Opinión

¡Somos la presa fácil!

Qué triste es ver las estadísticas. Ver cómo ser mujer en un país “pacifico” como lo es Costa Rica se convirtió en sinónimo de temor.

Qué triste es ver las estadísticas. Ver cómo ser mujer en un país “pacifico” como lo es Costa Rica se convirtió en sinónimo de temor. Tememos salir y no regresar. Tememos que nos toquen en la calle. Tememos que nos violen. Tememos que nos maten.

Los casos más recientes dejan al descubierto la “epidemia” que estamos viviendo en nuestro “paraíso tropical”. Se trata de María Trinidad, una joven turista mexicana violada y asesinada en Santa Teresa, y de Arantxa Gutiérrez López, de origen español, estrangulada en el sector de Tortuguero; ambos casos ocurrieron en menos de 24 horas.

Me indigna lo que está pasando; una ola de violencia se ha desatado contra las mujeres. Pareciera que las campañas en nuestra defensa han despertado a los depredadores, como si los hubieran incitado a salir a atacarnos. ¿En qué momento nos convertimos en la presa fácil?

Los alarmantes datos no mienten. Parece que la igualdad de género se está quedando atrás, y que el manto de una sociedad patriarcal y machista está cubriendo lo que un día fue el país del “Pura Vida”.

Como es posible que instituciones como el Ministerio de Justicia y Paz, el Poder Judicial y el Instituto Nacional de la Mujer (Inamu) denuncien que más de un 90% de las mujeres en Costa Rica son víctimas de acoso, violación, intento de violación o abuso sexual, y no hagamos nada.

¡Qué triste! Qué triste es que, por el hecho de ser mujer, tema salir a la calle, y no saber si voy a volver con vida; tema subirme a un taxi y que me intenten violar; tema que algún familiar o “amigo” abuse de mí; o tema que mi pareja me pegue, me agreda o me quite la vida. No es justo que viva con miedo solo por ser mujer.

Como no voy a preocuparme si cada cinco minutos una mujer pide auxilio al 911; si en lo que llevamos de año ha ocurrido aproximadamente una decena de femicidios, donde a las víctimas les han apagado la voz, la esperanza, la vida.

Las mujeres somos más fuertes de lo que muchos imaginan. Diariamente tenemos que luchar por nuestros derechos en todos los ámbitos que nos rodean. Tenemos que vivir con recuerdos asquerosos de las situaciones que a muchas nos tocó vivir, recuerdos que nos marcan de por vida y que nos hacen clamar por justicia.

Yo soy una sobreviviente más. Soy “una más” de la gran cifra. Una a la que no pudieron silenciar. Una de las que pudieron vivir para contar la historia. Yo formo parte el grupo que vive la experiencia en carne propia.

Quiero dejar de temer por mí, por mis amigas, por mis hermanas, por mis primas, por mis tías, por todas las mujeres.

Yo quiero un país libre y seguro para nosotras. Quiero que todas luchemos por nuestros derechos, por nuestra libertad. Las quiero a todas vivas.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido