Opinión

Sergio Ramírez, Carlos Alvarado y la politización de la literatura

Debido a la suspensión del prestigioso festival literario Centroamérica cuenta, dirigido por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, se organizó una nueva actividad virtual, denominada Autores en cuarentena. Según indicó Ramírez en un artículo reciente y difundido a escala internacional, hasta el momento se han realizado treinta y cinco encuentros virtuales con unos sesenta participantes … Continued

Debido a la suspensión del prestigioso festival literario Centroamérica cuenta, dirigido por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, se organizó una nueva actividad virtual, denominada Autores en cuarentena.

Según indicó Ramírez en un artículo reciente y difundido a escala internacional, hasta el momento se han realizado treinta y cinco encuentros virtuales con unos sesenta participantes de veinte países y una asistencia de más de setecientas mil personas.

Uno de los últimos invitados fue “el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado Quesada”, quien compareció, de acuerdo con Ramírez, “para conversar conmigo sobre literatura y política, y sobre su propia obra literaria”.

Al reseñar esa conversación, Ramírez proporcionó un documento muy valioso, que permite explorar las conexiones entre literatura y política, y cómo esos vínculos pueden verse de manera diferente en Nicaragua y en Costa Rica.

Prioridad

Sin explicitarlo, Ramírez empezó por reconocer que invitó a Alvarado menos por su producción literaria y más por su dimensión política: “cuando ganó las elecciones en el 2018 no fue solo el más joven [presidente] en la historia del país… con 38 años, sino que, además, tenía ya una carrera literaria en marcha, con tres novelas y un libro de cuentos.

Inmediatamente, Ramírez agregó, “cuando deje la presidencia, al final del período de cuatro años para el cual fue elegido, seguirá siendo un escritor joven, o un político joven, según su escogencia. Pero, en cualquier caso, podrá seguir creando”.

Priorizar lo político más que lo literario no parece haber sido casual. De los cuatro libros publicados por Alvarado, solo la novela La historia de Cornelius Brown (2007) fue de seguro sometida a un proceso de evaluación ya que resultó ganadora del Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica.

En contraste, el primer libro de Alvarado, el cuentario Transcripciones infieles (2006), y sus dos últimas novelas, Las posesiones (2012) y Temporada en Brighton (2015), fueron publicadas por editoriales privadas: Perro Azul y Uruk Editores, respectivamente. Si estas tres obras fueron efectivamente dictaminadas o si Alvarado debió contribuir financieramente a su producción son asuntos que no se conocen.

Tampoco se sabe si publicar en esas editoriales fue la primera opción de Alvarado, o si recurrió a ellas porque sus manuscritos fueron rechazados por editoriales estatales. En todo caso, llama la atención que, después de haber publicado una primera novela con la Editorial Costa Rica, no publicará más con esa casa editora.

Recepción

Poco fue lo que se publicó en Costa Rica acerca de los libros de Alvarado. Al analizar esos comentarios, casi todos redactados por otros escritores y dados a conocer en periódicos o en blogs personales, se nota simpatía por el joven que daba sus primeros pasos en el campo de la literatura, pero también hay señalamientos sobre sus limitaciones.

De esta tendencia, la principal excepción fue el diputado por el Partido Acción Ciudadana (PAC) Sergio Alfaro Salas, quien al comentar La historia de Cornelius Brown en el 2008, comparó esta novela con La insoportable levedad del ser de Milan Kundera y con la producción de Franz Kafka.

Hasta ahora, en términos del mundo académico, el único comentario sobre la literatura de Alvarado fue hecho por Flora Ovares. Al referirse a La historia de Cornelius Brown, indicó: “la obra muestra un manejo interesante de la ironía, el juego y el motivo del doble, aunque la propuesta narrativa no cuaja totalmente”.

Más significativo aún es que en la extensa historia de la literatura costarricense publicada por Ovares y Margarita Rojas en el 2018, las obras de Alvarado son consignadas como parte de la producción literaria, pero no fueron objeto de análisis.

Intereses

En vista del escaso interés despertado por su literatura en Costa Rica, para Alvarado la invitación de Ramírez resultó estratégica para tratar de impulsar su canonización literaria, al participar en una actividad conducida por uno de los escritores más reconocidos de América Central.

También fue importante para contrarrestar su impopularidad. En efecto, Alvarado llegó a la presidencia de Costa Rica como producto de un vacío de poder (y de los oportunismos que tales oquedades favorecen), que dejó a la sociedad costarricense con solo dos opciones electorales en el 2018: escogerlo a él, que no tenía mayor experiencia política y de quien se conocía muy poco, o votar por un fundamentalista cristiano.

Una vez en el poder, Alvarado entregó el manejo de la política económica a tecnócratas neoliberales que impulsaron, con el apoyo presidencial, una de las reformas fiscales más regresivas de la historia de Costa Rica.

Allanamiento

Poco después, también con el respaldo de Alvarado, se aprobó en Costa Rica la legislación más antisindical que ha habido en el país desde la guerra civil de 1948, la cual técnicamente ilegaliza las huelgas, criminaliza a los huelguistas y promueve la disolución de los sindicatos.

Simultáneamente, Alvarado respalda una reforma al empleo público dirigida a precarizar las condiciones laborales en el sector estatal, una disminución en las responsabilidades de los empresarios con la seguridad social y, hasta ahora, ha guardado silencio sobre las iniciativas en curso para decapitar la autonomía universitaria.

Antes del COVID-19, la caída en la popularidad de Alvarado parecía imparable, un proceso acentuado por su participación en la creación de la controversial Unidad Presidencial de Análisis de Datos (UPAD), que llevó a que por primera vez en la historia costarricense Casa Presidencial fuera allanada el 28 de febrero del presente año.

Democracia

Ramírez, sin prestar atención al conflictivo contexto costarricense, indicó que para Alvarado literatura y política son dos formas de crear, y agregó que “la política como acción creativa… puede darse en un país como Costa Rica, donde la participación democrática se halla establecida de manera permanente, arraigada en las instituciones y en el espíritu de los ciudadanos”.

De seguido, Ramírez explicó que para Alvarado gobernar “se convierte en un ejercicio constante de diálogo y transacción, de persuasión y búsqueda de consensos; es en eso donde reside el carácter creativo de la política”.

Evidentemente, al invitar a Alvarado a su actividad, Ramírez tenía toda la intención de comparar al presidente costarricense (escritor) con Daniel Ortega (dictador), y contrastar tácitamente la democracia desarmada de Costa Rica con el régimen autoritario que prevalece en Nicaragua.

Para que esa comparación pudiera funcionar, era preciso dejar en la sombra cuál ha sido la “creatividad política” del gobierno de Alvarado: feroz con las clases trabajadoras y dócil con los empresarios (a quienes amnistió fiscalmente), más empeñado en destruir lo que queda del Estado Social de Derecho en Costa Rica que en crear alternativas para fortalecerlo.

Sin duda, un presidente centroamericano que conversa “cómodamente de literatura” es algo extraordinario, como lo dejó entrever –asombrado– el periodista salvadoreño Carlos Dada (según lo consignó Ramírez); pero ese asombro solo es posible si se olvida a otros presidentes escritores como Abel Pacheco.

Al gran escritor nicaragüense no le funcionó esta vez su politización de la literatura, ya que en su intento legítimo por combatir a la dictadura que domina Nicaragua, exaltó al presidente costarricense que más ha hecho hasta ahora por impulsar una contrarreforma social en Costa Rica.

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