Con furia nutrida y cegatona, quizás por las cenizas del volcán Turrialba, los expresidentes de Costa Rica, señora Chinchilla, y señores Arias, Pacheco, Rodríguez, Calderón y Monge piden al presidente Solís solicitar se aplique la Carta Democrática Interamericana a la República Bolivariana de Venezuela. El texto central de la petición, trascrito por La Nación S.A. (que lo edita con su habitual fotoshop, esta vez dedicado a la seguridad del presidente Maduro), reza: “La confrontación y el irrespeto a las potestades de otros poderes del Estado conducirían a la violencia y a la pérdida total de la vigencia democrática. Y en una democracia es indispensable la representación pluralista de los electores del poder deliberativo, legislativo, que ejerce el control político y determina el uso de los recursos públicos”.
Venezuela tiene un régimen constitucional. Su Carta Fundamental dice: “El Poder Legislativo Nacional es ejercido por una Asamblea Nacional cuya estructura unicameral responde al propósito de simplificar el procedimiento de formación de las leyes; reducir los costos de funcionamiento del parlamento, erradicar la duplicación de órganos de administración y control y la duplicación de comisiones permanentes, entre otras cosas”. Este poder lo ganó la oposición contra la administración Maduro en diciembre del 2015. Los diputados favorables al actual régimen de gobierno existen, pero son minoría. En cuanto a la capacidad de esta asamblea para remover autoridades, la Carta señala: “El voto de censura, dado por las tres quintas partes de los diputados, da lugar a la remoción del Vicepresidente o de los Ministros, según sea el caso. En el caso de la remoción del Vicepresidente, en tres oportunidades dentro de un mismo período constitucional, la Constitución faculta al Presidente de la República, como un mecanismo de equilibrio democrático, para disolver a la Asamblea Nacional y convocar a elecciones anticipadas dentro de los sesenta días siguientes a la disolución para elegir una nueva legislatura, todo lo cual se hará mediante Decreto aprobado en Consejo de Ministros. No podrá disolverse la Asamblea Nacional en el último año de su período constitucional”. En las últimas elecciones, la oposición obtuvo algo menos de 2/3 de los votos nacionales y el grupo gobernante algo menos de 1/3. Proyectado a la Asamblea da a la oposición los 3/5 partes de legisladores para destituir vicepresidentes, pero no al Presidente. Para lo último, requiere de un referéndum. Este supone un procedimiento. El gobierno alega no se ha cumplido. Ante el desacuerdo, el presidente Maduro activa su influencia y poderes, que los tiene y son constitucionales, y sus opositores toman calles y obtienen respaldo mediático del gran capital y de Estados Unidos. Nada que no se conozca desde hace rato en América Latina. Se añade corrupción y ambición de ambos bandos y gramos de convicciones y buenos deseos, también en ambos. Venezuela carece de tradición democrática. Su primer presidente electo lo fue en 1947. Lo sacó del cargo un golpe de Estado. La continuidad electoral, que no significa democracia, data de la segunda parte del siglo pasado y culminó con la presidencia de Hugo Chávez en 1999. Desde entonces gobiernan, con aciertos y errores, quienes son hoy minoría electoral.
Para los efectos de este artículo la excepcionalidad venezolana la constituyen sus Fuerzas Armadas en este siglo XXI. Por eso la gran caverna latinoamericana y europea llama a intervenir en Venezuela con ejércitos de otros lugares y ojalá con la OTAN. La petición de los torpes expresidentes de Costa Rica se inscribe miope (por la ceniza volcánica) y criminalmente (por ignorancia planificada) en los pujos por botar a Maduro sea como sea. Y para velar la matanza que esto significaría, se tiene en todo el mundo medios como La Nación S.A. Actúen los militares venezolanos a favor de Maduro o en contra de él, habrá masacre. De la que mancha o de la que no. Lo mejor es que no actúe militar alguno. Y que los dirigentes de la oposición contengan gulas y furias y preparen programas para disimular odios y codicias cuando ganen las presidenciales el 2019. Ante la brutal ferocidad de un golpe militar, todo dolor y sufrimiento o daño económico desaparece. Tengan piedad a los venezolanos, en especial a los más humildes.
Detalle: llama la atención en Costa Rica el silencio de la Embajada de Venezuela ante la profusa desinformación orquestada en medios locales. Mudez total. Quizás sus responsables se ven funcionarios en la administración próxima. Ojalá no les aproveche su desgano o cobardía. Ayuda a producir muertos.