Las experiencias de trabajo desde la agroecología son múltiples y diversas tal cual su propuesta lo promueve. En general, la agroecología surge de los saberes en agrocultura de pueblos indígenas y campesinos. Estas personas que pertenecen a todos los pueblos se percatan o viven las terribles consecuencias de la cadena agroindustrial de alimentos, y son quienes deciden producir formas de cultivar, cosechar y compartir sus alimentos desde una profunda comprensión hacia los ciclos ecológicos del planeta. En muchos casos estas prácticas las fomentan las mujeres en sus traspatios para consumo propio, y en otros se busca generar ingresos desde la agricultura familiar.
En Costa Rica, actualmente existen agroecólogas y agroecólogos que diseñan y comparten sus conocimientos y pedagogías desde la práctica cotidiana, nutriendo el bagaje sociocultural de la agroecología. La Red de Mujeres Rurales promueve entre sus integrantes estas prácticas en todo el país. También, existe el Centro Nacional Especializado en Agricultura Orgánica del Instituto Nacional de Aprendizaje, que impulsa entre varios de sus proyectos el de Mujeres Semilla, y la revista La Agroecóloga, por otro lado, como medio de comunicación que visibiliza este tema sobre nuestras mesas.
La agroecología es un movimiento que busca una transformación sistémica desde un ámbito comunitario y solidario que no reproduce formas capitalistas de producción. Al contrario de la revolución verde, -donde en función de una producción masiva se establece la producción de monocultivos modificados genéticamente, con paquetes de agroquímicos especializados con graves pasivos socioambientales-, la agroecología implica una atención a la particularidad de cada geografía, con prácticas ecosistémicas que crean productos utilizando los bienes sin generar una historia negativa en una finca [1].
La agroecología plantea proteger la autonomía sobre la tierra y sobre todos los bienes comunes en un compartir equilibrado; tales como el agua, los bosques, los microorganismos, los minerales, la biodiversidad, el trabajo de las personas. No es agricultura orgánica.
En este sentido, son las mujeres quienes encabezan la posibilidad de reivindicar la diversidad de la producción de alimentos de los traspatios, contra la lógica homogenizante de los monocultivos. Como mayoría de jefas de hogar en el campo y principales defensoras de territorios y cuidados, ellas son quienes implementan los saberes agroecológicos en sus cotidianidades.
Desde el proyecto Agroecología y Territorios del Programa Kioscos Socioambientales, en conjunto con la Asociación Comunidades de Guacimal de Puntarenas, hemos aprendido juntas y juntos sobre la agroecología y la soberanía alimentaria. Desde que la Asociación Comunidades ganó la lucha contra el proyecto de riego que dejaría sin agua a su comunidad, se interesaron en conocer otras formas de usar el agua para el consumo de alimentos de forma comunitaria. Si el agua es comunitaria, la alimentación también.
En este proceso se no hizo necesario volver la mirada sobre las prácticas campesinas después de casi 70 años de revolución verde y neoliberalismo, y preguntarnos por el papel de las mujeres en la agricultura, donde vimos que en muchas ocasiones se abrazan el capitalismo y el patriarcado. Por ejemplo, según datos del censo agropecuario del 2014, las mujeres producen sobre el 15% de la tierra en Costa Rica.
Este porcentaje revela que estamos inmersas en relaciones de género desiguales y que en el campo como en organizaciones donde participan hombres y mujeres que defienden territorios. También es necesario problematizar, por ejemplo, por qué las herencias de parcelas y fincas casi nunca contemplaron el traspaso generacional a las mujeres, sino que le heredaron la tierra a los hombres.
Trabajar las relaciones de género en los procesos de formación agroecológica es afinar también la mirada y desmitificar preconcepciones patriarcales y machistas impregnadas en la cotidianidad del trabajo de la tierra, para visibilizar el papel fundamental de las mujeres en las redes de alimentación campesina. Si el agua es comunitaria, la alimentación también; las mujeres deben tener un lugar más justo en esa red comunitaria.
[1]. Fabiola Pomareda. (2019). Costa Rica y la agroecología: una práctica cotidiana por la autonomía. Revista Biodiversidad N°101. Alianza Biodiversidad.