Opinión

Tocar fondo para, ¿reverdecer?

Anteriormente suscribí la tesis de que, bajo ciertas condiciones, puede ser necesario chocar, como sociedad, contra la pared, para recapacitar y corregir el camino.

Anteriormente suscribí la tesis de que, bajo ciertas condiciones, puede ser necesario chocar, como sociedad, contra la pared, para recapacitar y corregir el camino. Sostuve esa tesis en 2014; consideré que un tercer Gobierno seguido del PLN pudo haber sido más beneficioso para Costa Rica, a mediano y largo plazo, que la continuidad remozada y refrescada del statu quo socioeconómico. Si bien no voté por Johnny, tuve mis razones para votar nulo en esa segunda ronda, y no me arrepiento.

Sin embargo, tengo la impresión de que quienes están sosteniendo esa tesis para esta segunda ronda no han sopesado todos los factores asociados, atípicos y extremos que caracterizan la actual coyuntura. Al menos, yo no les he leído argumentos de peso. Me parece que se está proyectando una peligrosa –e infundada– relación de causalidad entre: a) terminar de irnos al despeñadero con un gobierno de Fabricio y b) el surgimiento de un nivel de organización y movilización popular de tal nivel que –milagrosamente– frene, o al menos atenúe, esa deriva al precipicio.

Es que yo realmente no le veo fundamento a esa relación de causalidad. ¿Existen actualmente en Costa Rica las condiciones para suponer que, dentro de los próximos cuatro años, se logrará concretar un nivel de organización capaz de hacerle contrapeso a la estructura conservadora-evangélica? Se dirá que eso depende del empeño que cada uno de nosotros le ponga. Sí, pero, per se, ese no es un argumento de peso. También hay que considerar las condiciones históricas objetivas dadas. Quien conozca un poquito Costa Rica, y especialmente su ruralidad, sabrá que el evangelismo tiene una estructura muy consolidada y con alcance nacional, la cual, además, es susceptible de fortalecimiento, si tiene un Poder Ejecutivo a su disposición. Suponer que a punta de ese supuesto esfuerzo individual-colectivo que –por generación espontánea– se activará a partir del 2 de abril (¿?) vamos a lograr equiparar esa estructura, no es más que voluntarismo carente de fundamentación.

Está clarísimo que la irrupción del sector evangélico en la palestra electoral es un fenómeno latinoamericano. ¿Hay algún ejemplo de país latinoamericano en el que, luego de que este bloque aumente su cuota de poder estatal, posteriormente se reduzca? Lo dudo. Más bien, basta observar países con más camino recorrido de sinergia entre el capital político y el neopentecostal, en los cuales estas cuotas están lejos de ir en decaída. Cada caso latinoamericano merece páginas y páginas. Tan solo recordemos el caso colombiano, donde el bloque neopentecostal se alió con Uribe para votar masivamente contra los Acuerdos de Paz en 2016, ya que “atentaban contra la familia tradicional colombiana”.

Opino que el voto nulo es una opción válida y la considero democráticamente legítima. Sin embargo, también creo que debe estar fundamentada. Tengo mucha curiosidad por saber cuáles argumentaciones específicas podrían existir para sostener que, a mediano y largo plazo, la llegada al poder de un candidato adscrito al fundamentalismo religioso pueda llegar a ser beneficiosa para algún país latinoamericano.

Podrá sonar blandengue, pusilánime y medias tintas, pero prefiero enfrentar la continuidad del neoliberalismo costarricense, que la embestida del neoliberalismo acentuado y engarzado con la embestida neoconservadora evangélica latinoamericana. No estoy dispuesto a quedarme pasivo, ante la ratificación de la creciente ola de violencia hacia personas que quiero profundamente, sin tan siquiera la esperanza de que sea condición sine qua non para un futuro reflorecimiento.

“Mujeres llorando”, Oswaldo Guayasamín.

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