Opinión

Se busca una sofocracia

En La Política, Aristóteles refiere que, quienes han formulado teorías sobre la forma de gobierno, algunos(as) no han participado en actividades políticas de cualquier género, sino que en su vida han transcurrido como particulares.

Precisamente, eso ocurre demasiado en la Administración Pública costarricense, y con la actual administración gubernativa ha quedado más que demostrado: Ministras(as), Viceministras(os), Directoras(es) Generales, Presidentas(es) Ejecutivos y otros cargos gerenciales que fueron asignados sin ningún tipo de experiencia al respecto, solo por el compromiso político de retribuir lo que en campaña o en otros momentos le “brindaron” al partido gobernante. Y para muestra un botón: el actual presidente no ha tenido más experiencia que asesor legislativo; como si eso le diera un panorama amplio para gobernar. Posteriormente, asumió el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. ¿Cómo entonces puede hacerse cargo de un país ante semejante falta de roce gubernativo?

Pasen ahora revista por la hoja de vida de los actuales Ministros(as); quedan flotando en el aire más dudas que aciertos.

Ahora bien, algunas personas podrán argumentar que Alfredo González Flores tampoco tenía experiencia. Es en la actualidad que casi la nación entera lo reclama como un gobernante justo, preocupado por el pueblo y empeñado en establecer un esquema tributario adecuado, de forma tal que, los pudientes aportaran más que la clase poco pudiente (por cierto, la mayoría). El resultado es conocido. Una gran cantidad de ciudadanos(a), azuzados por los gamonales y terratenientes, aceptaron y aplaudieron el golpe de Estado de los Tinoco. Luego fue el llanto y el rechinar de dientes.

Pero las historias son muy diferentes. Alfredo González fue solidario hasta su muerte; heredó sus propiedades a la beneficencia (hogar de ancianos) y, desde el inicio de su gestión, se preocupó por conocer el territorio nacional y los problemas que atravesaban los diferentes pueblos que visitaba.

No debe, según el adagio popular, confundirse la gordura con la hinchazón; el ostentar títulos del extranjero o haber pernoctado en diferentes instituciones públicas, no convierten a esa persona en Gerente(a) Pública capaz de liderar la transformación que se requiere ya. ¿Sabrán tales personas de, al menos, la dirección gubernativa que entroniza la Ley General de la Administración Pública 6227, el Sistema de Control Interno dispuesto en la Ley General de Control Interno 8292, el Sistema de Planificación Nacional según la Ley 5525 y su ligamen con los presupuestos públicos según la Ley de la Administración Financiera de la República y Presupuestos Públicos 8131, los diferentes procesos de compras públicos conforme la aún vigente ley 7494, y así un largo etc.?

Y si por la víspera se saca el día… Desde ya escuchamos a candidatos que, suponiendo que obnubilan al pueblo con posibles próximos jerarcas públicos de currículum rimbombante, dan por sentado que el asunto cambiará; que se logrará una dirección estatal coherente, armónica y dedicada a las necesidades poblacionales y el aprovechamiento de las oportunidades para el desarrollo nacional.

La falta de conocimiento en los asuntos públicos es tal, que esos(as) mismos(as) candidatos(as) instan la aprobación de proyectos, como la muy torpedeada e incoherente Ley de Empleo Público, solo para no asumir riesgos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las calificadoras internacionales de riesgo. Lo que promueven es la demagogia y el traslado de deudas a futuro, 5, 10 o 20 años.

Cuando se comprenda que, dentro del aparato estatal ya se cuenta con personal adecuado para liderar las instituciones de la Administración Central y Descentralizada (aplican restricciones), sin necesidad de incurrir en compadrazgos politiqueros, y cuando se inste a los candidatos(a) a, junto con su candidatura, presentar su posible equipo de gobierno y que estos debatan sobre su verdadero conocimiento del campo administrativo que comandarán, hasta entonces será una apuesta electoral más acertada, con miras a nombrar a quienes lo merecen por sus méritos.

Lastimosamente, el próximo mes de febrero empieza para nosotros otra vez la ruleta rusa.

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