Opinión

¿Quién agrede a quién?

Lo que conocemos de la llamada “creación” (sin que por ahora importe de quién es la autoría),

Lo que conocemos de la llamada “creación” (sin que por ahora importe de quién es la autoría),  es un encadenamiento de violencia en agresiva telaraña, salvaje, abierta y camuflada, disimulada y hostil, donde somos presa y cazadores a la brava, cada quien vigila y se protege, acumula información y la usa como fortaleza de ofensiva. Si hablamos de las fuerzas del espacio exterior al planeta Tierra, se filtra la ingeniosa y egoísta expresión humana de que cada quien sobrevive como puede. Es guerra, aunque la pintemos con arcoíris de miscelánea felicidad.

Toda la “creación” de la cual tenemos referencia inmediata, vive en una lucha eterna, no de valores que llamamos buenos y malos, éticos y morales, sino de otra naturaleza, la de la inmensidad como tal, la de todo lo que podemos registrar, inventariar, intentar su comprensión y pretender dominarla, para ubicarnos.

Un ser humano intenta dominar al otro, es la iluminación del poder que exhalamos, el artificio que utilizamos para justificarnos y la red que construimos para ejercer nuestro mando, juegos de poder.

En los millones de universos jamás imaginados, dimensiones, puntos de fuga constante  por ahora, al cerebro humano y sus aparatos tecnocientíficos, todo está en materia y energía pantanosa, velo de conexión gelatinosa con todo, nada está por su cuenta, es oleaje y maridaje, va y viene, desaparece y reaparece casi como una ilusión óptica universal, lo que ahora vemos ya no existe, lo que suponemos que hay es la esperanza de capturar un instante que nos revele los secretos de la arquitectura, ingeniería y destino de ese cósmico circular que destella como luciérnaga insondable, el cual tiene en sus entrañas el poder de la creación  y a su vez, la inmolación destructiva.

La naturaleza humana, quizá, podría mostrarnos otra dimensión de las cosas. ¿Cuál? Si las sociedades primitivas y las actuales se hermanan en su violencia innata, lo que cambian son los medios, ahora es más sofisticado, pero el grado de flagelación y carne molida que se hace de los otros, es mayor por el desarrollo de la conciencia y el ser conscientes racionales de lo que se hace. El in-visible, cuestión de metáforas, pareciera dictar la resolución de que poquitos entre miles de millones pasan a mejores estancias siderales, sin el barro, la mierda y la desolación de los horrores humanos que lo degradan a una condición menor que la peor bestia.

Ese todo universal tiene conciencia de su ser, el polvo cósmico, el polvo humano. Solo queda la huella temporal que hace surco y genera vida – muerte a su paso, vos, yo, los otros. ¿Qué construimos en nuestro paso por la vida? No palabras, algo más sustancioso que hagamos en silencio y expanda su onda creadora pro-vida y evolución en beneficio de toda la Humanidad.

Vivimos en una sociedad agresora, quizá porque la naturaleza misma es agresora y nuestra naturaleza humana es transgresora de la agresión, con lo que el mundo de la física, biología, química y otras dinámicas de vida se mantiene en movimiento continuo de leyes universales, pero no de la vida social, que puede crear balances en la epopeya humana. El ser humano se plantea su propio humanismo como filosofía de supervivencia, natural y espiritual.

Agredir nos dirige a las acciones de atacar sin razón aparente, actuar contra los derechos de alguien, animal, cosa, propiedad. ¿Y cuál es ese derecho, si el derecho mismo crea injusticia y propicia que la mano propia sea quien dicte sentencia final? Exagerado, quizá derecho natural, fuera de derecho racional, pero el ser humano es un ser irracional, y la realidad que vivimos de manera cotidiana nos lo muestra como un esperpento sin distingos de ningún tipo en humanos.

Así que agredir es la voluntad y acción manifiesta de hacer daño, contrario al derecho de una persona.

¿Qué se agrede, por qué, cómo se agrede? Ahí hay un terreno y campo de hostilidades más sofisticado.

Quizá, el destino de la Humanidad estaría garantizado si se cambiara esa conducta y actitud agresiva, con educación y comunicación de fraternidad global. La vida es muy corta, aunque dure cien años como punto de partida para cada ser humano y se extienda hasta quinientos, siempre parece que fue hace un rato, el tiempo pasa volando y su garra inexorable nos quita el último aliento de vida.

 

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