Opinión

¡Sorpresa! Un Ministro bien ubicado

En el lenguaje teatral existe una expresión, tomada del inglés, que apunta con precisión absoluta cuando algún personaje está fuera de su rol, y da tales tumbos en el escenario, que puede echar a perder toda la puesta.

Es la palabra miscasting, que se puede traducir como mala escogencia o pérdida de ubicación y, en buen castellano, fuera de su papel. Es cuando un mal actor habla, o se mueve en el escenario, sin identificarse con el personaje que representa. Por ejemplo: un lánguido y melancólico Hamlet, interpretado por el eléctrico Clavillazo o una dulce y primaveral Julieta, en manos de Toña La Negra o de Paquita la del barrio. Serán cualquier cosa, más no lo que el poeta designara.

En medio de este caótico mundo moderno y en la política de rejuntados del partido gobernante, está uno aviado de ver toda clase de personajes interpretando papeles que no les corresponden, que les cayeron de pura suerte y que los llevan a caer en el ridículo. Dan lástima, dan cólera, pero no queda más remedio que tragarlos pues, sea como sea, están en el escenario.

Esa falta de ubicación de la gente es acrecentada por la pérdida de valores, la fijación por el vellocino de oro y las ansias de figurar, aunque sea por una descalzada, una deschingada o un matricidio. Casi todo lo que vemos en el entorno mediático es miscasting, y duele bastante admitir que ya nadie quiere hacer lo que corresponde y debe, porque hay tagarotes que lo están haciendo mal y agarraron el campo sin derecho alguno. Esto vale para todos los ámbitos de la vida nacional.

El resultado es un panorama deplorable, con rumbos inciertos o, más bien, seguros al despeñadero. Bombetas en los partidos políticos, chapas en la sele, pachucos e imberbes en la tele, plañideras y mafiosos en el parlamento, predicadores en los noticiarios, tartamudos en la radio, vulgares y desafinados en la música regaetonera. En fin…

Pero resulta que en medio de esa desgracia total, aparece un ministro de pocas palabras y con más de 80 años, que está llevando sobre su espalda y mentalidad brillante, la obra completa de la actual administración.

Es un funcionario que no busca cámaras ni envía vídeos de facebook a los reporteros de mucho culataje para que lo editen y lo ventilen. Es un señor que parece alumno de José Martí, cuando dijo que “la mejor manera de decir es el hacer”, un ejecutivo que, en medio del antiquísimo basurero que encontró en su despacho, se arremangó la camisa y metió mano para poner orden en todas las áreas, sin dejar de levantar las obras de infraestructura que el país venia exigiendo desde 30 años atrás.

De un momento a otro (y no “de un pronto a otro” como dicen los periodistas chapas), el país empezó a ver autopistas de cuatro carriles, puentes elevados de tres pisos, túneles, rotondas, conexiones entre barrios, bahías para buses, nuevas rutas, trenes y hasta una reestructuración de ese pulguero burocrático en que habían convertido el MOPT.

Y no hablemos de CONAVI ni de muelles ni de licencias amañadas, pues ya sé que me quedo corto. Pero es para no cansarlos, porque bien sé que el Ministro Rodolfo Méndez no parece cansarse de cumplir con su papel de gran ejecutor de la obra pública. Y eso que ni partido político tiene. Compárenlo con cualquier otro ministro y verán que no hay por donde y, por eso, merece una genuflexión, como las que propiciaba el gran Moliere en el teatro del Pont Nef.

Eso se llama bestcasting o estar bien ubicado.

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