Opinión

Puntualizaciones sobre la reforma social de los 40

Un debate por la prensa sobre cuestiones históricas puede resultar útil para esclarecer posiciones. Con esa esperanza

Un debate por la prensa sobre cuestiones históricas puede resultar útil para esclarecer posiciones. Con esa esperanza comento la respuesta del doctor David Díaz (Semanario UNIVERSIDAD, 20 de abril) a un artículo mío aparecido en este prestigioso periódico el 2 de marzo. Me limito a los asuntos de fondo, evitando alusiones personales que no vienen al caso.

Los testimonios de doña Yvonne Clays, primera esposa del presidente Calderón Guardia, obtenidos mediante entrevistas, merecen explicaciones e interpretaciones cuidadosas, pues constituyen una fuente, en ocasiones insustituible, para conocer los entretelones de esa administración. Me referiré primero a la entrevista contenida en Guillermo Villegas H., El otro Calderón Guardia, páginas 34 y 40. Me parece que ni Iván Molina ni el propio David Díaz han demostrado la inutilidad historiográfica de las respuestas de Clays. Es cierto que Villegas propuso una afirmación a Clays y que hubiera sido preferible le formulara una pregunta. Dentro de una conversación, Villegas afirma: “Es cuando don Manuel Mora le ofrece su apoyo al Doctor para que no lo quiten”. Doña Yvonne no solo coincide con lo dicho por el entrevistador, sino que también agrega información del episodio por iniciativa propia y con cierta abundancia: “Cuando el gran capital se le tiró encima a Rafael Ángel, Jorge Hine (el primer designado, hoy se diría vicepresidente) no tuvo la estabilidad ni la madurez para darle el apoyo” (p.34). (Cito solo una frase de un párrafo extenso que va en el mismo sentido). El hecho de que la ex primera dama comente y añada detalles de su propia cosecha, tomados de su memoria, otorga validez a lo obtenido por Villegas. Así pues, se mantiene firme la credibilidad de la famosa entrevista que diera Manuel Mora a don Óscar Aguilar B. y queda demostrado que Mora no es el único testigo.

Un problema distinto plantea la declaración dada por la exprimera dama a don Miguel Acuña en su libro Yvonne Clays. Testigo de la Neurosis de una Administración, p. 87). Concuerdo con David Díaz en que no son de recibo las afirmaciones de que Franklin D. Roosevelt prácticamente ordenó realizar la reforma social a Calderón Guardia, por entonces presidente electo. El episodio acaeció durante una conversación en la cual doña Yvonne sirvió de intérprete.

En lo que difiero de Díaz es en su conclusión de que si doña Yvonne se equivoca una vez, se equivoca en todas, nada se le puede creer. Me parece inadecuado que con ese procedimiento se pretenda eliminar la validez del testimonio vertido a Villegas. Pienso que hay que hilar más fino, saber separar el grano de la paja. En mi artículo del 2 de marzo expongo algunas consideraciones sobre esta delicada cuestión. No cabe descartar a la ligera a doña Yvonne como fuente histórica.

Veamos ahora si traer a colación las cronologías sirve de algo o de nada. Díaz propone, como argumento principal contra la tesis de que el intento de golpe de Estado activó la aprobación de dicha reforma, lo que reproduzco a continuación:

A esa tesis se le oponen dos cronologías: primero, está probado por Theodore Creedman y por Molina que el acercamiento entre calderonistas y comunistas inició desde 1940, y que se acentuó en 1941 y 1942, hasta culminar en una alianza electoral en 1943.

Segundo, es claro que en 1943 ya la reforma social llevaba un amplio camino andado:  creación de la Universidad de Costa Rica en 1940, en ese mismo año anuncio de la  elaboración de un código de trabajo, fundación de la Caja Costarricense de Seguro Social  en 1941, y anuncio del proyecto de las Garantías Sociales en 1942.

A la luz de estas cronologías, ¿cómo se puede seguir sosteniendo que un intento de golpe de Estado en 1943 produjo la reforma social?”.

En primer lugar, nunca he afirmado que el intento golpista del 1943 “produjo” la reforma social. Solo sostengo que fue una incidencia importante, que permite comprender la alianza caldero-comunista (así apodada por sus enemigos) y las cartas cruzadas entre Manuel Mora y monseñor Sanabria en junio de 1943. El progresivo avance del proyecto reformador de Calderón Guardia que culminará con las Garantías Sociales y el Código de Trabajo, tenía el peso suficiente para despertar las ansias de bajarlo de la silla presidencial. Cualquiera entiende que un proyecto reformador puede ser abortado en sus comienzos o interrumpido durante su desarrollo. Así ocurrió con el de Alfredo González Flores: la oligarquía cafetalera permitió la creación del Banco Internacional de Costa Rica (hoy el BNCR) y la Escuela Normal de Heredia, entre otras obras, pero abortó la reforma tributaria mediante el golpe de los Tinoco. Así pues, la cronología aducida por el doctor Díaz, que nadie objeta, no sirve para invalidar la tesis de que la amenaza de un golpe de Estado impulsó la triple alianza entre los calderonistas, la Iglesia Católica y el comunismo costarricense; es del todo irrelevante.

La otra cronología aducida, la del acercamiento entre el presidente Calderón Guardia y los comunistas, más bien apuntala la veracidad de lo narrado por Manuel Mora a don Óscar Aguilar B., pues da cuenta de los antecedentes del entendimiento entre el presidente Calderón y el líder comunista. Ya se conocían, políticamente se estaban acercando, así las cosas, no fue tan inusitado que llegaran a un acuerdo para evitar un golpe de Estado.

Para terminar. En ninguno de mis trabajos he sostenido que “un intento de golpe de Estado en 1943 produjo la reforma social”, ni que “la reforma social fue el resultado del miedo de Calderón a un golpe de Estado”, aseveraciones que me adjudica Díaz. Resulta ofensivo e inútil que me atribuya opiniones tan disparatadas. Debo repetir, una vez más, que la reforma fue, por el lado cristiano, producto del catolicismo social que nació en Costa Rica con la carta pastoral Sobre el Justo Salario de los jornaleros y artesanos… (1893), de monseñor Thiel. Del lado anarquista, socialista y comunista, también hubo planteamientos y presiones socio-políticas reformadoras durante varios decenios. Ambos vectores se encontraron, para fortuna del pueblo costarricense, en la reforma social. Las circunstancias históricas propiciaron la participación de Manuel Mora y los suyos en la parte final del proceso de aprobación de las Garantías Sociales y del Código de Trabajo. Como presbítero católico no me interesa hacer propaganda a un partido (el comunista) que prácticamente dejó de existir, pero como historiador me apego a la búsqueda de la verdad.

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido