Opinión

Reflexiones pedagógicas desde la disidencia en la Sede de Occidente*

La práctica docente en el contexto actual exige abrir espacios permanentes de autorreflexión sobre la dimensión ético-política

La práctica docente en el contexto actual exige abrir espacios permanentes de autorreflexión sobre la dimensión ético-política desde donde asumimos los procesos de enseñanza-aprendizaje. Y no solo eso, sino manifestar públicamente nuestras propias reflexiones sobre el ejercicio de la docencia.

La premisa anterior me ha motivado a escribir algunas de mis interpretaciones sobre los recientes acontecimientos de opresión por orientación sexual e identidad de género experimentados por estudiantes de la Sede de Occidente en dos establecimientos comerciales de San Ramón. Me refiero a los actos de homofobia ocurridos en el Centro de Cultura Social durante la madrugada del viernes 29 de abril en una actividad organizada por tres asociaciones estudiantiles como parte de las acciones de la Semana Universitaria, y el pasado domingo 15 de mayo en el Bar Secretos.

Y más que centrarme en los acontecimientos de opresión hacia los cuerpos, afectos y sexualidades disidentes en esos lugares heteronormativos, quiero enfocar mi mirada en los aprendizajes construidos con las diversas agrupaciones, colectivas y colectivos juveniles que han propiciado espacios de reflexión y resistencia frente a esas formas de opresión en el contexto local de San Ramón.

Primeramente quisiera resaltar la relevancia que tiene comprender que nuestra labor docente no se agota en los procesos intraclase. Por el contrario, las prácticas pedagógicas y la construcción de saberes se pueden generar en las calles, asambleas ampliadas, conversaciones informales, en la fuente, en el parque, por mencionar algunos de los espacios.

Además de lo anterior, las acciones de resistencia construidas colectivamente frente a esas formas de opresión hacia las sexualidades disidentes me ha llevado a preguntar en voz alta: ¿Cuál es el nivel de compromiso de las personas docentes de la Sede de Occidente?, ¿Qué lugar ocupa la dimensión ético-política en nuestros procesos formativos?, ¿Cómo estamos entendiendo los procesos de lucha y resistencia frente a las diversas formas de opresión?, ¿Hasta qué punto mediante el discurso de la autonomía estudiantil, las personas docentes naturalizados y legitimamos la violencia hacia las personas sexualmente diversas?

Estas y otras interrogantes invaden mi mente y mi cuerpo al percatarme de la falta de participación sustantiva de docentes de la Sede de Occidente en las múltiples y variadas acciones colectivas de resistencia y denuncia que se gastaron del 29 de abril al 20 de mayo, donde se realizaron: asambleas abiertas en la fuente de la Sede, reuniones, marchas, cineforos, obras de teatro, performance, conversatorios.

Al menos espero que las situaciones de discriminación ocurridas hayan sido abordadas en los espacios intraclase, eso sí desde una mirada sociocrítica, como lo establece el Estatuto Orgánico de nuestra Universidad. Una perspectiva alejada y cuestionadora de los fundamentalismos y doble discurso que lamentablemente invaden nuestras aulas.

Para finalizar estas líneas sólo espero que mis narrativas generen discusión y nos permita reflexionar: ¿Cuál es el posicionamiento ético-político de quienes ejercemos la labor docente  en la Universidad de Costa Rica frente a las diversas formas de opresión por orientación sexual e identidad de género?

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