Fukuyama fue uno de los teóricos más incesantes en pregonar el fin de la historia. Con la caída del bloque soviético y lo que llama “el triunfo de las democracias liberales” celebra el colapso del socialismo real y expone que finalmente el mundo se decanta por un mundo regido por las ideas y las prácticas emanadas del sistema capitalista global. Se suponía que se acababa la vida de las ideas socialistas, de las ideas revolucionarias que pensaban en una utopía, un mundo distinto al mundo capitalista.
A esos que pregonaban tal fin de la historia, la resistencia les trae un mensaje. Hoy, 2019, las y los estudiantes universitarios de Costa Rica, Colombia y Panamá luchan contra los ajustes y recortes a la educación universitaria pública; los de Ecuador, contra los ajustes de Lenin Moreno y su receta neoliberal; los de Chile, contra los ajustes al servicio público de Piñeira; los de Haití, contra su historia de miseria y empobrecimiento; Argentina y Bolivia se alinean hacia la izquierda como otras naciones latinoamericanas; Honduras, con protesta constante contra la narco dictadura de Juan Orlando Hernández; Puerto Rico en resistencia como colonia del imperio estadounidense; Cataluña, Iraq, Líbano, entre otros ejemplos que se me pueden escapar entre tanta irreverencia.
Como decía Merino, “que no hubo ni habrá nunca fin de la historia mientras haya injusticias sociales”. Y le agrego, mientras haya miseria, empobrecimiento, desigualdades, represión, recortes, ajustes, obstáculos, aporofobia, fascismo; mientras no haya espacio para la toma de decisiones de las comunidades; mientras no haya una educación liberadora crítica; mientras no haya libre pensamiento y libre expresión real; mientras no haya independencia de organismos financieros y Estados poderosos; mientras todas las personas del mundo no tengan las condiciones necesarias para desarrollar con plenitud su vida, con justicia, no habrá fin de la historia. Es decir, mientras no acabemos con el capitalismo no habrá fin de la historia, de ese sistema productor de todos estos males que nos consumen y consumen nuestro mundo.
“Que la injusticia no te entristezca, que te radicalice” es una frase tomada de las y los compañeros del Partido Comunista de México (PCM), la cual adhiero y propongo que vivamos en nuestra cotidianidad privada y pública. Todas estas injusticias creadas por el capitalismo y profundizadas en el neoliberalismo no pueden causar otra cosa más en nosotras (os) que la radicalización de nuestras posiciones y acciones, la construcción de las condiciones subjetivas necesarias para la transformación a un mundo más equitativo y justo. Las condiciones objetivas de Costa Rica y del mundo en general están a nuestro favor, a favor de esas (os) que pensaban que con la “caída” del bloque soviético moría nuestra utopía, nuestra utopía realizable, la utopía que construimos día a día, la utopía del mundo radical, el mundo en manos de la resistencia.
Sí, estamos ante el inicio del fin de la historia del capitalismo y su disfraz del neoliberalismo, se comienza a tejer en el mundo la aglomeración y organización de diferentes resistencias que estamos dispuestas a evidenciar las contradicciones del sistema capitalista, de agravar sus crisis y de proponer un mundo alternativo desde nuestros contextos.
Esto es una invitación a toda aquella persona que aún no se ha identificado con la resistencia, con la desobediencia, con la rebeldía, con la justicia, con el socialismo, con las feministas, con la clase obrera, con las y los estudiantes, con las personas jóvenes, con las y los desposeídos, con las y los empobrecidos, con los parias y las parias de la sociedad, con los desfavorecidos, con las personas que hacemos contra hegemonía, para que se acerquen y sigamos construyendo una Costa Rica y un mundo más justo, equitativo y combativo. Les invitamos a construir el fin de la historia del mundo de los poderosos y a construir uno en manos de las personas hasta hoy desfavorecidas, de los “locos” que nos mueve el amor.