Las verdaderas razones por las que a Costa Rica se la está comiendo “a balazos y billetazos” el crimen organizado siguen siendo vistas de lejos por el gran público. Opacas y hasta ocultas. Sea este, entonces, un develamiento.
Y no es que guarde muchas esperanzas de que este exiguo aporte ーde un aún menos leído articulistaー, lo lean o difundan suficientemente, como para ser atendida mi alerta por esa ciudadanía que vivirá despreocupada y ensimismada hasta que le toque el fuego cruzado de la violencia y esa corrupción que hoy nos carcome como país, ya no tan lentamente.
En fin, que los pocos que aún escribimos (en mi generación somos aún menos y de ahí para abajo ni se diga), mantenemos esta mala costumbre, un poco por rebeldía y otro tanto por dejar constancia de que algo hicimos. Pero no escribimos ーal menos yo noー para el tico que mira para otro lado, pero después se queja. En mi caso, apuntaré siempre, a la retina de quien realmente quiera saber.
Quien quiera saber que en este minúsculo país, se lavan anualmente miles de millones de colones que jalonan violencia y no solo la cruda competencia desleal que ello supone para quienes hacen honestamente sus negocios. O saber que los homicidios violentos en las costas y fronteras aumentó en un 100% en menos de 10 años.
Esto va para el que entienda que la mafia penetró las alcaldías y de ahí para abajo solo basta ver municipalidades fronterizas y costeras. Y que en San José, eso pasó hace muchos años y nadie combatió ese cáncer. Ni los partidos, ni el Tribunal Supremo de Elecciones, ni el Poder Judicial. Mucho menos la ciudadanía local, coludida o atemorizada.
También va para el que entienda que las campañas políticas hoy son grandes lavanderías y las precampañas, el arca más abierta que un político tradicional y sus socios corruptores puedan desear.
Que las contrataciones públicas vienen amañadas desde el diseño de los carteles, para que los carros, los teléfonos, computadoras y ni qué decir, la infraestructura, siempre sean comprados a los mismos, por los mandos medios y sus permisivos jerarcas.
Pero siempre valdrá la pena escribir para esos buenos costarricenses que merecen saber que los conflictos de interés siguen infraregulados, para permitir que las puertas giratorias se sigan sucediendo y el tráfico de influencias, desde dentro, sea no solo lo habitual, sino lo imperceptible.
Escribo para corregir la salida en falso del policía que hoy es ministro de seguridad ーpor error del mismísimo presidente que lo encumbró (asumo que por desconocimiento y no tener a nadie más a la mano)ー quien dijera con una simpleza y candidez que me asustó a su arribo como jerarca ーy me sigue asustando hoyー, que la prioridad del Gobierno sería el microtráfico durante la administración Chaves. Ante semejante ligereza, una sola expresión: ¡Apague y vámonos!
Pero este artículo “socolloneante”, también está dedicado a quienes saben que las aduanas están podridas. Y no solo por la evasión que permiten, sino por la impunidad que normalizan a través de una corrupción institucionalizada, a la que nadie, ni siquiera Chaves hasta ahora, se ha atrevido a entrarle. Seguro porque nombró a un viejo conocido de ese stato quo intocado, como ministro de hacienda.
Esto es también, para aquel que no pueda ahogar más aquel grito compartido: “la banca pública está podrida y no es más que un cartel bancario, cuyas mafias hacen avalúos para luego rematar y autoadjudicarse a precios de ganga, colocan créditos bajo comisión por debajo de la mesa, esconden la Banca para el Desarrollo para ofrecer solo la banca comercial y así, no ver afectadas sus metas ni comisiones, financian campañas políticas de amigotes y socios, y un inacabable etcétera”.
Pero todas mis advertencias palidecen ante la inocuidad de una pálida y pobrísima jurisdicción especializada sobre crimen organizado, que entrará a trabajar “con las uñas”. Tan tímido avance, sin jueces altamente especializados en delincuencia económica, sicariato y toda la fauna silvestre que depende y sostiene violentamente el narcotráfico, pero además, sin fiscales igualmente especializados y protegidos, policías antidrogas empoderados y bien armados, en fin, sin los recursos necesarios, no pasará de un placebo nacional.
Y la prensa. ¡Ay la prensa! Esto va también para los “periodistas” que deciden diluir las verdaderas noticias entre videos bajados de Youtube y sucesos menores. Porque los costarricenses necesitan volver por la senda de periódicos vitaminados con buenos artículos de fondo que vayan más allá de la sobrepoblación de cocodrilos, las pestañas de una modelo o el “canto” de un “maripepino”. Costarricenses: ¡El fútbol vende, pero no resuelve! Periodistas: ¡La farándula distrae, pero envilece!
Por falta de espacio y no porque logre con este limitado artículo un recuento omnicomprensivo, concluyo que mientras las cabezas políticas de este pequeño país no reserven los recursos para plantearnos un gran debate nacional sobre lo que realmente está pasado en materia de (in)seguridad y el presidente Chaves siga centrado en lo que sabe (economía), delegando en quienes tampoco saben sobre seguridad en términos geopolíticos y geoeconómicos, estaremos perdidos.
Y eso es una lástima, porque sigo pensando que esa bronca sí hay que comérsela, así nos dé dolor de panza al pasar de la microseguridad (canchita pequeña/local) a la macroseguridad (cancha grande/regional y global).
Y ello pasa por la diplomacia subregional, para hacer frente a los europeos y los gringos, reseteando la política criminal internacional “contra” las drogas, que castiga al productor de coca pero motiva al saqueador de oro, reprime al sicario pero oculta al que dio la orden de matar, encarece las drogas que arriban al hemisferio norte y abarata las armas que llegan al hemisferio sur. Y mejor no sigo.
En fin, que o nos ponemos serios en (in)seguridad o nos hacemos a la idea, en este país sin ejército y de debilísimos liderazgos: “Que el último que salga, apague la luz”.

