Opinión

Todorov: mucha paz a sus restos

Los latinoamericanos le debemos a Tzvetan Todorov (1939-2017) y a la editorial Siglo XXI la producción y publicación de La Conquista de América.

Los latinoamericanos le debemos a Tzvetan Todorov (1939-2017) y a la editorial Siglo XXI la producción y publicación de La Conquista de América. La producción del otro, un estudio cuya lectura y debate debería ser parte del programa de existencia para nuestras desagregadas poblaciones. Pero aquí no se trata de ese trabajo de Todorov, sino de uno póstumo, El triunfo del artista, específicamente de aspectos del extracto de su Introducción tal como ella fue editada por el Semanario UNIVERSIDAD (N°2181, mayo 2017, Forja). Afirma ahí Todorov que al menos él no puede “dar una definición estricta del término revolución”, pero que su empleo (en Occidente) “… indica la presencia (en ella) de al menos dos características: el fin de la revolución es transformar de forma repentina, rápida y profunda el orden político y social, y recurre (la revolución) a la violencia para conseguirlo”. Pasemos por alto que lo que existe sociohistóricamente son procesos revolucionarios y no ‘la revolución’ que es un concepto y que de este resulta relativamente sencillo, aunque laborioso, hablar. Las revoluciones sociohistóricas son procesos singulares y por ello requieren de mucha investigación. Por ejemplo, el proceso revolucionario cubano entre 1959-1965 no contó con oposición interna. El proceso nicaragüense de la década de los 80 y el venezolano de comienzos de este siglo (ambos se quisieron revolucionarios) han tenido oposición interna, el primero incluso armada (aunque financiada desde el exterior). La Revolución Cubana y la eventual nicaragüense se siguieron de guerras insurreccionales uno de cuyos caracteres fue, desde el punto de vista de los revolucionarios, el antidictatorial. La venezolana, si se la estima experiencia revolucionaria, ha sido hasta hoy institucional y constitucional.
En todo caso, en este fragmento de su Introducción queda claro que Todorov no entiende excesivamente ni de revolución (el concepto) ni de revoluciones sociohistóricas. Por ejemplo, no capta que una revolución supone estadios o etapas (acumulación de fuerzas, asalto al poder y producción de la toda nueva sociedad (con su orden/violencia). Por eso confunde e identifica aspectos de la sensibilidad de la llamada Revolución Rusa (1917), en su etapa de la acumulación de fuerzas y de asalto al poder (Marx, Engels, Lenin, Trotsky), con la práctica de una difusa cosmovisión liberal capitalista (en las condiciones rusas y mundiales) de la construcción del ‘socialismo en un solo país’ cuya ideología (de defensa del Estado soviético) se llamó marxismo-leninismo. Sus grandes referentes fueron Stalin, el Partido Comunista y el pueblo soviético. La ‘Revolución Rusa’ en esta etapa se imaginó a sí misma como sección de una modernidad capitalista. Su dirigencia “ignoró’” que la revolución burguesa se había producido en Inglaterra y Francia primero en la economía y solo (como culminación) en la política (1789, Francia, por dar la fecha más conocida). El ‘socialismo comunista en un solo país’ debía inevitablemente resultar a la vez autoritario (en Occidente se le llama ‘totalitario’) y no factible. Como se brinca estos ‘detalles’, Todorov escribe: “La revolución rusa de octubre de 1917 es uno de los acontecimientos más influyentes de la historia moderna del mundo, en especial del siglo XX. Tras esta conmoción, la doctrina comunista, a la manera de las grandes religiones, se extendió por todos los continentes y orientó el curso de la vida política en gran cantidad de países, ya porque la reivindicaran quienes detentaban el poder, ya porque la designaran como el principal enemigo contra el que luchar en una cantidad no menor de países”. Lo que Todorov llama ‘doctrina comunista’ es en realidad el marxismo-leninismo creado por la dirección soviética. Y la oposición a la modernización en la URSS tuvo más que ver con su amenaza geopolítica (está entre las regiones con más condiciones para ser centro de un mundo planetarizado) que con su ideología. Hoy Putin no es comunista para nada e igual se le califica como un corrupto peligroso para el mundo.
Ajeno a las consideraciones anteriores, Todorov ‘argumenta’ que como la doctrina ‘comunista’ y sus regímenes “generaron incalculables víctimas, los han denunciado como criminales y han quedado señalados por el oprobio”. Imagino entre estas víctimas figuran las de la 2° Guerra Mundial (Hiroshima y Nagasaki incluidas) en las que la URSS hizo parte de los países ‘democráticos’ que derrotaron al fascismo alemán y japonés para después reconstruir parte de lo destruido con dólares a instituciones que aseguraban el dominio mundial de EUA. Lástima que el intelectual búlgaro-francés tenga una memoria tan desvaída de lo que fue su historia y la de sus gentes. Paz a sus restos.

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