Opinión

Smells like teen spirit

Una vez terminado el verano pasado, el más caluroso sucedido en Suecia desde que se tienen registros, y que desencadenó una insólita ola de incendios forestales, Greta Thunberg tomó una decisión drástica.

“We still feel as if we’re teenagers because we don’t follow the guidelines of what’s expected of us to be adults,  it also has kind of a teen revolutionary theme.”

Kurt Cobain

Una vez terminado el verano pasado, el más caluroso sucedido en Suecia desde que se tienen registros, y que desencadenó una insólita ola de incendios forestales, Greta Thunberg tomó una decisión drástica. Renunciar a ir al colegio todos los viernes y plantarse sola en la entrada del parlamento de su país con un rótulo a su lado, que ya se ha hecho famoso, y que reza Skolstrejk för Klimatet (“huelga escolar por el clima”). El ejemplo de esta joven activista de 15 años se ha difundido rápidamente por el corazón de Europa, primero en Bélgica, donde bajo el liderazgo de otra adolescente, Anuna de Weber, todos los jueves las calles de Bruselas se llenan de juveniles voces reclamando medidas urgentes contra el cambio climático. Las redes sociales han contribuido a replicar este fenómeno en más de 300 ciudades en el mundo bajo el lema: #FridaysForFuture.

Pero la determinación de esta joven de talla menuda, mirada fría y desafiante, aspecto frágil, con dos trenzas en su pelo que recuerdan a Pippi Calzaslargas (aquella rebelde e irreverente niña sueca de la famosa serie infantil de los años 70), no se ha quedado en un simple gesto simbólico en las calles de Estocolmo. Además de acompañar en vivo a otros jóvenes europeos, se ha dejado ver y escuchar en la última reunión mundial del clima COP24 celebrada en diciembre del año pasado en Katowice (Polonia). Un mes después en la conferencia anual de Davos y hace un par de semanas en la sede de la Comisión Europea. En todos estos eventos, Greta desconcertó a la audiencia con un discurso directo, impertinente, inteligente, cargado de conocimiento, lucidez y sentido común.

En Katowice, después de calificar a los presentes de inmaduros, incapaces de decir las cosas como son, dijo lo siguiente: “En el año 2078 celebraré mi 75 cumpleaños, si tengo hijos y nietos quizás pasen ese día conmigo, quizás me pregunten sobre vosotros, quizá me pregunten por qué no hicisteis nada mientras aún había tiempo de actuar. Decís que amáis a vuestros hijos sobre todas las cosas y, sin embargo, les robáis su futuro en frente de vuestros propios ojos”. En Davos, comenzó su intervención diciendo que nuestra casa, en referencia al planeta, está en llamas, e imploró que los políticos entren en pánico, como sí lo hicieron en la última y, todavía reciente, gran crisis económica mundial del año 2008, y no vacilaron en tomar medidas urgentes.

En Bruselas, delante del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, Greta Thunberg, demostró, además, que conoce perfectamente la magnitud del problema y el alcance de las soluciones. Reclamó enfáticamente a los políticos europeos que conversen y cumplan lo que los científicos del Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) han expresado de manera contundente en su último informe. En este sentido, los países de la Unión Europea se han comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40%, con respecto a los niveles de 1990, para el año 2030. Sin embargo, esta propuesta, aunque ambiciosa en sí misma, no sería suficiente para impedir que la temperatura promedio del planeta supere los 2°C. Mucho menos para Greta, quien demanda, con toda razón, una justicia climática a nivel global; es decir, que esta reducción de emisiones debe ser incluso mucho mayor para permitir que los países más pobres puedan construir las infraestructuras, escuelas, hospitales, etc. que “nosotros, los ricos, ya disfrutamos”.

Lo que sorprende y maravilla de esta joven es su precoz y extraordinaria capacidad de aprehender e interiorizar el problema del cambio climático como una lucha íntimamente personal y trascendental, algo que para la mayoría de los adultos sigue siendo todavía una problemática lejana, abstracta o, incluso, inexistente. Porque a fin de cuentas lo que la joven activista exige desesperadamente es algo tan elemental y fácil de entender como un futuro para ella y para sus hijos.

En este sentido, su ejemplo valiente y perseverante debería de sonrojar, no solo a los políticos, incapaces o incluso reacios a tomar decisiones verdaderamente determinantes. También debería hacer reflexionar a los partidos y movimientos ecologistas, quienes, desde mi punto de vista, no han sabido explicar, divulgar y dirigirse a la ciudadanía, generalmente envueltos en un discurso elitista y sectario. En definitiva, nos deja en evidencia a todos los que, de una forma o de otra, nos dedicamos a entender, divulgar y aportar soluciones al problema del cambio climático.

Conforme Greta se vaya haciendo adulta irá comprendiendo, a su pesar, que las decisiones a nivel político no son fáciles de tomar, mucho menos en el marco del cambio climático, donde poderosos interés económicos y geoestratégicos van a seguir bloqueando el acuerdo definitivo. Por todo ello, esperamos con verdadera ilusión que personas de su talento y determinación sean los verdaderos agentes de cambio en un futuro inmediato. De momento, a su edad, le corresponde todavía, y lo está haciendo muy bien, exigir, exigirnos a todos, un compromiso real, efectivo, firme, sin fisuras. El éxito de su lucha entre los jóvenes del mundo es la mejor esperanza posible.

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