La gestión en las aduanas de un país se debe caracterizar por su eficiencia y agilidad, así como su contundencia. Este actuar de la Administración aduanera es esencial para el desarrollo económico y social del país, así como para la facilitación del comercio y la competitividad. El control aduanero, además, protege la salud pública, el medio ambiente y el patrimonio cultural, y coadyuva en el control del tráfico ilegal de mercancías peligrosas, armas, drogas y especies, entre otros. Por otro lado, la recaudación producto de las operaciones del comercio internacional también es de gran importancia, ya que representa cerca de un 28% de los ingresos tributarios del Gobierno Central.
Ahora bien, en nuestras aduanas existen graves deficiencias en la infraestructura y el equipamiento propiamente de las aduanas, así como otras situaciones relacionadas con su gestión. Lo anterior propicia circunstancias que aumentan la posibilidad de fraude fiscal, corrupción y tráfico ilegal de mercancías. Por eso, los costarricenses no podemos mostrar indiferencia ante lo que acontece en nuestro sistema aduanero, el cual, a raíz de sus carencias, incrementa la posibilidad de corrupción y evasión, cuando lo que debería promover es el mejoramiento y bienestar de nuestro país.
De acuerdo con lo señalado por la Contraloría General de la República, en diversos informes, muchos de estos problemas existen desde hace muchos años sin habérseles otorgado una solución integral y definitiva, a pesar de los múltiples señalamientos realizados por organizaciones públicas y privadas, esfuerzos en materia regulatoria informática y la reciente firma de un contrato de préstamo para el financiamiento de obras en las fronteras, el cual requiere aprobación legislativa.
El estado de la infraestructura en nuestras aduanas, con algunas excepciones, es lamentable. En estos recintos existen notables problemas de insalubridad, hacinamiento, saturación de bodegas, seguridad y limitada disponibilidad de horarios, lo cual puede permitir que mercancías se introduzcan al país en forma irregular. Algunas edificaciones presentan un deterioro manifiesto, estas tienen problemas de iluminación y no tienen un lugar apto para el resguardo y revisión de mercancías y pasajeros. La mayoría de nuestras aduanas carecen de centros de vigilancia apropiada, tampoco tienen unidades de monitoreo o tecnologías para el seguimiento de las mercancías, ni equipos para el control de las mercancías. No se cuenta con estaciones de pesaje en buen estado, no tienen escáneres o equipos de rayos X, entre otras herramientas, que parecerían imprescindibles para realizar un control aduanero categórico. A pesar de la falta de herramientas que existen en estas edificaciones, ha existido en los presupuestos alguna disponibilidad de recursos para la subsanación de las deficiencias que se detallaron anteriormente, así como la donación internacional de escáneres, los cuales no fueron utilizados para la gestión aduanera, como instrumento efectivo contra la corrupción.
En una coyuntura donde se alega y percibe la necesidad de un mayor ingreso a las arcas del Estado, es indispensable que nuestro país cuente con un sistema aduanero fortalecido, que permita no solo el control necesario para atender sus funciones, sino también que posibilite la recaudación de ingresos y evite la corrupción. Situaciones como las reseñadas conducen a dar por sentado que cuanto mayor desorden y descontrol, existe una mayor posibilidad de evasión y corrupción. Un sistema aduanero debilitado implica alejarse de la posibilidad de alcanzar los mayores niveles de desarrollo que nuestro país necesita. Existe una urgencia imperante de que las autoridades hacendarias y aduaneras emprendan las acciones necesarias para corregir tales situaciones, ahora es necesario emprender sólidamente, a fin de que nuestras aduanas sean verdaderos entes recaudatorios.