atención de destacados miembros de la intelligentsia cultural, como el pintor español Tomás Povedano de Arcos, el doctor Ernesto Henrici y el músico Julio Fonseca Gutiérrez. Éste último, en su autobiografía, destacó: “Por aquí paseó su fama de escultor, culto y vasto en erudición, don Eloy Palacios, de Venezuela. Entusiasta aficionado al arte musical, escuchó mis composiciones…”.
Palacios falleció en Camagüey, Cuba, en 1919, a los 72 años de edad. Su labor tuvo reconocimiento en la cantidad de premios y encargos públicos y privados obtenidos. A modo de ejemplo, impresionantes monumentos conmemorativos en homenaje al Libertador Simón Bolívar son parte del decorado urbano de Caracas y Maracaibo (Venezuela) y Cartagena (Colombia).
La vida y obra plástica de Eloy Palacios conservada en el país merecen una mayor visibilidad en las páginas de la historia del arte en Costa Rica.