Quiero sumarme a tantos otros, que preocupados por las extremas circunstancias actuales, queremos aportar con algunas ideas paliativas los efectos del Covid-19. No hay duda que estamos en presencia de una verdadera calamidad mundial, cuyas consecuencias difícilmente podemos prever; pero, que debemos analizar con toda objetividad y tranquilidad, a fin de no agravar aún más sus serios efectos sociales y económicos.
Ante la aparición de hechos prácticamente imprevisibles, -pero esperables-, como esta pandemia, la humanidad, y en particular cada uno de nosotros, no nos hemos preparado para ello. Bien podríamos haberlo hecho mejor, sí hubiésemos previsto escenarios que nos hicieran ser más independientes y soberanos de factores externos que impactan seriamente nuestras vidas con total indefensión de parte nuestra. Caemos en la cuenta de que somos absorbidos indefectiblemente por factores externos e inmanejables que sólo nos permiten reaccionar para expresar con asombro y ningún sonrojo: “Ángela se llamaba”, expresión popular que se acuña en términos en donde nuestras acciones son infructuosas y entonces “ya pa’qué”.
No es la primera vez que la humanidad y cada uno de nosotros nos sentimos en tal grado de impotencia e imprevisión, que más de uno, dentro de sus fantasiosas creencias, hasta lo asocia con hechos apocalípticos. Lo cierto es que tanto la humanidad, como cada uno de nosotros, en su devenir histórico, nos hemos enfrentado ante situaciones similares o aún más serias. Es importante cómo sobrellevar esta carga emocional y afectiva, para poder superarnos y aún más sacar partido de tan graves circunstancias.
Estas fortuitas e imprevisibles calamidades no son sólo más puntos de inflexión, que nos permiten enmendar errores pasados, si no trazar nuevos derroteros más prometedores individual y colectivamente. Se trata sí, de lamentarnos por los hechos ocurridos, pero también de sacar partido de esas circunstancias y planificar con fortaleza un mejor futuro lleno de nuevas oportunidades, que satisfagan mejor nuestros anhelos personales y sociales.
No hay duda de que, en una economía con serias dificultades fiscales, de desempleo, de injusticia salarial, de prebendas y privilegios, el efecto de la pandemia será destructivo al afectarse aún más el desempleo, los ingresos fiscales y los gastos imprevistos.
El turismo, otrora generador de gran actividad económica, que ha usufructuado del Estado, una serie de prebendas y privilegios fiscales e impositivos pregona ya su falta de solidaridad, con el despido masivo de empleados directos, y con la inercia y desempleo de sus proveedores. Pareciera que la crisis que se avizora es insostenible. ¡En fin, más caótica no podría ser la situación!
La Teoría del Caos, da lugar al universo en que vivimos, de ahí que las crisis, no son más que nuevas oportunidades de acción. Se abren nuevos escenarios, que sí sabemos orientar nuestros recursos, las utilidades y beneficios pueden potenciarse.
Nuestra dependencia y exagerado consumo de bienes importados es excesiva. Basta un ejemplo: con la exacerbada tenencia de mascotas, -que respeto, pero no comparto-, hemos generado una factura importadora de productos alimenticios y de cuidado de animales que son económicamente improductivos. Este ejemplo puede extenderse ampliamente a otros campos, como son la cosmética, productos alimenticios, herramientas, materiales de construcción, y un sinfín de actividades comerciales. En el ámbito de los servicios, hemos exagerado la salida de divisas por actividades sociales innecesarias e injustificables. Conciertos y juegos deportivos han estado a la orden del día.
Como respuesta gubernamental y social ante esta situación se requieren acciones de grandes proporciones… Para un gran punto de inflexión en el camino las decisiones de una nueva definición del rumbo, igualmente deben ser de un orden portentoso.
Es imperativa, una visión productiva catalizada por la aparición de “emprendedores”, que con gran imaginación empiecen a generar una economía de autosuficiencia, con actores locales que acometan en la oferta de servicios y en la producción de bienes y materias primas con alto valor agregado, así como el fortalecimiento de industrias locales que arremetan en la producción sustitutiva de bienes de importación. En esta acción deben estar involucrados y comprometidos el Estado y el sector productivo.
Por otra parte, no es posible incentivar la producción nacional, si la política no va aparejada con el impostergable aumento impositivo de todos estos bienes y servicios. Alimentos e insumos para mascotas, licores, cigarrillos, cosméticos, alimentos importados y otros, deben ser gravados en forma mayúscula. Con esta fórmula de mayor producción nacional versus mayores impuestos a artículos y servicios, obtendremos resultados que podrán paliar la situación y abrir un nuevo porvenir para el país.