La economía costarricense ha vivido seis periodos de crisis desde el año 1992, denotados en la Figura 1 y cuyas depresiones se indican en los puntos rojos. En 2006-2009 ha sido la peor de las recesiones y depresiones desde entonces, entrando a un deprimente estancamiento luego de una leve recuperación, para caer de nuevo en los años siguientes.
Las causas y los efectos de esta última fase es un tímido crecimiento del producto que se marchita desde el 2010 al 2015. Esa caída fue sostenida por un incremento en la productividad en 2011-2112, medida como la unidad de valor de la producción generada por la composición de valor real de los recursos, según datos del Banco Central. Desde entonces, la productividad de los recursos de la producción se precipita (Figura 2). En 2011-2014 la productividad parece deberse más al trabajo que al capital. En 2013-2016 a pesar de la errática alza en la inversión de capital, la caída en la tasa de empleo del trabajo arrastra la precipitada productividad. Esa situación podría estar indicando que la inversión se corresponde con el consumo intermedio por capacidad ociosa del capital fijo, lo cual augura también un estancamiento en el modo de producción nacional.
Los resultados anteriores se denotan en la figura 3, que ilustra la tendencia de la tasa de crecimiento de la producción acorde con la composición relativa de los recursos durante 2011-2016. Conforme la razón de la tasa de variación del trabajo respecto del capital se reduce, el crecimiento del producto se deteriora. Esto podría confirmar no solo que el modo de producción está estancado y que el crecimiento del producto se debe principalmente al consumo intermedio y no a la mayor productividad del capital por la vía de la innovación tecnológica, sino a que la productividad podría estar sostenida por la mayor intensidad de uso del trabajo. Es decir, un menor número de trabajadores opera con mayor volumen de capital y transforma un mayor volumen de recursos intermedios en producto. Empero, el esfuerzo del trabajador podría estar siendo compensado dado que el nivel medio de los salarios reales supera la tasa de empleo (Figura 4), a costa del mayor desempleo y pobreza de más del 10% de la población económicamente activa.
La composición de los valores reales del trabajo –remuneración–, del capital y de la ganancia en el valor real de la producción (Figuras 5 y 6), denota que la mayor participación del trabajo es creciente mientras la del capital declina abruptamente en el 2009-2013. No obstante, desde el 2013 la composición del trabajo se precipita mientras la del capital se torna relativamente estable (Figuras 5). Estos resultados ilustran el esfuerzo del empresariado por retener a los trabajadores a contrapelo de la dinámica de la economía. Es evidente esta conclusión en el hecho de que la caída en la tasa de empleo supera con creces la disminución en las remuneraciones medias (gráfica 4) y que la producción, aunque errática, se mantiene relativamente estable
Esos eventos también evidencian que la caída en el nivel de empleo ha sido un expediente forzoso al empresariado, como única manera de mantener estable la ganancia frente a las políticas públicas. Es así como desde el 2013 la composición del trabajo en el valor de la producción desacelera y cae rápidamente, propiciando la mayor participación de la ganancia.