Opinión

Terremotos y huracanes

Todos hemos visto, durante sus primeros días, la dramática y desesperada búsqueda de víctimas  del último terremoto en México.

Todos hemos visto, durante sus primeros días, la dramática y desesperada búsqueda de víctimas  del último terremoto en México. Rescatistas civiles trabajando con la sola ayuda de sus brazos. Tremenda la solidaridad. Enorme esfuerzo colectivo para acarrear los escombros en cubos que pasaban de mano en mano para liberar la zona. Ignorando el agotamiento, las y los socorristas espontáneos trataban de escuchar señales de vida bajo los bloques de cemento. Y sacaron personas muertas pero también otras que estaban vivas. Nadie durmió, se sostenían y se daban ánimo, no faltó quien les llevara agua y alimento. Por eso es comprensible la sorpresa cuando los militares que llegaron más tarde desalojaron los escombros de la escuela donde se había intensificado la búsqueda. Dijeron que ya no había vida ahí.  Ha quedado la duda.

En estos momentos, como si quisiera competir con la tragedia de México, avanza otro huracán por el mar Caribe: María. Uno más de los cuatro o cinco, (ya perdí la cuenta), que han destruido las islas grandes y pequeñas con tanta más furia cuanto más  grande la pobreza. Pero me acuerdo  muy bien de Irma porque después de asolar Cuba entró con mejores modales en Florida y sin poner el ojo en Miami.

Si seguimos la hoja de ruta de estos furiosos trastornos de la naturaleza (Puerto Rico/Cuba/ México) es como para creer en la teoría de la conspiración. ¿Podrían ser provocados? Eso se dijo del terremoto en Haití. Una romántica leyenda  dice que el baúl donde el genio de la electricidad,  Nikolas Tesla, guardaba sus investigaciones, fue robado por el FBI cuando él murió, solo, en una habitación de hotel. Leyenda a la que contribuye la misteriosa HAARP, que con sus antenas en Alaska  estaría aplicando la radiofrecuencia de Tesla con intenciones oscuras.

Pero no es necesario creer en los Iluminati. Tampoco en los Testigos de Jehová. La política exterior de D. Trump  basta y sobra para pensar en el apocalipsis.

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