En las luchas por el presupuesto y la autonomía universitaria, la Universidad de Costa Rica (UCR) ha jugado un papel fundamental, no solo por su más amplia experiencia histórica en este campo, sino por su mayor capacidad de movilización, así como por su proyección e impacto en la sociedad costarricense.
Por esta razón, las fuerzas políticas y mediáticas que adversan la educación superior pública concentran sus esfuerzos en torpedear a la UCR: si ella naufraga, será más fácil hundir a las restantes universidades estatales.
A los intentos deliberados por recortar el presupuesto universitario se ha añadido, desde hace algún tiempo, la iniciativa de procurar una redistribución del FEES, cuyo propósito último es, en un contexto de recursos decrecientes, disminuir todavía más la proporción que le corresponde a la UCR.
Tal estrategia, que procura sembrar la división y el conflicto entre las distintas comunidades universitarias, ha sido apoyada por algunos sectores del movimiento estudiantil que, al unísono con los enemigos declarados de la enseñanza universitaria pública, claman por una más justa redistribución del FEES.
De esta forma, en vez de cerrar filas frente a los enemigos comunes, el movimiento estudiantil universitario se divide y pierde de vista aquel trasfondo de clase que sí tenían claro sus antecesores de la década de 1970, quienes, al movilizarse en defensa del presupuesto universitario, coreaban: “que paguen los ricos para que estudien los ticos”.

